Yo invento la
realidad, él la transcribe… porque yo nombro y él repite. Si quieres aparezca,
solo debes invocarme en silencio. Decir por ejemplo el nombre de tu… y al
instante aparece. No se precisan oraciones a nadie; todo lo hago, todo lo digo,
todo lo predigo ¡Y todo aparece!
Es como si la planta
que pisa donde camina se vuelve planta, es como si la llama en flor acudiera
con su… a la salida del sol por el oriente.
Mas todo paso por mí
no se borra jamás; queda inscrito en los dedos de su mente, se mueven como “estacas”,
para ver pasar al inocente.
No comulgo con nadie
que me nombre a solas, tampoco con nadie ande como Lázaro sin báculo, pues yo
lo nombro y él se levanta… para no volver jamás a despertarse sino en la
imaginación de quien reescribe leyendo su propia historia. Por ejemplo, antes
no había Estacas, hoy sí las hay, y se mueven por todo el escenario como eso,
como estacas.
A veces duermo el
sueño de siglos; cuando quiero desparecer, solo ordeno me nombren a cada latido del corazón de cada
hablante, y ¡zas! Desaparezco.
No hay en mis nombres
destinos predispuestos, tampoco hay letanías sin consenso, mucho menos hay
hablantes sin escuchas; por mí existen él, Él, y Ël, con sus dos ojillos como
diéresis, son quienes se asombran en el bolsillo; nunca quedo a deber mas que
la ignota locura de vagar sin lo que nombraba; más la apariencia de saber el
nombre pero no su objeto… el tiempo no tiene nada que ver conmigo, yo lo hice,
yo lo inventé en una noche de relajos.
Si me invocan como
remilgos sin angustia, me vuelvo contra el hablante y lo sumo en el silencio de
no saber ni su nombre.
Cuando me celebran
desaparezco, cuando me dejan sola, invento mi propio estilo, y si amanece y no
he nombrado, solo aparece de la oscuridad lo existente; yo invento a la
imaginación, por mi discurre, por mi se mete a horadar todo misterio, no es
sino la invocación para, así, salte como la rana detrás de su canto.
Voy a las fiestas,
estoy en el sueño de cada quien, todo lo veo y me gusta, transito hacia la
inocencia de un nombre escrito.
En las despedidas quedo
igual al hueco de los amantes… mi ofrecimiento se parece al del amante
olvidado: no sugiere a su otro ser amado el vacío de su deseo: lo llena conmigo
para… y entonces olvidarse de su deseo.
Nunca siento dolor,
más bien yo lleno todas las dolencias con silencio, donde la misma palabra ya
es un destino, es decir la misma palabra “silencio”, entonces ya no dejo
espacio para lo otro, todo está dicho, y cuando todo está dicho el objeto
desaparece, el espíritu se asombra, él llena de angustias mis líneas y no
vuelvo jamás, porque ese es el pecado: repetirme hasta el cansancio.
Mi palabra maestra:
cerebro, mi pecado: el vocerío, mi dolencia: la locura de vagar sin nombre, es
decir, sin objeto al cual nombrar.
Cuando quiero matar,
invoco; por eso a Él lo he matado, lo he invocado tantas veces a través de
tantas voces: está a punto de desaparecer, entonces caerá en locura, en la
locura de deambular sin nombre, o más bien, como un nombre sin objeto al cual
nombrar. Las que me gustan: alcabala, azar, clepsidra...
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