Paraíso.

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jueves, 13 de septiembre de 2012

El vampiro



La danza del vampiro comienza por la niebla. Sigue por la hondonada que cruza la cañada y va entre las naceduras del río, entre piedras embreturadas para el agua corriendo por sus visillos. La danza del vampiro es una sacra insolación de sol a media mañana, no se ve a sí mismo sino en los ojos arrobados. Se viste de caballero en el vaivén de cerveza: espuma en agua  muerta en blancor de agua ensimismada, si no, es por sus fauces que segregan seol al influjo de su cuello, abarrotado de fantasmas. El vampiro es una alma que pena por las piernas de ella, por su cuello, por su cara, por sus manos, por sus brazos, por el estupor de su presencia ante al peligro de la muerte. No abandona el vampiro a su igual: ella que mana de esa agua vital y lacustre como su bilet prendido en unos labios que esperan… los labios de ella, su cuello, la savia en sus venas encordadas de lamento. No sabe el vampiro de lo que le espera, es un vicioso de la vista ajena, por decir un voyeur encajado en la oscuridad con su capa y sus colmillos como nieve. El vampiro sucumbe al artero hechizo del día, no ve, se escapa, no quiere con ella, la desea para mejor vida, no la adentra, la chupa: un conejo muerto a mediodía de muerte de abandono. El vampiro no es vampiro, es la danza del vampiro que alarga sus días en simiente muerta como sus noches. No avanza por la ladera de su cuerpo, sólo quiere su cuello para volverla símil de su espejo. No quiere maltratarla, más bien desea darle vida de por vida. La danza del vampiro es una figura retórica del miedo… del color de su bilet: labios de amalgama. No los desea, no los fragua, no los espera, enciende una pasión en muerte de cuerpos exangües después de hacerlo. El vampiro y su danza promulgan lo faltante a deshoras, sacude al ciempiés avanzando al ritmo de sus días. El vampiro y su danza es un solitario, escasea en la hora de la oración; a la hora nona no se expone a la estaca de su baile preferido. Campea por el desierto a ver si chupa su aliento y el contorno de su cadera. La danza del vampiro las prefiere jóvenes y rubias. No se sabe a qué viene esto de su preferencia, pero se da a notar, es el color de su sangre y llama a comulgar con ese líquido en momentos de muerte para sí mismo… quizá la danza del vampiro se enciende en muerte con muerte, como si fuera un dios dando la vida eterna. La danza del vampiro es la imagen del principio, no hay vida, no hay suicidio, no hay… más que noche y día. Encierra entre sus muslos desiertos de arena calcinada en papiros secos como la tierra partida. La danza del vampiro es la insaciable muerte en el banquillo. La danza del vampiro muere en su verdor… sus ojos penetrantes son la amalgama que falta para dar al traste con el oro. No se sacia, bebe, no desea, se contonea en sí mismo, no pide más, se cuela en el bolsillo como un pedirla a gritos; su romance con la muerte es de pozo en pozo y de a poquito; no se arriesga, sucumbe al dolor de sus días largos y sus noches cortas. No cedazo a su caída, no agua deshecha, no lago cubierto por la niebla, no; es una salobre lágrima de ella, antes de la muerte. La danza de vampiro es una letra a la izquierda. No sabe de morir, sabe del nacer en el cuello afilado de sus colmillos que lo adhieren. La danza del vampiro no tiene falo… es una danza. Crea en sí mismo un vaivén de brazos caídos al peso de su propio almíbar. La danza del vampiro en un pozo sin fondo a media noche, a medio día es un estar en suspenso como la niebla angosta. La danza del vampiro en un vuelo, una capa convertida en alas y un sopor convertido en sueños: bebe y se duerme, como si su líquido llegara justo con el día. La danza del vampiro juega a la Rueda de la fortuna, rueda sin fin… avanza desde el sarcófago. Ama las cortinas, le dan sustento a su imagen sin su sombra… no teme a la luz, teme al sol porque seca su piel de cartón y popelina… Se acuesta ahíto de sangre de ella… porque las prefiere rubias como el cine sonoro y a colores, no sabe del azul, el blanco es su tono preferido… Es un error necesario en una página sin ruido.

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