Estás ahí con el torso desnudo, te acaricias y me
dices:
––Ella me dijo si quería aventarme un tirito con
ella, desde luego le dije que no, que a mí me gusta eso.
Se me quedó mirando a mis nalgas y agregó:
––No es a fuerzas, solo te pido que me digas si te
gustó o no; pero, sobre todo, quiero que sigamos siendo grandes amigas, como
hasta ahora.
Yo le pregunté si no había dicho nada de su torso…
desde luego, contestaría que no se lo había visto.
Pero me inquietaba que ella se los viera a sí misma
y tratara de alcanzárselos con la… No me atreví a decirle eso, pero le dije:
––Cómo serán sus fascinaciones… quiero decir: cómo
serán sus fantasías contigo.
––Mmmm ––dijo–– es como besarse el cuerpo una misma…
se conoce cada milímetro del cuerpo de una y eso hace que se lo imagine
placentero… pero no te cambio… no lo cambio por nada.
Entonces me levanté de la cama en la que
platicábamos, me fui a su closet y saqué su vestido rojo, jalé el cajón de sus
calzones y saqué el calzón negro, me calcé el vestido y me puse sus bragas;
mientras, ella seguía con su libro.
––Qué haces ––dijo, sin verme… sin voltear a verme.
––Nada, aquí frente al espejo.
Me maquillé, le di el tono rosa a mis labios, me
puse polvo en las mejillas, les di rubor, luego contonee los ojos, me pinté las
cejas, recorrí con el cepillito las pestañas, me calcé una de sus zapatillas y
le dije:
––¡Ahora sí, puedes ver!
Ella volteó a verme, se quedó viéndome fijamente, se
quitó la bata, se quitó las bragas y me dijo:
––Solo déjate llevar… yo te diré cómo… adonde es el
lugar… los lugares.
Sí, se comienza por lo talones, se sigue por los
tobillos, luego hizo frente a mí su número que tanto me gusta, la seguí y, sí,
ahí estaba como un grano de arroz, salido del montón, asomaba su… me abalancé
sobré él, ella dijo:
––Sshhhh, quietecito, es suave como un gota, si la
tocas con esa valentía se caerá y no volverás a saber de él, comienza de nuevo.
Me bajé a los talones, seguí por los tobillos,
alcancé sus ingles y despacio, como si fuera un pincel, la fui dibujando
suavemente hasta que asomó de nuevo.
Sus labios estaban secos por su respiración
acompasada y… había néctar en la mojadura de su piel, me jaló hacia ella, me
besó, mi tinta manchó su piel.
Comenzó por la… el vestido cayó al suelo, la braga
estaba en medio de la estancia, me llevó al mueble y ahí mismo me dijo:
––No, esto no lo cambio por nada.
Me la abrazó, frotó suavemente e instó los caballos
como si fueran hecatombe…
Lo hizo tan sola, que yo sólo veían y soñaba con
eso: que ella era yo y yo era ella…
––Siento lo mismo ––me dijo al oído.
Nunca sentimos a la noche, amaneció, le acabo de
llevar un plato de frutas, no quiso levantarse, solo jaló la colcha y se
acurrucó.
––Solo… dame un beso.