El arzón de la copa
de absenta me lleva hasta el cadalso. El cerrojo amenaza mi almenar… en la copa
yacen los labios de ella y he tomado de la misma copa, no sé por qué lo he
hecho. Me amilano ante la exhalación del néctar de Calabria. No hay síntomas de
habitación para dos en esta mesa, no hay sitio de respiración para dos olores
en estas sillas que suben y bajan como los gotones del aguacero de hace un
rato. La bebida aún está recién servida, la copa está a medio tomar: un trago
de ella uno mío… largos como una aspiración de un lío de cigarro almibarado,
largo como este perfil… sombrea la noche allá desde el océano, largo como esta
sombra, largo como si se fuera a terminar sin llegar a hacer su efecto. La
absenta es la muerte para los dos. Lo haremos a su influjo de arena, de su raíz
ancestral, de sus hojas carburadas por la maceración de su musculatura,
eyaculadas por este proscenio de encomio como la maduración de su embalse para,
así, haga el daño a la masa cerebral y la consuma. La pintaré desnuda como la
copa de vino de ayer a esta hora. Si fuera ajenjo no daría ni un céntimo de
garganta para su peso, peso líquido para al vapor de agua escanciada desde el biombo detrás de la
escalera; la escalera le da cuerpo al biombo donde se desviste para no verla
merecer el cuerpo así nomás como a deshoras. Es absenta como sus ojos después
de beberlo ansiada por la cruda de ayer al mediodía, como los camellos de
Abisinia, como las mariposas de Michoacán… Por toda la cadera vuelan y caminan
sobre sus huellas de arena; después de hacerlo es beberse de un soplo el sol de
mediodía, arrastra consigo un simultáneo de la misma habitación para dos, ahora,
en esta mesa. No está, ha ido al baño, ya la escuché en el rumor de su orín
venir desde lejos como si fuera el horizonte de lunada del desierto. Es alta y
espigada como las mujeres de Estambul, se embeben sus ojos de esta luz que cae,
sus manos se mueven suaves, su voz cálida se mete por entre las cortinas de
este cuarto. Embebe la absenta como si fuera un introito de ventana como a las
doce; me hace voltear y el slogan cubriendo sus pechos me vuelve a decir su
pensamiento en su respiro: “Bebe de mi luz”. No ha regresado, me resbala por
entre mi piel el olor de… dejó en sus pasos de elefante por este río de pasos
hacia allá… el arzón de absenta me lleva hasta su falda, ella lo sabe. Ya está
el batallón de pinceles y la redoma espera con los colores a la vista… debo
beber tres copas de ajenjo antes de penetrarla con estos pinceles, si no, no
puedo hacerlo, me dan ganas de abrazarla. En el cartapacio guardo esas alas de
mariposa para copiarlas con las agujas, su piel toda abrazada en un incendio de
alas, con sus tornasoles, con sus bordos redondos, con sus páginas vueltas
libro. Así iré caminándola, ella también caminará con el dolor que le produzca
la insaculación del color por entre su piel dorada, por entre sus pliegues y
sus piernas; mientras, permanezco mudo y absorto en el ruidito de la máquina al
tejer sobre su piel. Ya recorrió con sus ojos la bandeja de colores, ya se
arrobó con la ensoñación de los colores, ya se soñó con sus alas en la espalda,
estas alas multicolores la harán ser
como dos palmeras en el sueño del mediodía. La absenta hace su efecto, me han
dejado de temblar las manos, siento mis ojos ensoñados, antes penetrantes, mis
brazos están tibios. Ella permanece sentada en sus lotos, de vez en vez
cierra los ojos como para dormir, la hora se acerca. Los colores están
sedientos, las agujas afiladas, mi pulso firme, la máquina aceitada entre sus
hierros. El cartapacio está abierto… La cola de la mariposa dará directo a la
comisura de sus nalgas; meteré fino el buril para esculpir su piel en esa zona,
prohibida para mí por ser quien la pinta, prohibida para mi manos sino es por
los colores, escanciados desde mis dedos, embaucados con sus sueños como
espermas en gestación. La absenta ha hecho su efecto adormecedor para su piel y
para mis ojos, para la tibieza de mis carnes y sus carnes, para la fijeza sólo
en el color, para la fermentación de mis manos a su piel, a su sudor que saldrá
a pesar de la absenta… adormecerá parte de sus poros y su piel, a pesar del
ajenjo, adormecerá parte de mi dolor, dolor de verla así tendida en la alfombra
cual lienzo para mis ojos, cual envergadura para mis dedos de color…
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