“El pez nada hacia arriba”, ¿será una verdad de
Perogrullo? O ¿El pez… nada hacia arriba?
Cualquiera de las dos propuestas puede concebirse de
la lectura de A/salto de río (agonía de salmón) de Raúl Renán. Segunda edición.
Versodestierro, 2012.
Este salmón, en que se convierte Raúl Renán, no nada
hacia arriba o, No… nada hacia arriba, va a contracorriente, bueno, los
salmones van a contracorriente en la cumbre de su vida, cuando han madurado,
nadan hacia arriba para ir a desovar.
Pero en este caso, Renán viaja hacia para ir al
sartén.
Aparte de que se desprende de la propia lectura, lo
dice en uno de sus versos: “Después de un agobiante viaje entre trozos de agua
desbocados descansará mi agobio en una sartén crepitante adiós hijitos huevecillos”.
Lo primero es desentrañar a la sintaxis, pues la
lectura no es ortodoxa.
Lo segundo, descubrir, que, en estos versos, en
realidad el poeta viaja: en la metáfora de nadar hacia arriba y terminar, no en
el desove, no en el placer, sino en el otro lado del agua: en el sartén.
Lo tercero es que en la realidad ¿Cuál? Los versos
se leen de atrás… desde el pie de la página hacia arriba; por un instante creí
que así era todo el libro: que podía leerse de desde la última página a la
primera ¡En realidad así es! No solo se puede leer, comenzando por la primera
página, desde el pie hasta la cumbre, y de ahí, seguir a la siguiente página,
sino que puede comenzarse desde la ultima página, a pie de página y recular
hacia la primera, siempre en lectura ascendente… igual, a como lo hace el
salmón en tiempos de desove, solo que el salmón también sabe nadar en corriente
plana, es decir: en corriente oceánica.
Un pez que termina en el sartén, es… una forma
prosaica, pues ya se sabe, de por sí que todos los peces están destinados al
sartén o, cuando más a la pecera.
Pero el poeta se salva porque su océano es la muerte
por Mandato supremo ¿Dios? ¿El instinto? ¿El agua? ¿El océano?
Ya el lector sacará sus propias conclusiones.
Lo que sí se advierte es que, el libro es la
metáfora de la vida: siempre vamos a contracorriente, es lo que se lee en este
libro que se inunda en estas bifurcaciones hasta no saber hacia donde es el
rumbo, el rumbo que ineludiblemente es la muerte ¿En el sartén? O, la muerte
por placer… se supone que los peces gozan del placer de desovar, si no, ¿qué
caso tiene ese viaje absurdo, de tan largo y absurdo de ir tan hacia arriba?
No lo sabe el poeta, quien solo dice lo que
descubrió.
No lo sabe Renán, que solo sabe que, como el salmón,
va… ¿vamos hacia arriba? Pero como una forma de encaminarnos hacia la tragedia
del diario vivir: el agua y el diario ir a contracorriente: en pos de la muerte.
Renán, logra en sus versos, la difícil sencillez de
decir, sin que asome… mas que su angustia de nadar en pos de ¿Qué?
Karl Kraus, dice que en arte, la pregunta resuelta
se convierte en otra pregunta, o sea: la solución del enigma es otro enigma.
Pero aquí, la meta es el camino… el camino
instintivo de nadar para estar en otro tiempo y en otro lugar y en otro ser…
porque si no es el instinto ¿qué es?
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