En
momentos de miedo a mis cenizas, te recuerdo. En instantes de despido estás ahí
con tu voz ausente, pero en tímpano de cumbre abastecida. No hay síntomas de
respiración, sino en tu hoja, escanciada al ritmo marcado por tu pecho, cuando exhalas. Eres
Apolo: diálogo de fantasmas, un efebo que espera lo que esperas, en alas marcadas
para un tiempo. Pregonas su amor, como si fueras Platón, igual a una quimera.
Trazada en su estío, pentagrama del amor, ignorado en medio de la inspiración, al
que te adentra con su alma primeriza, presumes de ser estrella, en tiempo de
espectáculo. Sucumbes a su voz incierta. Te sumes en la vacilación de tu propia
ceniza: introito de ambages y coronas. Lo amas igual, con un amor de antaño: primavera
de flor en el verano. Marea en un incesante vaciarse como un nido. Sabes amar mejor
que ellas. Sabes del amor, igual a una paloma cuando muere y muriendo, bebe del
pico de su igual. Te sacas la lotería desde el cuello alzado, desde la cúspide
de tu cieno. Eres axioma vestido en un deseo, vuelto amor de almas en concierto.
“Es la Guerra
por el cuerpo” Como dice… Pero espera enhiesto, cuando termine el deseo, y te
muerda, como muerden los galgos en el sueño… son dos en un concierto. Lo sabes
amar más no te ama: te mira escoger la ruta de los sueños, te mira empotrar la
duda desde el sueño. Te acaba de ensoñar. Como la escoba la ensueña a ella, como la
deshace de su guía, así te ensueña él, con su bastión de carnes sin sentido.
Muerdes la luna, igual a como muerdes la… Aspiración de fantasma: de espaldas
al ruido que lo acecha. Desde ayer, el banquete de ayer, es el dolor de hoy. Sin
un aroma. Sin una insinuación. Sin una coma. Sin un hurto de canallas. Sin un
hurto de estrellas. Sin la sensación de vacío, sólo con la inspiración de
amarlo, sólo con un báculo de amigos: así te diste paso; ahora te dueles de esa
sensación de amarlo de a-deveras. La
liviandad es el centro de tu estrella; no le dijiste de tu amor, más bien lo
metiste en tus sentidos, igual a una paloma, estrellada en dar de comer al
ensalmo de su simiente de hoy, igual a su dilema: vestido en su complejo sabor:
de almendras en un saco de arenas. Para dentro del mes faltante en el
dibujo del ayer, para escanciar la copa ofrecida del efebo, en la empuñadura
del cieno en un abrazo, así estarás comiendo del mismo plato; mentido por ser sereno de estrellas… La luna miraba
estática un solar de cierzo. En tu almenar un vaso de… Tomado desde la misma
rivera, escanciado desde el mismo árbol insaculado de veneno, así te metes hoy... porque tu alma
virgen lo ama como un sediento ama a su agua limpia y serena: rocío de pétalos
rogando a su sereno en la pulsión eléctrica del sueño: marasmo del olvido. Le regalaste de
ti. Lo obtuviste del mismo Apolo. Lo rociaste de sumun del verso inscrito en el
idioma de ayer: Pincel de Dios como tu guía, salvación de ti, de tu encomio de
antier; copias de ti y de tu hechura... languidece con tu sabor de estelas y de
átomos, como tu propio yo que se muere en un escándalo, ahíto de ser solo a la
vez, sueño de insigne muerto en batalla contra los demás... Del miedo que
ensambla a dos del mismo huerto. Te creas a ti mismo… El big-ban de tu escudero
es tu propia explosión, como un huerto: merece ser principio y fin de todos
los colores de hoy: Incierta sombra, de incierto nido para merecer esta
calumnia. De Apolo en su sitio de dios, al alma de la razón: su propio sitio de
inspiración, por ser prosapia de ayer… Hoy en su estilo, coitando en su ceguera,
por el matraz del incendio de colores con que viene la corrida. Del polvo de tu
amigo, que se levanta desde el aire, languidece en su sueño de venida: polvo de
estrellas. Entonces se cierra el circulo de ceniza, se cierra el polvo para ser
en el lastre, otro polvo, éste de estrellas; vuélvete contra él como te vuelves
contra ti mismo, en insaciable sabor de tu estrella en ceniza de esclavos por
ser de ellos mismos… La incierta nube de negros estigma de… Primero él después
su cremallera… después del polvo, nada, después del aire nada queda: el polvo
lo insacula... la sacaste, la insaculaste de veneno: escanciaste otra vez de tu
propio vaso. Del sumun de él, como si fuera Apolo, como si fuera estrella alada
desde ayer… el pincel como guía en el espacio… Por eso: “En momentos de miedo a
mi ceniza…” solo queda el polvo de él… Tu polvo es el mismo de él: polvo echado
encima de un camaleón, como si fuera la imagen de su cuerpo, como una escueta
situación de escombros de polvo entre dos… de polvo de otro polvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario