Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

viernes, 12 de octubre de 2012

Oblea



No lo puedes negar… te gusta y tú le gustas a ella. En lánguida melodía va la relación de ustedes como si fueran dos extraños; claro, ella no es de tu nivel, tú eres hijo de Dios y ella sabrá de quién es hija… pero te gusta… no es un simple gusto, ya pasó a algo más, en lo que se convierten ellas cuando te las prohíbes: una ensoñación, un encanto, una espina que te duele, una laceración, unos pies apenas en el suelo, una falda devanando al aire, una blusa  enconada por sobre sus mataduras… todo eso y más; pero no lo olvidas: eres hijo de Dios y ella, sabrá de quién es hija.
Has llegado a pensar: es mujer, igual a ellas, entre sus piernas late eso y te llama a cada… “la imaginación como una espuela” te arriza los ijares, la mente arrobada por entre el puño de este tu noviciado apenas canta una edad de silencios sobre su cuerpo y el de ella, también es mujer… pero eso no debe de ser, porque, te dices: es lo último a llegar. Entonces te llagan sus olores. Cómo quisieras comerte las obleas remojada en eso… sale desde adentro como de la fuente ignota, no dura pero come el bestial pensamiento de su solo nombre.
Ayer, cuando sacudía el estante de libros te rozó con… la falda, pero tú sentiste la carne dura de sus muslos posarse sobre ti; no, no fueron los muslos, fue la simple tela, la misma guarda de eso, te endemonia y no sucumbes hasta llegar a tu habitación y lo haces solo como siempre. Has notado en los últimos días: entre más lo haces más ensueñas, entre más te masturbas pensando en su… nombre, más acude a ti esa imagen; te llama de entre la tela, de entre sus muslos, de entre sus piernas.
Y ella te sonríe, y tú le sigues la risa como si nada, pero desde cerca puede mirarse cómo te tiembla la barbilla al verla cerca de ti y en esas poses… Ya no puedes olvidar la vez cuando te rozó la mano, ya no puedes olvidar la vez cuando te arropó con sus manos para no dejarte caer sobre el vacío, ya no puedes pensar en otra cosa, no sea su voz latiéndote en el pecho y en tus manos y en tus oídos y en tus ojos, ya no puedes pensarla cuando das la misa de seis, sino en espasmos de cadera, como la otra: llega puntual para  depositar sobre sus labios la hostia… la misma le da el nombre a tu trabajo día a día. En más de una ocasión lo has decidido; asaltar su cama como un… o buscar asilo como el vagabundo, cuando no tiene otra salida: robarse el pan del cajón de obleas: están sobre el estante… pero tu instinto te ha dicho: no hay necesidad de eso, solo basta un rozón de tus manos con la de ella, acaso ella siente lo mismo y tú en la inmensidad de su olvido de las cosas de la calle. Y sus caderas, y sus manos, y su cara, y su… y la latencia de la carne lleva sobre de sí como si fuera una carga para el pesado faldón de su estatura: mujer de engaño, vacilación, engañadora, orgullo sobre su nombre, bastión de sierpes de pecado, demonio… se viste de esa manera para verte sudar copiosamente; mientras, resistes y resistes en son de guardar los días terrenales. Ya tu espalda es un escorpión latiendo veneno sobre la herida de tus laceraciones, ya el suplicio la engrandeció, a tal punto: basta un rozón de su mano, basta el soplido de su falda cuando se da la vuelta para encontrarte de nuevo en su mirada arrobada en ti, como si fueras un santo.
Ahora está de espaldas en el cuarto de la misión. Qué hace ahí parada… ya tienes la erección a cuestas, ella no se mueve como si te esperara, ella permanece como una… busca su propio veneno. Por entre su falda larga, hasta el tobillo, se traslucen las formas de sus carnes, desde la curva de su cintura hacia arriba remata en su boca… y más abajo… lo has decidido, te levantas de tu sillón, caminas hacia ella, volteas hacia el lado derecho y está la foto de ella, la misma te regalaron el día de tu partida del seminario. Es la misma, te dices para adentro… y así, como si fuera mengua, la tomas entre tus brazos y el cristal la arropa, la ropa la quema, cae en pedazos frente a ti, y la izas para así no se rompa el papel de sus pasos sobre la habitación, pues ha terminado y tú has hecho lo mismo de todos los días… 

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