Los velos se tejen
entre cuerpos. Tus manos… arañas caminan por todo el tejado. Son como manzanas
en ruibarbo. Para la decencia basta un puñado de escombros latiendo unos
cuerpos dorados con semilla. Hoy, a la hora del rezo, saldrá de su capullo; se
irá a tientas por toda la acera del canto. No hay, en esta hora, cuando escribo,
más visillos; los de ceniza acuden a verme caer entre cimientos.
Para mañana los velos
tejerán tu cuerpo inerte entre capullos almidonados, cera abierta como boca de
lobo, tejida al inocente.
La mácula del veneno
es tiesa como un llanto, la visible obrera trabaja desde las once de la noche…
trabaja y trabaja, igual a una quimera. La línea sigue, el parpadeo incesante
me domina, la tecla duerme un siglo de luces sin simiente, y lo negro de la
noche se ha ido dejando detrás signos blancos de mi paso entre telones. Un
escote absuelve mis sentidos, una vulva se enciende sola y sola va con su canto
de oruga hasta volverse grito de vena en mis sentidos; sin embargo paso por
alto toda desolación… las gatas maúllan al paso de féretro invadido por un solaz
letargo de furia callada por el teléfono celular de rosas abiertas como un
corno.
De mañana, cuando
canten las grullas, iré hasta la esquina de ese pequeño mar abierto, Invadiré
la prisa del agua entre velos de cuervos buscando una semilla entre la arena de
los pinos. No existe más desolación: un canto al bulto se menea entre sábanas
blancas mojadas de sus miembros. He cruzado la orilla del… estoy a la espera de
otro rato en medio se semillas, estoy como si fuera un santo, estoy a medias,
estoy metido en el… como un guijarro lastima los dedos del pie por ir descalzo.
No hay en este
instante más que sueño dormitando entre
párpados abiertos… los lobos caminan de prisa entre los velos del cuerpo, la
araña vuelve a tejer entre bárbaros sus dedos de ceniza. Anoche, mientras hacía
su efecto, me quedé pensando en la pastilla, así me dormí y soñé con guerreros
que se abren la panza para dejar salir sus peces de veneno. Hoy, cuando la
noche avance, de nuevo iré al ritual de cocina envenenada por la oscuridad:
late de memoria como si fuera el cursor de la pantalla; no hay, mientras
escribo, velos entre cuerpos abandonados a la playa; hay más bien un cúmulo de
hojas abiertas al son blanco del día blanco de la noche negra, del sol amarillento
saldrá en un instante a ver este cielo embravecido como un río. Las palomas
arrullan a sus hijos muertos, no han corrido la noche de los visillos de la
iglesia, tampoco se sabe por qué abundan palomas en los techos espaciosos,
quizá gustan de volar entre velos de tela de seda, quizá se quedan a ensoñar su
suerte de venida entre tules de… no encordan con la comida, se pasan a cada
salto de estrella entre sus picos adherente, con sus pubis erectos, chuzos en
desolación, no saben de la especie… las soporto porque su vuelo rasante me
calma los sentidos, las alimento de agua porque solas abren el grifo y lo
vuelven a cerrar; son velos de misterios, son velos al amanecer, son los velos
del cuerpo, como la sábana de mamá cubriendo el cuerpo inerte que yace sin
sentido, más bien sin vida de jumento. Ayer asistí al ritual de los sueños
juntos, reímos, quisimos hacer el amor, pero nos quedamos dormidos…
Ahora el ciclo se
termina, mamá ha cerrado los velos, están izados para dejar ver cuanto sucede
detrás de los visillos, las cuentas del silencio ruedan por la ventanilla del
banco para endosar un idea de pago, un ruedo de lobos solitarios, bebiendo de
la nieve derretida al sol por esto… también cuenta, se haga una limosna de
timbres sin sencillo, también cuenta rodando hasta el visillo sin velos en su
carne, también cuenta abierta para ver entre cajas lo ganado por la tarde… y
cuentas la historia de fantasmas salidos a media noche sin destino, del sueño
adormecido entre simientes de olvido al dios muerto por la historia, pues ya no
reina en este mundo de vivos, cuando los dioses se pasan la estafeta para posar
según el cuento de moda, visto pasar en la noche de los muertos.
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