Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

viernes, 29 de junio de 2012

Sueño


Estás ahí con el torso desnudo, te acaricias y me dices:
––Ella me dijo si quería aventarme un tirito con ella, desde luego le dije que no, que a mí me gusta eso.
Se me quedó mirando a mis nalgas y agregó:
––No es a fuerzas, solo te pido que me digas si te gustó o no; pero, sobre todo, quiero que sigamos siendo grandes amigas, como hasta ahora.
Yo le pregunté si no había dicho nada de su torso… desde luego, contestaría que no se lo había visto.
Pero me inquietaba que ella se los viera a sí misma y tratara de alcanzárselos con la… No me atreví a decirle eso, pero le dije:
––Cómo serán sus fascinaciones… quiero decir: cómo serán sus fantasías contigo.
––Mmmm ––dijo–– es como besarse el cuerpo una misma… se conoce cada milímetro del cuerpo de una y eso hace que se lo imagine placentero… pero no te cambio… no lo cambio por nada.
Entonces me levanté de la cama en la que platicábamos, me fui a su closet y saqué su vestido rojo, jalé el cajón de sus calzones y saqué el calzón negro, me calcé el vestido y me puse sus bragas; mientras, ella seguía con su libro.
––Qué haces ––dijo, sin verme… sin voltear a verme.
––Nada, aquí frente al espejo.
Me maquillé, le di el tono rosa a mis labios, me puse polvo en las mejillas, les di rubor, luego contonee los ojos, me pinté las cejas, recorrí con el cepillito las pestañas, me calcé una de sus zapatillas y le dije:
––¡Ahora sí, puedes ver!
Ella volteó a verme, se quedó viéndome fijamente, se quitó la bata, se quitó las bragas y me dijo:
––Solo déjate llevar… yo te diré cómo… adonde es el lugar… los lugares.
Sí, se comienza por lo talones, se sigue por los tobillos, luego hizo frente a mí su número que tanto me gusta, la seguí y, sí, ahí estaba como un grano de arroz, salido del montón, asomaba su… me abalancé sobré él, ella dijo:
––Sshhhh, quietecito, es suave como un gota, si la tocas con esa valentía se caerá y no volverás a saber de él, comienza de nuevo.
Me bajé a los talones, seguí por los tobillos, alcancé sus ingles y despacio, como si fuera un pincel, la fui dibujando suavemente hasta que asomó de nuevo.
Sus labios estaban secos por su respiración acompasada y… había néctar en la mojadura de su piel, me jaló hacia ella, me besó, mi tinta manchó su piel.
Comenzó por la… el vestido cayó al suelo, la braga estaba en medio de la estancia, me llevó al mueble y ahí mismo me dijo:
––No, esto no lo cambio por nada.
Me la abrazó, frotó suavemente e instó los caballos como si fueran hecatombe…
Lo hizo tan sola, que yo sólo veían y soñaba con eso: que ella era yo y yo era ella…
––Siento lo mismo ––me dijo al oído.
Nunca sentimos a la noche, amaneció, le acabo de llevar un plato de frutas, no quiso levantarse, solo jaló la colcha y se acurrucó.
––Solo… dame un beso.

domingo, 24 de junio de 2012

El pez... nada hacia arriba.


“El pez nada hacia arriba”, ¿será una verdad de Perogrullo? O ¿El pez… nada hacia arriba?
Cualquiera de las dos propuestas puede concebirse de la lectura de A/salto de río (agonía de salmón) de Raúl Renán. Segunda edición. Versodestierro, 2012.
Este salmón, en que se convierte Raúl Renán, no nada hacia arriba o, No… nada hacia arriba, va a contracorriente, bueno, los salmones van a contracorriente en la cumbre de su vida, cuando han madurado, nadan hacia arriba para ir a desovar.
Pero en este caso, Renán viaja hacia para ir al sartén.
Aparte de que se desprende de la propia lectura, lo dice en uno de sus versos: “Después de un agobiante viaje entre trozos de agua desbocados descansará mi agobio en una sartén crepitante adiós hijitos huevecillos”.
Lo primero es desentrañar a la sintaxis, pues la lectura no es ortodoxa.
Lo segundo, descubrir, que, en estos versos, en realidad el poeta viaja: en la metáfora de nadar hacia arriba y terminar, no en el desove, no en el placer, sino en el otro lado del agua: en el sartén.
Lo tercero es que en la realidad ¿Cuál? Los versos se leen de atrás… desde el pie de la página hacia arriba; por un instante creí que así era todo el libro: que podía leerse de desde la última página a la primera ¡En realidad así es! No solo se puede leer, comenzando por la primera página, desde el pie hasta la cumbre, y de ahí, seguir a la siguiente página, sino que puede comenzarse desde la ultima página, a pie de página y recular hacia la primera, siempre en lectura ascendente… igual, a como lo hace el salmón en tiempos de desove, solo que el salmón también sabe nadar en corriente plana, es decir: en corriente oceánica.
Un pez que termina en el sartén, es… una forma prosaica, pues ya se sabe, de por sí que todos los peces están destinados al sartén o, cuando más a la pecera.
Pero el poeta se salva porque su océano es la muerte por Mandato supremo ¿Dios? ¿El instinto? ¿El agua? ¿El océano?
Ya el lector sacará sus propias conclusiones.
Lo que sí se advierte es que, el libro es la metáfora de la vida: siempre vamos a contracorriente, es lo que se lee en este libro que se inunda en estas bifurcaciones hasta no saber hacia donde es el rumbo, el rumbo que ineludiblemente es la muerte ¿En el sartén? O, la muerte por placer… se supone que los peces gozan del placer de desovar, si no, ¿qué caso tiene ese viaje absurdo, de tan largo y absurdo de ir tan hacia arriba?
No lo sabe el poeta, quien solo dice lo que descubrió.
No lo sabe Renán, que solo sabe que, como el salmón, va… ¿vamos hacia arriba? Pero como una forma de encaminarnos hacia la tragedia del diario vivir: el agua y el diario ir a contracorriente: en pos de la muerte.
Renán, logra en sus versos, la difícil sencillez de decir, sin que asome… mas que su angustia de nadar en pos de ¿Qué?
Karl Kraus, dice que en arte, la pregunta resuelta se convierte en otra pregunta, o sea: la solución del enigma es otro enigma.
Pero aquí, la meta es el camino… el camino instintivo de nadar para estar en otro tiempo y en otro lugar y en otro ser… porque si no es el instinto ¿qué es?

sábado, 23 de junio de 2012

Pecado



Ardía, como un hogar hecho de palos. Soñaba sin cesar en cada aroma de su cuerpo, era una fiesta sin fin en el infierno. Se quejaba del placer que le causaba, tanta soledad abastecida; los galgos rabiosos sobre la piel eran la copa en la mano derecha. Tenía una gota del demonio ese brebaje hecho de granos. Tú, la que soñabas con el cuento, no sabías de qué encontrar, cuando se envuelven los dedos en tres hojas de… las hojas eran de María y Juana, pero la copa era de absenta. Te fuiste como a las cinco de la mañana, desnuda, hacia la playa; te metiste a lo hondo de la arena y te seguí. Era una madrugada sin luceros, las olas estaban calmas: se arrodillaban en el médano, para dejar su venida de espuma. No hubo en la sequía, tanta canción de medianoche… pasada la medianoche de aquel día insatisfecho, con hojas y absenta.
Te arrodillaste en ti, igual que las olas y bebiste de esa espuma; cuando estuvimos en la morada del nacimiento de los soles, nos fuimos caminando hacia la… el cauce era de arena, la cama de cemento y el erial de luces en arbotantes, se mecía detrás de tus pechos puestos como un dogma en sol levante.
Amanecía ya; en eso, un policía de punto quiso acompañarnos; tú le dijiste que sí, pero que bebiera de la copa; alebrestado ante tanta… la emoción lo ganó para siempre: tú te fuiste con él y, yo desnudo, deambulé entre las páginas de neón como un cursor en la pantalla blanca… La copa de absenta seguía ahí; entonces lié papel arroz entre mis labios, entresaqué las plumas que volaban entre el papel de pan, pero tú no quisiste. La quincena estaba bien pagada, la hora de los adioses estaba aún lejos, pero de pronto, sacaste un fajo de billetes… no supe más de mí.
Al día siguiente, en la reja, te dije del dinero. ¿Acaso no sabes contar?, preguntaste. Sí, contesté, sí… solo eso, solo sé contar.
Entonces el policía de punto encendió el hogar. ¡Fuego!, gritaste; al momento lo encendió y tú te moviste del lugar, se encerraron en lo hondo de la escollera que da al poniente, yo ya estaba fuera, yo ya estaba con el palmo hecho de nances, yo ya estaba de plano en algún lugar, excepto que no había alcohol para las venas… el fuego ardía como un hogar hecho de palos, la piel quemaba de tanta rojedad en los cachetes, los dedos abrazados de tanto abrazar…

lunes, 11 de junio de 2012

El toca discos


La canción suena, yo le sonrío a ella mientras escucha, pero pienso: esta perra quién sabe qué buscará oyendo esa canción. Voy y le doy un beso, ella sonríe dulcemente… cree que no me doy cuenta de su trampa, de lo que trama. Sabe que lo sé y, aun así se atreve a reír con dulzura como si no supiera yo que la canción que suena la repite en su pensamiento y esa canción excluye todo encanto de dulzura acerca de… pero el disco acaba de terminar, entonces me dice: dale a la que sigue. Le doy un beso en la mejilla y me digo: me equivocaré y pondré la otra canción que me recuerda a… ella no se dará cuenta. Después del beso, voy, de manera cautelosa, tratando de recordar el número de canción que lleva la que yo quiero oír… son veinte pasos desde donde ella se encuentra hasta el toca discos. Los asumo con parsimonia, aunque por dentro esté yo hecho un guiñapo por la furia, así: con furia, pero templados mis movimiento, le doy vuelta al cursor para buscar la melodía que a mí me gusta, pasando por alto, la que ella me indicó que yo pusiera. Ya estoy con la mano puesta en el cursor y, desde allá, ella afanada en no sé qué cosa, me grita: es la número 154… esa es la que quiero. Yo contesto: sí, mi amor. Enseguida le doy de volteretas a la manija para llegar a donde supongo está la que me gusta que es la 301, entonces ella se acerca por mi espalda, me besa en la espalda, yo sigo entregado a mi furia por la maldita canción que escuchaba, me volteo y le doy una palmadita en su mejilla, ella vuelve a sonreír con esa risa que me mata. Entonces, quita mi mano del cursor, la jala hacia sí y la pone en su trasero, yo la abrazo, le sobo las nalgas duras y ponientes, en lo que lo hago le busco el cuello y le digo: quisiera ser el de la canción. Entonces ella me contesta: Ay querido, para eso se requiere estar conmigo a toda hora. Me sorprendo y me pregunto a mí mismo: ¿acaso no estoy contigo a toda hora? De nuevo se me queda viendo y me musita al oído, en donde andabas, te caché, te quedaste pensando por un instante: ¿en quién pensabas? Ya lo sabes, le digo; no es necesaria tu pregunta, solo que quiero dedicarte una canción. No, dice ella, yo estoy oyendo mis canciones, no es tu hora, al rato que yo termine de oír podrá escuchar la que quieras, ahora no. Entonces, la canción que escuchas ¿no es para mí? No, dice ella, la canción que escucho tiene qué ver conmigo misma ¿Acaso nunca me has visto sola, cuando estoy a solas?
Me doy por vencido, giro y pongo al 154.

domingo, 10 de junio de 2012

Inicio.

En el inicio fue la esfera, cantos rodados sobre lodos, después el espejo: rostro en piedra. Después el ruido al tomar el agua de la vasija hecha con la palma de las manos. En el principio no había sino cuerdas colgantes, piedras romas en un estío largo y vacuo como el silencio del bosque. En el principio se ahogaban en el precipicio varias caídas; pero al tanto, estaban la tierra echada en cumbres y helada de costa a costa, en un canasto de mimbre, los días que soleaban de día con día, una noche sí y otra también. En el principio estaba el rostro ahogado, el pozo de voz sin nombre, el rostro sobre el lago... de ahí, vino la calma, el sueño, la voz del otro, los caminos salvables o en calma, los roedores del universo: que era, el horizonte sin ser lo señalado. Dios se volvió un ser huraño, escapaba en truenos de fuego, se liaba a puños con la lluvia, corría el agua en madre de cauces abiertos hacia el fin de ese tiempo cercano, como cercano estuvo todo el tiempo... a la mano lo que se veía. Después ya no fue el principio, se echó a correr la salida de la luna, se contaron las lunas, se vio que coincidían en poses, con la cintura del cerro amanerado en un sentido. Sí, en el principio estuvo el útero de la... para amañar lo que cuesta sentir la presencia de lo que se encierra en un candado; no estaba el tiempo para esperas; la corrida del campo, era, para los eunucos, más que rumbos de esteras en el nido... el nido era, un contumaz entuerto de canallas, en lo hondo de bosque espiaban culebras, sopores del sueño... luego se descubrió el sueño a voluntad, siempre se quiso soñar, en el sueño, habían espantos, ríos caudalosos, colores rumiantes, en el principio... sí, en el principio.