La veo ––otra vez–– Sola. Se mueve. Se ata a su aureola
como un aro en cúspide de arena: La Cordillera de los andes. Respira y supura. Muerta
el alma es todo cuerpo silabeante y ámbar. Se columpia en su solidez de estaca.
Almíbar. Se sonsaca y pronuncia su nombre con la yema. Al son rítmico arriba y
se embauca. Como dos nances su sonora caradura… se suaviza y anda. Como carne
dos sinuosas andaduras. Cierra los párpados,
abre el sobre del correo. Lo hincha de saliva en gozne. Prorrumpe, abre
con dos yemas en idus del otoño en néctar. Se columpia otra vez “La chispa de
la vida”. Menea. Sorraja. Un cardume de atroces andaduras, solemne misa en
cuerpo presente y muerte y nudo. Solivianta una cuerda en caradura ¡Atiza! Se
levanta en numen-oro. La diadema solitaria está echada hacia atrás. Se
encuentra postrada como en coma de hurto en plena carretera. Se asola al espejo
y ve. Se agolpa en un solitario
gemido de almidón. Se adhiere al soplo del vaho de sonrisa. Se levanta, ruge.
Se adhiere y carcajea. Se agarra al almidón de su yema, honda marea de
ahorcajada. Un marasmo silente en jadeo. Se respira. Se huele. Se siente. Se
ve. Se hipnotiza. Prorrumpe en el meneo sólido… lacerante de un odio
insatisfecho. Corre la cremallera como en viña solitaria. Rompeduras de isla y
estaño de correo. Moja el sobre de saliva. Lo adhiere a la cerradura y muerde.
Se menea más rudo en golpe, más suave con su roce en yema coma de agonía… dos,
tres… diez. Y se solaza, toma otra vez la vía. Tren subterráneo de hierro con
hierro en freno de cobalto, arcón de cierre en llanta de hule prosaico como el
negro. Nubarrón de seda entrometida hasta el tuétano de orgullo se mete más acá
del sueño en tierna seña. Se somete a la yema y urge un barrunto de soliloquio
en sueño… otra vez seda. Sorda. Lenta y agónica. Sucumbe, se levanta. Se queda
y se va. Vuelve al resane, cepilla. Toma un respiro. En aroma se distiende.
Maravilla de cuerpo, trae la pausa en cita
de regreso al lado de su mano; solaza en volumen la plática en silencio.
Escucha a la cumbre de corbeta, de paquete en elevado tanque de su sombra,
continúa en comento de su yema en planta baja. Como siempre entre penumbra. No
reflexiona. Menea. En cariño se acaricia,
se queda en mensaje encontrado en revista de su pelvis. En cierto día
playero en lanza de arena hasta el mar en caracola agarrada a su hombre que la
mira… el mismo de barba de candado, me veo. El mismo de marea entre penumbra
hasta laguna… desde esta orilla demasiada estrella para su marasmo. Toma la
estrella de mar, la tiene entre sus cartas: dos naipes rojos y redondos.
Soluciona al mundo en su toque… roce de yema se adentra a veces en esa
catadura. Ser como es después de tristeza. Sonríe entre penumbra feliz y
agradecida, se desvanece la tristeza. Le da cuerda otra vez a la cordillera en
semilla minúscula, tardía, explosiva como pensamiento en ristre. No se pierde,
camina sobre el meandro de su orilla. Se adentra otra vez. Se adhiere al
cuerpo. Corre el… por puro placer del cuerpo se solaza ¡Otra vez! Se anima,
carrera trotadora en mula… espina dorada de silente abrojo diez ya son muchas
pero sigue hasta la explosión cuando comience el sueño, se pegue a la colcha,
la meta entre sus piernas, eche la cabeza para atrás en cisne, juega en vida
madura, infancia plenilunio, se vuelve niña, saca su agosto para el día
trotando otra vez sobre penumbras su noche predilecta. Se divierte entre
líneas… lo dirá a ver quién agarra el mensaje… se moja otra vez como siniestra
la mano se adscribe a la vertical del hielo para llegar hasta arrostrar un
calor amigo del silencio en su abdomen… juega la semilla entre dedos de
corveta, importa un quejido desde adentro, lo columpia, se vuelve contra sí
misma en su hombre: la mira estático; son las siete en horario normal. Se
convierte muñeca de sí sola como si fuera su propio nombre, se acerca al
concepto de familia, por un instante se huele en él y se convierte madre de
familia a su edad apenas cruzada la... Se tomó su… antes de empotrar su ingenio
de chamaca colocada en esta vía sideral en cómplice de reunión de dos carnes
satisfechas para dentro de un mes y sola. En camisón. En acuerdo. Va, coordina
uno a uno sus movimientos de cabeza, manos, yema y semilla. Se ordena en un
camastro lleno de… ya son las ocho de la noche, luce penumbras en horario de
verano. Se enlista al bastión; sigue en punto de… muchas veces adosada en
sentido conjunto. Inicia al mayor. Sigue. Se succiona. Desde arriba, solaza las
manos. Enchincha dos motrices a la rauda… exhorta una manía, se adentra para sí
misma en diverso cuerpo de mente, de alma, de espíritu. Aspira a la vertical
del aire. Se toma del hilo de la respiración, adosa un enemigo para afuera,
acomete, se adentra un poco… ¡Ataca! ¡Resuella! ¡Se agolpa! El cabello en su
cuadro de cara late… suelta. En redondo su basto. En cueros de amalgama aprisa.
En diceres de lamento… se lamenta a sí misma, releva la vega del río que late y
azora… ordena al día para, así, se azore ––también–– en la miasma que late
aprisa. Se quiere. Se establece. Se comisiona. Embadurna en carajo lo faltante.
Los cabellos de Mona lisa se adhieren a su pecho desnudo. No se hincha de
abrojo por su pelo, lo deja correr, se abrace a su rostro que sufre; se
embadurne al columpio de arena. Se excede. El camisón levanta su falda más allá
de la arena del río, ve, espía desde afuera. Levanta y recorre la pierna en
escarnio, dispone de su uso horario a como le da la gana en este momento,
instante de instantes. Se vota del río y acude al nivel del agua, fluye desde
arriba. Un faldón de ruina se arrostra en calumnia de ruiderío sin coma de abasto.
Revienta en uno más. Se adhiere a la espiral ––ya–– del aire. Se jala del moño,
lo prorrumpe, lo saca al aire de oreo con la carne. Los ojos suaves. La boca
abierta. Las manos atroces. Las piernas desnudas. Puede. Se acepta. Se puebla
de manos y yemas. Se presenta. En fácil orgullo avasalla al síntoma de… dispara
un… y lo coge. Inicia. En abdomen vacío se acelera el juicio de
somnolencia a turno. Baja. En protección de espía. El órgano ausente se nombra
solo. Se conoce. Sanciona al espacio en prematuro silencio de penumbra. Pasa.
En pájaro de guía, momentáneo síntoma de cusca. Amiga de entrometida línea.
Ejemplo a seguir en su ser entero. Tampoco se llore en casa de su amiga intima.
Muere, revive, se levanta y se acuesta; vuelve una y otra vez, como cuando lo
hace con ella. Presencia toda en su espejo taciturno, ve de vez en cuando de
ojos abiertos, cama sola… no permite la toque nadie, amistad para mañana, ahora
es sola y nada más. Se esparce y se carcome. Mete a lo profundo en báculo de
amigo. Se ahonda. Se permite un solaz de esparcimiento, sola. Se abandona, se cuelga del instante ¡Otra vez! Se
distiende en común holgado de estuco y estampa solitaria. También se recuerda
haciéndolo, es una imagen trunca; se aprovecha de la distracción. Paciente se
hace la remolona. Placer de solitario, amo de sí mismo… instantes de título y
maroma. Se porta mal en conducta mala. Saca un diez en cuerpo lozano y arce.
Saca nueve en el meneo suave, rotundo. Grande se vuelve a mirar; ve sus piernas
lozanas- hercúleas. Soluciona en un estanque la succión de aire y agua y
espasmo. Trae una definición de ajuste de cuentas. No tiene inteligencia,
instinto sí. Se rebaja hasta ser un animal de carne-hueso. Breve, endosa la
cuenta a su semilla, pequeña empotradura, le sirve de guía al tacto de su yema.
Sola palabra de pelvis intacta en la yema aturdida y roma. Calcula una prez en
orgullo de fantasma. Desarrolla una canción de simple turquesa. Lee sin ver. Se
ingenia en lo arisco de su yema. El fantasma
recorre la habitación, la esculca, se sienta valiente como pentagrama…
vacío-hueco-marginal. Lo llena con todo candor ––a veces–– y esculca al
pliegue, arena loca de su pierna. Se yergue y se domina. En instantes acomete
con furor el idioma de la sangre dormida ––ahora–– procaz y licenciosa. En
estupidez se adora como la Mona
lisa, aparece toda su cara erguida y sin ceremonia. No pierde el tiempo para
adorarse en fiesta de solemnidad o fatua que se encima en su propia sombra sin
manojo. Ciudadana de sí misma. Se programa, llega el instante… se anuncia.
Rompe un vuelo en alas de algodón. Se arremolina. Se revela, cae. La osadía en
rumbo de timón, rasga al viento en velamen tardío de verano. El cuello dice
cómo vive y cómo llega: hacia atrás o hacia abajo. La elegancia se reviste a ser
huraña. No comulga con ostia de cemento. Se arredra a ser contraria en sumun de
acero armado por comedia. Ahora sueña. Se ha detenido en ovillo. Se consiente y
se venera. Mohína en Sucre se abandona al silencio de su yema y de su cuerpo,
yace quieta, arrebolada en su abrazo… su propio abrazo. Luce tímida y lozana.
Esta consumida. Lo hizo en dos horas y media.
Paraíso.
Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...
viernes, 26 de octubre de 2012
Consolador
Como el mago bate al mimbre, así rueda desde
abajo… sube, lo enternece; imagina un… para, así, sea como el vate. Entonces
vuelve en sí. Estaba sola. No quería, pero el zumo entre que vuela y aterriza,
cobra un pasmo; vio la escena, luego el… entre cadenas. Atada a su propia mano,
endulzada con semilla. Quiso un bardo, lo contuvo. El tequila es redondo como
un grumo de arena perdido entre las sienes. Se sirvió: macho y hembra… tequila
con cerveza… estaba sola; rueda sin fin como un trago sobre trago, pero ahora
es al otro día. Lo toma con la mano, el vaso frío, la cerveza bien caliente.
Entonces lo resuelve. Y del plástico hace una maroma, de la mano va que vuela,
del tinte toma nombre y se resuelve, es el jaspe, es el aroma... la textura.
Jadea. El cisne se retuerce, las manos en frenesí… si no fuera palo, estaría en
otro axioma; por ejemplo el que habla de la suerte: un entremés, bocadito en la
maroma no es lo mismo pero el embalse está que surte para dos de un solo
cuerpo… lo repite. Vuelve al bajo y estridente como un cuerno suena el cierzo.
No escatima nada. La aureola luce sola, hinchada la semilla… entonces vuelve,
toca, hurga, al ras de yema con el púlpito en las manos: una lengua hechiza. Un
corno inglés, una camisa… se la plancha, se la endosa… va rodando desde el
ombligo una corona, cruza al basto se enternece y aterriza en su semilla.
Arriba sigue en ciernes… Se va… regresa, y no está para nadie, ha tocado el
cuerpo en ala rota, se ha escanciado, sobre el talle dos coronas, una de
embalse, la otra de aroma. No se sostiene va que vuela; sin soltarla, con la
otra mano lo recoge de la cornisa ¡Quiere ver su propia yema! Y lo hace, en son
de azúcar, lo menea con aguante, no hay ninguna prisa; roza el cuello, lame el
susto que camina entre sus dedos, se embadurna de… y lo imagina… ¡Va de nuevo! No
hay ni sombra de copete, solo el bardo se menea como el pistilo a su corola. El
zumo la enternece. Cuerpo en timbre, cuerda para rato, manos locas, cuello de
cisne, alabastro de rocola; no se agita, más bien por todo el cuerpo late el…
cuello de correa. Lo ve de espaldas, le recorre el brazo, las ingles intactas;
es hasta arriba, a dos manos la cabeza, una encima de la otra, endosadas como
cartas, sin abrir el estilete lo hunde otra vez y cabecea y lo mueve y lo unta
y lo toca… y es suave. Entre más saca la pila, más escarnio. Se voltea y va que
vuela… llega… se siente honda, no hay convite que se ofrezca, no hay salvedad
en esta especie… lo imagina y con esto tan caliente, por fin albahaca. Suena:
“el jarabe no es de palo”… y se endiosa, se ve al espejo con esto tan tierno
entre manos de caribe. Se amalgama y arrejunta y se endosa los sentidos, todos
a una, se ve las nalgas. Otra vez en la hecatombe y nace un grito que jadea,
salta desde sus labios un suspiro, dos en honda cabellera… ya la rueca se menea
en manualidades de tormento, pero en tanto, desde la hondonada saca un resto…
abre las piernas, su pupila se entreabre y cierra la semilla, no es de aroma es
de tacto y unos ojos y de dedos y camisa y de otra cuerda y de plástico entre
manos y de sueños imaginación redonda como el… torno de su talle, como el torno
de su busto al aire, como el torno de sus manos, como el torno de sus dedos ¿Y
entre manos? ¡Una camisa! Y pierde la cuenta, otra vez en la cumbre de cereza,
lame el bordo de su aureola y lo muerde. Un embalse en todo el cuerpo, desde la
cabeza hasta los pies le recorre una maroma; son piratas a la vista, no hay
órdenes qué cumplir, se basta sola, de su mente, arrobada como está, nacen los
meandros, nace el cuello, nacen las manos, nace el cuento, y ve su estola,
junto a la estola esta su braga, junto a su braga luce el… No lo requiere.
Necesita otro de ojos. El embeleso se la lleva; del plasma surgen con colores,
el olor es de la sombra, más abajo, sin cordones de por medio una maroma, sin
estoques dos venidas, sin embalses las corolas; ahora se recuesta. Saca la mano
del volumen, ya es tardía la amapola. Va y se sirve un vaso frío… del tequila
ni su sombra. “Las aureolas siempre vuelven”. Se hace mohína, se envuelve en
sí, y del tequila da su resto, no hay estoque en la barbilla… luce sola, luce
cumbre… va que vuela.
miércoles, 24 de octubre de 2012
Loba en celo
Te fuiste sin avisar.
Yo me quedé en este espanto de lentejas. Mientras escucho la canción, pienso en
el hombre, sí, lo querías; pienso en las veces cuando dijiste no estabas para
nadie, pienso en el lujo; te lo dabas: sentar a tres en tu mesa y tú sola,
pienso en las mentiras del volante, pienso en tu noche de letargos. ¿Sabes? He
llegado, estoy en el lugar… ¡cómo quisiera romper las páginas que escribí!, ya
no se puede, están en la red… bueno, quizá borrarlas sí, pero ello no garantiza
su fin. Bueno, estoy aquí… vino a verme, lloraba, y no encontré otra solución…
decirle entre líneas lo nuestro; dejó de llorar, entonces le agregué: estabas
siempre como un molusco, estabas siempre al acecho, como una araña, siempre
macerabas, como la serpiente, eras la más bella a los veinticinco y eras casi
la misma a los cincuenta, eras adicta a la risa y a las palabras dichas
mientras conducías el auto a ciento sesenta por hora… es lo que daba… a
escuchar palabras de cuentos inventados, de cuentas pendientes, de cruzas de
lobos por la carretera, de cierzos abandonados, mientras rodean la vía láctea,
de cómo cambia el modo de pensar a rastras de copas de absenta tomadas del pico
de botella, de coger con un borracho porque tarde en venirse, de decir: esto no
lo he hecho, pero quiero hacerlo; no me creyó lo del juego de morir aguantando
la respiración… dice: moriste así. Yo le dije: no se… eran simples coincidencias;
en el fondo sabía cómo eras, él participaba de tus huidas… nunca se enteró… lo
puedo jurar, yo no era el único; le dije entre líneas: tú te querías ir al
cielo y yo al infierno, casi he cumplido mis deseos y que tú… pues estás en el
cielo. Estoy en el infierno, querida, es tan divertido, es tan bello, es tan
reconfortante morir y renacer desde una… de tres días seguido, y lo he
aprendido a hacer mejor que nunca… bueno, lo acepto, lograste tener un auto
para cada uno de tus… paseos… uno distinto también para cada auto… sigo
escuchando la canción, por instantes me quedo pensativo. ¿Sabes? Soñé en
hacerlo con Diana la cazadora, le inventé mil cuentos para hacerlo realidad…
pero tu sexo era mejor, ella y tu cuerpo y tu cara y tus brazos y tus quejidos
eran mejor, porque estabas ahí al alcance de mi mano, y tu mata de vello se
alzaba más allá de las córneas de Corinto… ingles abandonadas al misterio de tu
cierzo, camino a un plato de semillas… la canción sigue, ella lo ha notado,
pues sí, debo decirlo… mejor no, mejor me callo, no va a ser grato para… cuando
lea estas líneas; pero tú sabes lo que quiero decir.
Entonces, recuerdo la
mojadura del asiento que dejabas y olía yo, como perro, esa huella de sienes
entre almidones de piernas tan nobles como una cerveza bien fría en medio de la
playa. Hay cosas… no se pueden hacer, hay otras… no se pueden decir, hay entre
ambas un cierto aire de despedida, los consortes esperan abandonados, mientras
los amantes lo hacen en el ciclo lunar de las esfinges. No, para nada, me
siento igual, renazco igual, y un día entregaré mi silencio hacia la nada…
bueno, no tanto, pero sí estoy seguro, el aire faltará, porque nunca está demás
lo de media botella entre botella… sí, me duele la canción, y ella lo ha
notado; tiene a su favor, no sabe por qué duele; quizá cuando haya pasado otro
tiempo, otra vida, otro tramo igual a lo vivido, entonces sí estemos como uno
junto a la otra… pero no guardo esperanzas para nadie, lo de siempre te hacía
reír… las esfeidas ruedan sin cesar entre maromas de avena virando entre el
agua, absorben este vivir como nadie… Mmmmm, yo lo aconsejé, te lo dije: no
tienes llenaderas, pero te voy a dar una idea, ten uno para cada rumbo de la ciudad,
también un auto distinto, ten uno con palabras distintas y con risas nuevas…
incluso uno tímido; hazlo tu amante del silencio, pensándolo bien, no la
pasaste nada mal, salvo, seguías mis consejos… y uno nunca sabe la madeja del
otro pensando en sus días por venir, uno nunca sabe la otra orilla de los
pensamientos; los dices, te los creen, pero jamás imaginan lo puesto entre letargos
de pensamiento ido en propalar la idea de momento tras momento; cuando pase lo
diré igual, estoy por comenzar otra líneas… sí, me han gustado siempre, sobre
todo la del hilo dental perdiéndose por entre cocuyos…
martes, 23 de octubre de 2012
Enamorada
Te recuerdo con tu
vestido blanco. Cuando me peinabas antes de ir a la escuela… tú sigues siendo
guapa. ¿Te lo habían dicho? Sí, eres muy guapa.
Cuando llegaste a la
colonia todas decíamos ¿Quién es esa muñequita?... pero no es eso lo que me
interesa ahora; quiero me digas si te parezco bonita, si mis piernas te gustan,
si mi cadera te gusta, si mis brazos te gustan; porque yo me lo he dicho en
silencio: para una mujer, otra mujer; no hay nadie que comprenda mejor a una
mujer que otra igual.
Dime, qué piensas de
mí, qué te parezco… no, no, no me digas eso, los hombres no me gustan, a mi
edad soy virgen, porque para mí los
hombres no existen… en mi pensamiento solo existes tú… incluso en mis sueños;
anoche mismo soñé contigo ¿Quieres que te platique mi sueño? Pero por qué no
quieres. Yo soy creyente, leo la
Biblia, y la
Biblia sólo habla de mujeres bellas… Dios hizo bellas a las
mujeres y son un regalo para los hombres, pero ¿Y yo? ¿Has leído la Biblia? ¿Acaso sabes qué
dice del amor entre dos mujeres? Yo no le encuentro nada malo.
No me mires así; tú
eres para mí como una flor de jacinto ¿Sabes? Me he atrevido, pero tú no sales
de mi pensamiento… no lo vayas a tomar a mal, es la verdad. Ese perfume, tus
manos bien cuidadas, tu talle, tus piernas, todo aparece en mis sueños… No, no
es así como dices, si él te ama, no me siento culpable por lo que te digo, si
él es tu amor, yo puedo ser otra cosa… la que tú quieras, pero en nada impide
él y tú se amen; quizá con el tiempo llegues a pensar en mí de otra manera.
Cuando lo hago,
imagino a mi entrepierna en la tuya, mi sexo es el tuyo, mi olor es tu olor; y ahora te lo digo, pienso:
eso no es todo, lo pienso, pero tampoco dejo de pensar: una mujer es como otra
mujer; cierro los ojos y sueño: me dices: no cierres los ojos porque nunca se
sabe cuándo hacemos el bien o el mal a otra persona. Pero yo te aseguro: te
haré el bien, porque yo me lo he hecho sola y he sentido bien, entonces… me faltas, eres tú, para así mis sueños estén
completos como mi cuerpo, como tu cuerpo, sin nada que le falte… si dices quedaste
libre a los cinco años, por qué no escogiste el camino de las mujeres, como yo
lo hice a los… Tú eres más libre que yo, porque él estuvo conmigo toda la
niñez, él me educó, y tú te quedaste sola muy pequeña. ¿No es acaso la
fortaleza lo que nos hace distintas? ¿Por qué seguir pegada a algo que no te
gusta?
Solo quiero me
prometas algo: cuando estés a solas, piensa: nada debemos ni nada quedamos a
deber, así a como lo dices tú igual, pero en nada nos comprometemos si lanzamos
una mirada a la que nos rodea; yo te rodeo y te pido una sola mirada. Dime ¿No
te gusto?
Estoy dispuesta a la
soledad, si tú me lo pides, pero haz mi bien se convierta en tu bien, dispón
las sábanas estén listas un día… no importa cuando, pero dame una esperanza de,
pasando el tiempo, mis palabras, éstas que te digo ahora, no se quedarán
colgadas del vacío. Además no es solo tu cuerpo, eres buena y dulce, no te
puedo olvidar de cuando me peinabas para ir a la escuela, de cuando salía yo de
mi casa y me sentía fea; pero una vez salida de tus manos, me sentía la niña
más feliz… eso es lo que no puedo olvidar. No sé, no me explico cómo tú pudiste
olvidarlo, así tan fácil. Yo no era nadie en tu vida, es cierto, pero tú si lo
fuiste en mi vida… y sé, al ponerme bonita para ir a la escuela, lo hacías con
el supremo amor… siempre está en ti. Déjame ser como tú, comparte conmigo esto,
me duele tanto, esto, lo único… tengo para regalarte: tu ausencia de mí. Pero
pídelo, dime es tu mejor regalo, dime es lo esperado; sentirás mi ausencia y
verás… me verás siempre a tu lado como un bello recuerdo, estoy dispuesta a
eso, pero a cambio dime: no. Así, me iré y me lastimarás con tu recuerdo, pero
tú serás feliz recordándome de cuando me alistabas para ir a la escuela,
cuando, ausente mi madre, tú te hacías el compromiso: ven mañana a la misma
hora.
lunes, 22 de octubre de 2012
Nupcial
Me lo contaste, en el
sueño lo aceptabas. No te oponías, es más, lo disfrutabas ¿Qué te hace temer en
tus cinco sentidos? Si estás preparada para… Ya no hay locas en la sala del
hospital, nos hemos quedados solos tú y yo; el psicoanalista ya no quiere
atendernos, dice no le agregamos nada a los sueños, él es freudiano, y se basa
en el mundo de los sueños, pero no encuentra correspondencia entre tu deseo,
tus sueños y tus ganas de hacerlo de esa manera… él propone vivas eternamente
con tu miedo a ser feliz. Porque habrás de saber… dice: tu sueño equivale a tu
insatisfacción sexual, y si no te mueve
el sexo nada te moverá.
Bueno, yo te propongo
lo hagamos como si estuviéramos locos, con esa parte de locura… se requiere
para sobrevivir en este mundo, al fin, entre locos todo se vale y nada queda,
sino las voces imaginadas, los mensajes retomados, las ideas inventadas por el cerebro
para medio pasarla bien… Sí, ya te escuché “No lo digas en voz alta”, no lo diré,
te lo juro, todo el diálogo lo realizaré adentro de mi cerebro, imaginaré cada
palmo de tu… veré como entre nieblas redondas a tu… y a mi… rozarse entre
cadenas, imaginaré que te amarro a la cama con cordones de acero… te lastimen,
pensaré en tomar tu sexo entre mi lengua y haré el remolino con mi lengua en
torno a tu… a como lo has soñado; luego entrarán los demás; tú estarás de
piernas abiertas y ellos te penetrarán “contra tu voluntad” ¿Qué más quieres?
Ah, el espejo, que
nadie se cruce entre el espejo y tú, mientras te miras como te vienes una y
otra vez… no, nadie te lastimará, solo será de la manera en que lo hemos
planeado… tú dijiste la palabra: “tumultuaria”. Yo no la dije…
Ahora, dime a qué le
tienes miedo; ya lo has dicho; creo lo más difícil es decirlo, después lo de
hacerlo es de lo más fácil… Ah, le
tienes miedo al dolor que te causarán los cordones de acero en torno a tus
muñecas… y no solo eso; yo he imaginado otras cosas con el cordón de acero,
pero debemos hablarlas, pero si las hablamos, de ahí me saldrán otras ideas y ya
no te diré, porque si te las digo se hacen presentes y pierden el placer de la
espontaneidad… entonces imaginaré otras mil poses más, así hasta el infinito;
por eso te digo, te reclamo, te ruego; hagámoslo de la manera a como lo tenemos
planeado; concede habrán sorpresas, pero te aseguro serán suaves como el
remolino de mi lengua moviéndose en torno a tu…
¡Claro, lo sé!
De eso no me digas
nada, porque con solo verte a los ojos imagino un millón de cosas, y ésas no
puedo decirlas. Imagino a tu mente volando entre mariposas sueltas, imagino a
tu mano tocando sola la parte que le corresponde… Lo sé, lo sé; sé cuánta
satisfacción te causa el espejo, sé lo que ves, yo mismo lo he visto y tú me
has visto y nos hemos visto entre los dos… pero falta lo que ahora imaginas: nos
vean sin ver, más lo visto ante el espejo… No, no, él no se sorprendió en lo
más mínimo, permaneció estático, permaneció inmutable como si lo hiciera todos
los días, es más, dijo estaba aburrido de escucharnos… No, eso no te lo
permito; sería como hacerlo con el profesor o con tu propio padre… ¿recuerdas
aquella escena de María Schneider, cuando es penetrada mientras él le reza el
padrenuestro y ella repite con inmenso dolor? No sé cuál sea el objeto, aún no
encuentro el punto de placer de hacerlo de esa manera, pero de algo estoy
seguro: si se lo dices a él, te saldrá con otro sueño y así es cosa de nunca
acabar…
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