Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

lunes, 8 de octubre de 2012

Mimesis



La muerte es un catafalco donde yace una mujer bella y madura, no está muerta: descansa, no ríe: se mofa de la gente. En sus labios luce una sonrisa apenas Mona Lisa. La recuerdo jugando a morirse en aquellos momentos de catorce años cuando ella dejaba de respirar y luego yo, con mi aliento en su boca, la volvía a la vida. Ahora yace después de haber cumplido su palabra: “yo decido mi vida y mi muerte”. Lo hizo con su propia mano, así como tejía manualidades en su cuerpo en sus ratos de ocio; esta vez lo sabía, estaba llegado el momento “su momento”.
Me tapo la nariz y la boca, deja se me pongan morados lo labios, me besas y luego soplas para inflar de nuevo mis pulmones, me decía en sus catorce años.
Yo lo hacía a cambio de que después ella lo hiciera conmigo.
No sucedía nada… o casi nada. Sólo era dejarse ir como cualquiera por una calle desierta; no había estertores, sólo silencio entre las venas; llegué a escuchar en su pecho y su corazón latía lento y visceral como un corazón… pero vivía. Sacarla de la inconsciencia era asunto de soplar en sus pulmones y llenarlos de aire como un globo que se hincha… así se expandía su pecho y sus senos de esos mismos años. Ahora está aquí con una sonrisa apenas perceptible, la misma, después de la muerte tomada por uno mismo y en la hora propicia. Me he asomado más de una vez a verla… a verle el rostro cubierto apenas con un roce de…  asombra sus ojos,  sacude sus mejillas, tornea sus labios. Me fascina su dormir latente, cada que me asomo a verla, el tiempo se detiene, me niego a pensar lo siguiente, en los siguientes días, me niego a pensar después de los nueve días adentro de la fosa, me niego a aceptar lo de los años. Está demás decir lo pensado al volver a sus labios, está demás pensar otra vez en sus cabellos ensortijados como un lienzo sobre su cuello… sus manos están intactas, su cuello largo yace como si rezara al dios, nunca creído ni por un rato… yo soplaba adentro de sus pulmones por su nariz y su boca y abría otra vez los ojos… yo me iba como en un sueño y volvía a verle sus grandes ojos negros pegados a su nariz mientras ella soplaba en mis pulmones.
Luego la dejé de ver por largo tiempo, como cuando papá y mamá deciden alejarlo a uno del peligro descubierto en una noche de piyamas, cuando no dormíamos ni jugábamos sino el juego de estar muerto y revivir para des-aburrirnos de estar vivos toda la vida.
Ahora no es posible levantar el cristal por donde se ve su cara, para insuflarle otra vez el aire de la vida, ya no es posible verla reír de nuevo en esta vida… dicen, al lado de su cuerpo, hoy en la mañana, estaba el frasco clásico de pastillas para dormir, totalmente vacío, quizá por eso su risa celestial como la de Leonardo como la misma ahora luce, quizá por eso su cuello suave y alzado como guía, quizá por eso sus…
Pienso en el tiempo de hoy hasta mañana.
No hay nada me detenga para espantar la respiración hasta mañana, no hay lagunas donde merodear para aguantarse la idea de estar como en su tumba después del catafalco.
Es preciso… es preciso la acompañe hasta el rosario del camposanto.
Jamás, en las veces cuando lo hicimos, pensamos sería para siempre, que la muerte es para siempre y para nunca.
Estaré atento al reloj de pared para enderezar la idea en su hora, pero ella ya no estará para insuflar de nuevo mis pulmones…
Aflojaré las amarras, me atan a su sonrisa, me atan a su pelo, me atan a su piel, me atan al cadalso; no sé cuánto tiempo espere para verla otra vez, según los cristianos… volveré algún día al lugar de su entierro y veré sus huesos áridos, como fantasmas en medio de la noche, veré sus dientes salidos de la carne, veré sus manos sin carne ya, sus pies, su abdomen, sus brazos, pero ya no estará para darme el aire faltante en la hora precisa, la que elegiré sin dogmas de por medio, la misma me hará llegar hasta pasar de un momento a otro, sin hallar poses en el camino… no es el amor quien guía mis pensamientos, es esa idea obsesiva de hacerlo a como lo hizo ella, es la idea machacando el cerebro para volver a estar muerto, es la idea de salirme de esta instancia para envolverme en la sábana del tiempo, la niebla, pues hay niebla por entre los caudales de caminos hacia el lugar de su tumba, hecha ya, confiada a los hacedores de tumbas… quizá mañana mismo, mande hacer mi cajón, quizá mañana mismo me mande hacer mi tumba; la adornaré con la letra de aquella canción grabada entre la piedra, la haré a la luz de las palabras escritas, la llevaré al lapidador, para así, haga con su cincel el grabado sobre la piedra. Llegado el momento lo haré de un jalón, sin que haya cimientos para derrumbar, ni paredes huecas, rimadas al son del día postrero. Dejaré una carta, así como la dejan los suicidas, dejaré un discurso para leer en el momento de bajar hasta el sótano de la tumba… igual a ella hoy mismo por la tarde…

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