Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Un polvo



En momentos de miedo a mis cenizas, te recuerdo. En instantes de despido estás ahí con tu voz ausente, pero en tímpano de cumbre abastecida. No hay síntomas de respiración, sino en tu hoja, escanciada al ritmo  marcado por tu pecho, cuando exhalas. Eres Apolo: diálogo de fantasmas, un efebo que espera lo que esperas, en alas marcadas para un tiempo. Pregonas su amor, como si fueras Platón, igual a una quimera. Trazada en su estío, pentagrama del amor, ignorado en medio de la inspiración, al que te adentra con su alma primeriza, presumes de ser estrella, en tiempo de espectáculo. Sucumbes a su voz incierta. Te sumes en la vacilación de tu propia ceniza: introito de ambages y coronas. Lo amas igual, con un amor de antaño: primavera de flor en el verano. Marea en un incesante vaciarse como un nido. Sabes amar mejor que ellas. Sabes del amor, igual a una paloma cuando muere y muriendo, bebe del pico de su igual. Te sacas la lotería desde el cuello alzado, desde la cúspide de tu cieno. Eres axioma vestido en un deseo, vuelto amor de almas en concierto. “Es la Guerra por el cuerpo” Como dice… Pero espera enhiesto, cuando termine el deseo, y te muerda, como muerden los galgos en el sueño… son dos en un concierto. Lo sabes amar más no te ama: te mira escoger la ruta de los sueños, te mira empotrar la duda desde el sueño. Te acaba de ensoñar. Como la escoba la ensueña a ella, como la deshace de su guía, así te ensueña él, con su bastión de carnes sin sentido. Muerdes la luna, igual a como muerdes la… Aspiración de fantasma: de espaldas al ruido que lo acecha. Desde ayer, el banquete de ayer, es el dolor de hoy. Sin un aroma. Sin una insinuación. Sin una coma. Sin un hurto de canallas. Sin un hurto de estrellas. Sin la sensación de vacío, sólo con la inspiración de amarlo, sólo con un báculo de amigos: así te diste paso; ahora te dueles de esa sensación de amarlo de a-deveras.  La liviandad es el centro de tu estrella; no le dijiste de tu amor, más bien lo metiste en tus sentidos, igual a una paloma, estrellada en dar de comer al ensalmo de su simiente de hoy, igual a su dilema: vestido en su complejo sabor: de almendras en un saco de arenas. Para dentro del mes faltante en el dibujo del ayer, para escanciar la copa ofrecida del efebo, en la empuñadura del cieno en un abrazo, así estarás comiendo del mismo plato; mentido por ser sereno de estrellas… La luna miraba estática un solar de cierzo. En tu almenar un vaso de… Tomado desde la misma rivera, escanciado desde el mismo árbol insaculado de veneno, así te metes hoy... porque tu alma virgen lo ama como un sediento ama a su agua limpia y serena: rocío de pétalos rogando a su sereno en la pulsión eléctrica del sueño: marasmo del olvido. Le regalaste de ti. Lo obtuviste del mismo Apolo. Lo rociaste de sumun del verso inscrito en el idioma de ayer: Pincel de Dios como tu guía, salvación de ti, de tu encomio de antier; copias de ti y de tu hechura... languidece con tu sabor de estelas y de átomos, como tu propio yo que se muere en un escándalo, ahíto de ser solo a la vez, sueño de insigne muerto en batalla contra los demás... Del miedo que ensambla a dos del mismo huerto. Te creas a ti mismo… El big-ban de tu escudero es tu propia explosión, como un huerto: merece ser principio y fin de todos los colores de hoy: Incierta sombra, de incierto nido para merecer esta calumnia. De Apolo en su sitio de dios, al alma de la razón: su propio sitio de inspiración, por ser prosapia de ayer… Hoy en su estilo, coitando en su ceguera, por el matraz del incendio de colores con que viene la corrida. Del polvo de tu amigo, que se levanta desde el aire, languidece en su sueño de venida: polvo de estrellas. Entonces se cierra el circulo de ceniza, se cierra el polvo para ser en el lastre, otro polvo, éste de estrellas; vuélvete contra él como te vuelves contra ti mismo, en insaciable sabor de tu estrella en ceniza de esclavos por ser de ellos mismos… La incierta nube de negros estigma de… Primero él después su cremallera… después del polvo, nada, después del aire nada queda: el polvo lo insacula... la sacaste, la insaculaste de veneno: escanciaste otra vez de tu propio vaso. Del sumun de él, como si fuera Apolo, como si fuera estrella alada desde ayer… el pincel como guía en el espacio… Por eso: “En momentos de miedo a mi ceniza…” solo queda el polvo de él… Tu polvo es el mismo de él: polvo echado encima de un camaleón, como si fuera la imagen de su cuerpo, como una escueta situación de escombros de polvo entre dos… de polvo de otro polvo.

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