Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

viernes, 26 de octubre de 2012

Orgasmo



La veo ––otra vez–– Sola. Se mueve. Se ata a su aureola como un aro en cúspide de arena: La Cordillera de los andes. Respira y supura. Muerta el alma es todo cuerpo silabeante y ámbar. Se columpia en su solidez de estaca. Almíbar. Se sonsaca y pronuncia su nombre con la yema. Al son rítmico arriba y se embauca. Como dos nances su sonora caradura… se suaviza y anda. Como carne dos sinuosas andaduras. Cierra los párpados,  abre el sobre del correo. Lo hincha de saliva en gozne. Prorrumpe, abre con dos yemas en idus del otoño en néctar. Se columpia otra vez “La chispa de la vida”. Menea. Sorraja. Un cardume de atroces andaduras, solemne misa en cuerpo presente y muerte y nudo. Solivianta una cuerda en caradura ¡Atiza! Se levanta en numen-oro. La diadema solitaria está echada hacia atrás. Se encuentra postrada como en coma de hurto en plena carretera. Se asola al espejo y ve. Se agolpa en un solitario gemido de almidón. Se adhiere al soplo del vaho de sonrisa. Se levanta, ruge. Se adhiere y carcajea. Se agarra al almidón de su yema, honda marea de ahorcajada. Un marasmo silente en jadeo. Se respira. Se huele. Se siente. Se ve. Se hipnotiza. Prorrumpe en el meneo sólido… lacerante de un odio insatisfecho. Corre la cremallera como en viña solitaria. Rompeduras de isla y estaño de correo. Moja el sobre de saliva. Lo adhiere a la cerradura y muerde. Se menea más rudo en golpe, más suave con su roce en yema coma de agonía… dos, tres… diez. Y se solaza, toma otra vez la vía. Tren subterráneo de hierro con hierro en freno de cobalto, arcón de cierre en llanta de hule prosaico como el negro. Nubarrón de seda entrometida hasta el tuétano de orgullo se mete más acá del sueño en tierna seña. Se somete a la yema y urge un barrunto de soliloquio en sueño… otra vez seda. Sorda. Lenta y agónica. Sucumbe, se levanta. Se queda y se va. Vuelve al resane, cepilla. Toma un respiro. En aroma se distiende. Maravilla de cuerpo, trae la pausa en cita  de regreso al lado de su mano; solaza en volumen la plática en silencio. Escucha a la cumbre de corbeta, de paquete en elevado tanque de su sombra, continúa en comento de su yema en planta baja. Como siempre entre penumbra. No reflexiona. Menea. En cariño se acaricia,  se queda en mensaje encontrado en revista de su pelvis. En cierto día playero en lanza de arena hasta el mar en caracola agarrada a su hombre que la mira… el mismo de barba de candado, me veo. El mismo de marea entre penumbra hasta laguna… desde esta orilla demasiada estrella para su marasmo. Toma la estrella de mar, la tiene entre sus cartas: dos naipes rojos y redondos. Soluciona al mundo en su toque… roce de yema se adentra a veces en esa catadura. Ser como es después de tristeza. Sonríe entre penumbra feliz y agradecida, se desvanece la tristeza. Le da cuerda otra vez a la cordillera en semilla minúscula, tardía, explosiva como pensamiento en ristre. No se pierde, camina sobre el meandro de su orilla. Se adentra otra vez. Se adhiere al cuerpo. Corre el… por puro placer del cuerpo se solaza ¡Otra vez! Se anima, carrera trotadora en mula… espina dorada de silente abrojo diez ya son muchas pero sigue hasta la explosión cuando comience el sueño, se pegue a la colcha, la meta entre sus piernas, eche la cabeza para atrás en cisne, juega en vida madura, infancia plenilunio, se vuelve niña, saca su agosto para el día trotando otra vez sobre penumbras su noche predilecta. Se divierte entre líneas… lo dirá a ver quién agarra el mensaje… se moja otra vez como siniestra la mano se adscribe a la vertical del hielo para llegar hasta arrostrar un calor amigo del silencio en su abdomen… juega la semilla entre dedos de corveta, importa un quejido desde adentro, lo columpia, se vuelve contra sí misma en su hombre: la mira estático; son las siete en horario normal. Se convierte muñeca de sí sola como si fuera su propio nombre, se acerca al concepto de familia, por un instante se huele en él y se convierte madre de familia a su edad apenas cruzada la... Se tomó su… antes de empotrar su ingenio de chamaca colocada en esta vía sideral en cómplice de reunión de dos carnes satisfechas para dentro de un mes y sola. En camisón. En acuerdo. Va, coordina uno a uno sus movimientos de cabeza, manos, yema y semilla. Se ordena en un camastro lleno de… ya son las ocho de la noche, luce penumbras en horario de verano. Se enlista al bastión; sigue en punto de… muchas veces adosada en sentido conjunto. Inicia al mayor. Sigue. Se succiona. Desde arriba, solaza las manos. Enchincha dos motrices a la rauda… exhorta una manía, se adentra para sí misma en diverso cuerpo de mente, de alma, de espíritu. Aspira a la vertical del aire. Se toma del hilo de la respiración, adosa un enemigo para afuera, acomete, se adentra un poco… ¡Ataca! ¡Resuella! ¡Se agolpa! El cabello en su cuadro de cara late… suelta. En redondo su basto. En cueros de amalgama aprisa. En diceres de lamento… se lamenta a sí misma, releva la vega del río que late y azora… ordena al día para, así, se azore ––también–– en la miasma que late aprisa. Se quiere. Se establece. Se comisiona. Embadurna en carajo lo faltante. Los cabellos de Mona lisa se adhieren a su pecho desnudo. No se hincha de abrojo por su pelo, lo deja correr, se abrace a su rostro que sufre; se embadurne al columpio de arena. Se excede. El camisón levanta su falda más allá de la arena del río, ve, espía desde afuera. Levanta y recorre la pierna en escarnio, dispone de su uso horario a como le da la gana en este momento, instante de instantes. Se vota del río y acude al nivel del agua, fluye desde arriba. Un faldón de ruina se arrostra en calumnia de ruiderío sin coma de abasto. Revienta en uno más. Se adhiere a la espiral ––ya–– del aire. Se jala del moño, lo prorrumpe, lo saca al aire de oreo con la carne. Los ojos suaves. La boca abierta. Las manos atroces. Las piernas desnudas. Puede. Se acepta. Se puebla de manos y yemas. Se presenta. En fácil orgullo avasalla al síntoma de… dispara un… y lo coge. Inicia. En abdomen vacío  se acelera el juicio de somnolencia a turno. Baja. En protección de espía. El órgano ausente se nombra solo. Se conoce. Sanciona al espacio en prematuro silencio de penumbra. Pasa. En pájaro de guía, momentáneo síntoma de cusca. Amiga de entrometida línea. Ejemplo a seguir en su ser entero. Tampoco se llore en casa de su amiga intima. Muere, revive, se levanta y se acuesta; vuelve una y otra vez, como cuando lo hace con ella. Presencia toda en su espejo taciturno, ve de vez en cuando de ojos abiertos, cama sola… no permite la toque nadie, amistad para mañana, ahora es sola y nada más. Se esparce y se carcome. Mete a lo profundo en báculo de amigo. Se ahonda. Se permite un solaz de esparcimiento, sola. Se abandona,  se cuelga del instante ¡Otra vez! Se distiende en común holgado de estuco y estampa solitaria. También se recuerda haciéndolo, es una imagen trunca; se aprovecha de la distracción. Paciente se hace la remolona. Placer de solitario, amo de sí mismo… instantes de título y maroma. Se porta mal en conducta mala. Saca un diez en cuerpo lozano y arce. Saca nueve en el meneo suave, rotundo. Grande se vuelve a mirar; ve sus piernas lozanas- hercúleas. Soluciona en un estanque la succión de aire y agua y espasmo. Trae una definición de ajuste de cuentas. No tiene inteligencia, instinto sí. Se rebaja hasta ser un animal de carne-hueso. Breve, endosa la cuenta a su semilla, pequeña empotradura, le sirve de guía al tacto de su yema. Sola palabra de pelvis intacta en la yema aturdida y roma. Calcula una prez en orgullo de fantasma. Desarrolla una canción de simple turquesa. Lee sin ver. Se ingenia en lo arisco de su yema. El fantasma  recorre la habitación, la esculca, se sienta valiente como pentagrama… vacío-hueco-marginal. Lo llena con todo candor ––a veces–– y esculca al pliegue, arena loca de su pierna. Se yergue y se domina. En instantes acomete con furor el idioma de la sangre dormida ––ahora–– procaz y licenciosa. En estupidez se adora como la Mona lisa, aparece toda su cara erguida y sin ceremonia. No pierde el tiempo para adorarse en fiesta de solemnidad o fatua que se encima en su propia sombra sin manojo. Ciudadana de sí misma. Se programa, llega el instante… se anuncia. Rompe un vuelo en alas de algodón. Se arremolina. Se revela, cae. La osadía en rumbo de timón, rasga al viento en velamen tardío de verano. El cuello dice cómo vive y cómo llega: hacia atrás o hacia abajo. La elegancia se reviste a ser huraña. No comulga con ostia de cemento. Se arredra a ser contraria en sumun de acero armado por comedia. Ahora sueña. Se ha detenido en ovillo. Se consiente y se venera. Mohína en Sucre se abandona al silencio de su yema y de su cuerpo, yace quieta, arrebolada en su abrazo… su propio abrazo. Luce tímida y lozana. Esta consumida. Lo hizo en dos horas y media.

Consolador



Como el mago bate al mimbre, así rueda desde abajo… sube, lo enternece; imagina un… para, así, sea como el vate. Entonces vuelve en sí. Estaba sola. No quería, pero el zumo entre que vuela y aterriza, cobra un pasmo; vio la escena, luego el… entre cadenas. Atada a su propia mano, endulzada con semilla. Quiso un bardo, lo contuvo. El tequila es redondo como un grumo de arena perdido entre las sienes. Se sirvió: macho y hembra… tequila con cerveza… estaba sola; rueda sin fin como un trago sobre trago, pero ahora es al otro día. Lo toma con la mano, el vaso frío, la cerveza bien caliente. Entonces lo resuelve. Y del plástico hace una maroma, de la mano va que vuela, del tinte toma nombre y se resuelve, es el jaspe, es el aroma... la textura. Jadea. El cisne se retuerce, las manos en frenesí… si no fuera palo, estaría en otro axioma; por ejemplo el que habla de la suerte: un entremés, bocadito en la maroma no es lo mismo pero el embalse está que surte para dos de un solo cuerpo… lo repite. Vuelve al bajo y estridente como un cuerno suena el cierzo. No escatima nada. La aureola luce sola, hinchada la semilla… entonces vuelve, toca, hurga, al ras de yema con el púlpito en las manos: una lengua hechiza. Un corno inglés, una camisa… se la plancha, se la endosa… va rodando desde el ombligo una corona, cruza al basto se enternece y aterriza en su semilla. Arriba sigue en ciernes… Se va… regresa, y no está para nadie, ha tocado el cuerpo en ala rota, se ha escanciado, sobre el talle dos coronas, una de embalse, la otra de aroma. No se sostiene va que vuela; sin soltarla, con la otra mano lo recoge de la cornisa ¡Quiere ver su propia yema! Y lo hace, en son de azúcar, lo menea con aguante, no hay ninguna prisa; roza el cuello, lame el susto que camina entre sus dedos, se embadurna de… y lo imagina… ¡Va de nuevo! No hay ni sombra de copete, solo el bardo se menea como el pistilo a su corola. El zumo la enternece. Cuerpo en timbre, cuerda para rato, manos locas, cuello de cisne, alabastro de rocola; no se agita, más bien por todo el cuerpo late el… cuello de correa. Lo ve de espaldas, le recorre el brazo, las ingles intactas; es hasta arriba, a dos manos la cabeza, una encima de la otra, endosadas como cartas, sin abrir el estilete lo hunde otra vez y cabecea y lo mueve y lo unta y lo toca… y es suave. Entre más saca la pila, más escarnio. Se voltea y va que vuela… llega… se siente honda, no hay convite que se ofrezca, no hay salvedad en esta especie… lo imagina y con esto tan caliente, por fin albahaca. Suena: “el jarabe no es de palo”… y se endiosa, se ve al espejo con esto tan tierno entre manos de caribe. Se amalgama y arrejunta y se endosa los sentidos, todos a una, se ve las nalgas. Otra vez en la hecatombe y nace un grito que jadea, salta desde sus labios un suspiro, dos en honda cabellera… ya la rueca se menea en manualidades de tormento, pero en tanto, desde la hondonada saca un resto… abre las piernas, su pupila se entreabre y cierra la semilla, no es de aroma es de tacto y unos ojos y de dedos y camisa y de otra cuerda y de plástico entre manos y de sueños imaginación redonda como el… torno de su talle, como el torno de su busto al aire, como el torno de sus manos, como el torno de sus dedos ¿Y entre manos? ¡Una camisa! Y pierde la cuenta, otra vez en la cumbre de cereza, lame el bordo de su aureola y lo muerde. Un embalse en todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies le recorre una maroma; son piratas a la vista, no hay órdenes qué cumplir, se basta sola, de su mente, arrobada como está, nacen los meandros, nace el cuello, nacen las manos, nace el cuento, y ve su estola, junto a la estola esta su braga, junto a su braga luce el… No lo requiere. Necesita otro de ojos. El embeleso se la lleva; del plasma surgen con colores, el olor es de la sombra, más abajo, sin cordones de por medio una maroma, sin estoques dos venidas, sin embalses las corolas; ahora se recuesta. Saca la mano del volumen, ya es tardía la amapola. Va y se sirve un vaso frío… del tequila ni su sombra. “Las aureolas siempre vuelven”. Se hace mohína, se envuelve en sí, y del tequila da su resto, no hay estoque en la barbilla… luce sola, luce cumbre… va que vuela.  

miércoles, 24 de octubre de 2012

Loba en celo



Te fuiste sin avisar. Yo me quedé en este espanto de lentejas. Mientras escucho la canción, pienso en el hombre, sí, lo querías; pienso en las veces cuando dijiste no estabas para nadie, pienso en el lujo; te lo dabas: sentar a tres en tu mesa y tú sola, pienso en las mentiras del volante, pienso en tu noche de letargos. ¿Sabes? He llegado, estoy en el lugar… ¡cómo quisiera romper las páginas que escribí!, ya no se puede, están en la red… bueno, quizá borrarlas sí, pero ello no garantiza su fin. Bueno, estoy aquí… vino a verme, lloraba, y no encontré otra solución… decirle entre líneas lo nuestro; dejó de llorar, entonces le agregué: estabas siempre como un molusco, estabas siempre al acecho, como una araña, siempre macerabas, como la serpiente, eras la más bella a los veinticinco y eras casi la misma a los cincuenta, eras adicta a la risa y a las palabras dichas mientras conducías el auto a ciento sesenta por hora… es lo que daba… a escuchar palabras de cuentos inventados, de cuentas pendientes, de cruzas de lobos por la carretera, de cierzos abandonados, mientras rodean la vía láctea, de cómo cambia el modo de pensar a rastras de copas de absenta tomadas del pico de botella, de coger con un borracho porque tarde en venirse, de decir: esto no lo he hecho, pero quiero hacerlo; no me creyó lo del juego de morir aguantando la respiración… dice: moriste así. Yo le dije: no se… eran simples coincidencias; en el fondo sabía cómo eras, él participaba de tus huidas… nunca se enteró… lo puedo jurar, yo no era el único; le dije entre líneas: tú te querías ir al cielo y yo al infierno, casi he cumplido mis deseos y que tú… pues estás en el cielo. Estoy en el infierno, querida, es tan divertido, es tan bello, es tan reconfortante morir y renacer desde una… de tres días seguido, y lo he aprendido a hacer mejor que nunca… bueno, lo acepto, lograste tener un auto para cada uno de tus… paseos… uno distinto también para cada auto… sigo escuchando la canción, por instantes me quedo pensativo. ¿Sabes? Soñé en hacerlo con Diana la cazadora, le inventé mil cuentos para hacerlo realidad… pero tu sexo era mejor, ella y tu cuerpo y tu cara y tus brazos y tus quejidos eran mejor, porque estabas ahí al alcance de mi mano, y tu mata de vello se alzaba más allá de las córneas de Corinto… ingles abandonadas al misterio de tu cierzo, camino a un plato de semillas… la canción sigue, ella lo ha notado, pues sí, debo decirlo… mejor no, mejor me callo, no va a ser grato para… cuando lea estas líneas; pero tú sabes lo que quiero decir.
Entonces, recuerdo la mojadura del asiento que dejabas y olía yo, como perro, esa huella de sienes entre almidones de piernas tan nobles como una cerveza bien fría en medio de la playa. Hay cosas… no se pueden hacer, hay otras… no se pueden decir, hay entre ambas un cierto aire de despedida, los consortes esperan abandonados, mientras los amantes lo hacen en el ciclo lunar de las esfinges. No, para nada, me siento igual, renazco igual, y un día entregaré mi silencio hacia la nada… bueno, no tanto, pero sí estoy seguro, el aire faltará, porque nunca está demás lo de media botella entre botella… sí, me duele la canción, y ella lo ha notado; tiene a su favor, no sabe por qué duele; quizá cuando haya pasado otro tiempo, otra vida, otro tramo igual a lo vivido, entonces sí estemos como uno junto a la otra… pero no guardo esperanzas para nadie, lo de siempre te hacía reír… las esfeidas ruedan sin cesar entre maromas de avena virando entre el agua, absorben este vivir como nadie… Mmmmm, yo lo aconsejé, te lo dije: no tienes llenaderas, pero te voy a dar una idea, ten uno para cada rumbo de la ciudad, también un auto distinto, ten uno con palabras distintas y con risas nuevas… incluso uno tímido; hazlo tu amante del silencio, pensándolo bien, no la pasaste nada mal, salvo, seguías mis consejos… y uno nunca sabe la madeja del otro pensando en sus días por venir, uno nunca sabe la otra orilla de los pensamientos; los dices, te los creen, pero jamás imaginan lo puesto entre letargos de pensamiento ido en propalar la idea de momento tras momento; cuando pase lo diré igual, estoy por comenzar otra líneas… sí, me han gustado siempre, sobre todo la del hilo dental perdiéndose por entre cocuyos…

martes, 23 de octubre de 2012

Enamorada



Te recuerdo con tu vestido blanco. Cuando me peinabas antes de ir a la escuela… tú sigues siendo guapa. ¿Te lo habían dicho? Sí, eres muy guapa.
Cuando llegaste a la colonia todas decíamos ¿Quién es esa muñequita?... pero no es eso lo que me interesa ahora; quiero me digas si te parezco bonita, si mis piernas te gustan, si mi cadera te gusta, si mis brazos te gustan; porque yo me lo he dicho en silencio: para una mujer, otra mujer; no hay nadie que comprenda mejor a una mujer que otra igual.
Dime, qué piensas de mí, qué te parezco… no, no, no me digas eso, los hombres no me gustan, a mi edad soy virgen, porque para mí los hombres no existen… en mi pensamiento solo existes tú… incluso en mis sueños; anoche mismo soñé contigo ¿Quieres que te platique mi sueño? Pero por qué no quieres. Yo soy creyente, leo la Biblia, y la Biblia sólo habla de mujeres bellas… Dios hizo bellas a las mujeres y son un regalo para los hombres, pero ¿Y yo? ¿Has leído la Biblia? ¿Acaso sabes qué dice del amor entre dos mujeres? Yo no le encuentro nada malo.
No me mires así; tú eres para mí como una flor de jacinto ¿Sabes? Me he atrevido, pero tú no sales de mi pensamiento… no lo vayas a tomar a mal, es la verdad. Ese perfume, tus manos bien cuidadas, tu talle, tus piernas, todo aparece en mis sueños… No, no es así como dices, si él te ama, no me siento culpable por lo que te digo, si él es tu amor, yo puedo ser otra cosa… la que tú quieras, pero en nada impide él y tú se amen; quizá con el tiempo llegues a pensar en mí de otra manera.
Cuando lo hago, imagino a mi entrepierna en la tuya, mi sexo es el tuyo,  mi olor es tu olor; y ahora te lo digo, pienso: eso no es todo, lo pienso, pero tampoco dejo de pensar: una mujer es como otra mujer; cierro los ojos y sueño: me dices: no cierres los ojos porque nunca se sabe cuándo hacemos el bien o el mal a otra persona. Pero yo te aseguro: te haré el bien, porque yo me lo he hecho sola y he sentido bien, entonces…  me faltas, eres tú, para así mis sueños estén completos como mi cuerpo, como tu cuerpo, sin nada que le falte… si dices quedaste libre a los cinco años, por qué no escogiste el camino de las mujeres, como yo lo hice a los… Tú eres más libre que yo, porque él estuvo conmigo toda la niñez, él me educó, y tú te quedaste sola muy pequeña. ¿No es acaso la fortaleza lo que nos hace distintas? ¿Por qué seguir pegada a algo que no te gusta?
Solo quiero me prometas algo: cuando estés a solas, piensa: nada debemos ni nada quedamos a deber, así a como lo dices tú igual, pero en nada nos comprometemos si lanzamos una mirada a la que nos rodea; yo te rodeo y te pido una sola mirada. Dime ¿No te gusto?
Estoy dispuesta a la soledad, si tú me lo pides, pero haz mi bien se convierta en tu bien, dispón las sábanas estén listas un día… no importa cuando, pero dame una esperanza de, pasando el tiempo, mis palabras, éstas que te digo ahora, no se quedarán colgadas del vacío. Además no es solo tu cuerpo, eres buena y dulce, no te puedo olvidar de cuando me peinabas para ir a la escuela, de cuando salía yo de mi casa y me sentía fea; pero una vez salida de tus manos, me sentía la niña más feliz… eso es lo que no puedo olvidar. No sé, no me explico cómo tú pudiste olvidarlo, así tan fácil. Yo no era nadie en tu vida, es cierto, pero tú si lo fuiste en mi vida… y sé, al ponerme bonita para ir a la escuela, lo hacías con el supremo amor… siempre está en ti. Déjame ser como tú, comparte conmigo esto, me duele tanto, esto, lo único… tengo para regalarte: tu ausencia de mí. Pero pídelo, dime es tu mejor regalo, dime es lo esperado; sentirás mi ausencia y verás… me verás siempre a tu lado como un bello recuerdo, estoy dispuesta a eso, pero a cambio dime: no. Así, me iré y me lastimarás con tu recuerdo, pero tú serás feliz recordándome de cuando me alistabas para ir a la escuela, cuando, ausente mi madre, tú te hacías el compromiso: ven mañana a la misma hora.

lunes, 22 de octubre de 2012

Nupcial



Me lo contaste, en el sueño lo aceptabas. No te oponías, es más, lo disfrutabas ¿Qué te hace temer en tus cinco sentidos? Si estás preparada para… Ya no hay locas en la sala del hospital, nos hemos quedados solos tú y yo; el psicoanalista ya no quiere atendernos, dice no le agregamos nada a los sueños, él es freudiano, y se basa en el mundo de los sueños, pero no encuentra correspondencia entre tu deseo, tus sueños y tus ganas de hacerlo de esa manera… él propone vivas eternamente con tu miedo a ser feliz. Porque habrás de saber… dice: tu sueño equivale a tu insatisfacción sexual, y  si no te mueve el sexo nada te moverá.
Bueno, yo te propongo lo hagamos como si estuviéramos locos, con esa parte de locura… se requiere para sobrevivir en este mundo, al fin, entre locos todo se vale y nada queda, sino las voces imaginadas, los mensajes  retomados, las ideas inventadas por el cerebro para medio pasarla bien… Sí, ya te escuché “No lo digas en voz alta”, no lo diré, te lo juro, todo el diálogo lo realizaré adentro de mi cerebro, imaginaré cada palmo de tu… veré como entre nieblas redondas a tu… y a mi… rozarse entre cadenas, imaginaré que te amarro a la cama con cordones de acero… te lastimen, pensaré en tomar tu sexo entre mi lengua y haré el remolino con mi lengua en torno a tu… a como lo has soñado; luego entrarán los demás; tú estarás de piernas abiertas y ellos te penetrarán “contra tu voluntad” ¿Qué más quieres?
Ah, el espejo, que nadie se cruce entre el espejo y tú, mientras te miras como te vienes una y otra vez… no, nadie te lastimará, solo será de la manera en que lo hemos planeado… tú dijiste la palabra: “tumultuaria”. Yo no la dije…
Ahora, dime a qué le tienes miedo; ya lo has dicho; creo lo más difícil es decirlo, después lo de hacerlo es  de lo más fácil… Ah, le tienes miedo al dolor que te causarán los cordones de acero en torno a tus muñecas… y no solo eso; yo he imaginado otras cosas con el cordón de acero, pero debemos hablarlas, pero si las hablamos, de ahí me saldrán otras ideas y ya no te diré, porque si te las digo se hacen presentes y pierden el placer de la espontaneidad… entonces imaginaré otras mil poses más, así hasta el infinito; por eso te digo, te reclamo, te ruego; hagámoslo de la manera a como lo tenemos planeado; concede habrán sorpresas, pero te aseguro serán suaves como el remolino de mi lengua moviéndose en torno a tu…
¡Claro, lo sé!
De eso no me digas nada, porque con solo verte a los ojos imagino un millón de cosas, y ésas no puedo decirlas. Imagino a tu mente volando entre mariposas sueltas, imagino a tu mano tocando sola la parte que le corresponde… Lo sé, lo sé; sé cuánta satisfacción te causa el espejo, sé lo que ves, yo mismo lo he visto y tú me has visto y nos hemos visto entre los dos… pero falta lo que ahora imaginas: nos vean sin ver, más lo visto ante el espejo… No, no, él no se sorprendió en lo más mínimo, permaneció estático, permaneció inmutable como si lo hiciera todos los días, es más, dijo estaba aburrido de escucharnos… No, eso no te lo permito; sería como hacerlo con el profesor o con tu propio padre… ¿recuerdas aquella escena de María Schneider, cuando es penetrada mientras él le reza el padrenuestro y ella repite con inmenso dolor? No sé cuál sea el objeto, aún no encuentro el punto de placer de hacerlo de esa manera, pero de algo estoy seguro: si se lo dices a él, te saldrá con otro sueño y así es cosa de nunca acabar…