La muerte camina, en
estos días, con zancos, suele alejarse de la gente para dormir una siesta entre
papeles, no cambia de color por ser una suerte de ilusión de Dios a la medida.
La muerte es hechiza, como una herramienta fabricada para un solo trabajo; no espanta a
los inocentes ni a los que ofendemos al prójimo con culpas de por medio. Ella
salta y maromea como el caballo rosa, pero no hace mal a nadie, más bien
engatusa a los incautos, pues la temen. La muerte está al centro de la sala,
pende de un foco continuó como la luz del día, arremete a ser vista sin
catalejos, entonces sale de foco y a parece como una mancha en la pared dejada
por la lluvia… son los galgos, ocurren a burlarse del inocente, es la muerte
como una discusión sin sentido, como las palabras de un desquiciado… las
palabras someten a la muerte con… en el cerebro, una a una cada palabra lleva el
mensaje de… para enderezar la idea: todo es pasajero, menos el muerto pasando
por la calle…
En el baile de
disfraces suele estarse quieta, en la calle luce como inocente, en la casa
ordena cerrar las puertas, en la habitación de los amantes pulula como invitada
a la escena, pues la aturde… Entonces se convierte en cuento para después de
eso, y ella la inventa para poder cabalgar otra vez entre vergas de caballo
rosa por la calle. La muerte les gusta a los pecadores, a los comedores de
hostias, despreciadores de obleas, de pan sin levadura, a los comulgantes, arrepentidos
cada hora de sus pecados, a los pecadores
sin tocarse la saliva ni sus duros pezones bajo la lluvia.
Ella gusta de
oraciones cabales dichas en voz alta, con toda intención para así todos oigan
la voz de Dios y se espanten de faltar a una oración del día. La muerte adosa
los sentidos como una pintura del siglo XII, es un pecado dicho a la hora del
encuentro de dos cuerpos desnudos y yertos, con solo palabras sobre-aviso. No
hay sínodos en la habitación de la muerte, hay más bien un coro de serpientes,
carean a los inocentes para darse cuenta de quién miente. Sin embargo ella le
miente a Dios, Dios le miente a ella y el demonio ríe desde adentro para
encarar un siglo de luces entre las venas del despierto a toda hora, delfín
pululando en la eternidad de las aguas… nunca duerme. La muerte es solemne como
ellos, igual a ellos hechiza a la multitud, grita como si hacerlo fuera una
alcabala.
Me gustan las
carrozas, van con la muerte encima de rosas insepultas, porque el miedo se
quita en nueve días y no en nueve horas… pero la hora nona es la hora de la
mera muerte. Entra sin sentirla igual a una laceración de tobillo a la hora de
decir: se debe matar al caballo rosa porque se ha roto una pata trasera. Hay
una culebra en mi pueblo, se llama Oracionera, es porque sale a la hora del
crepúsculo, pudre al pie si la pisa, y mueres con su hechiza lengua por el
calcañal, a esa misma hora; es de color café, tímida como las de mi tierra,
veneno solo para pudrir la zona donde muerde, mohína y sin luz en los ojos; se
encajona en los matorrales y se le encubre con un mache de filo romo… pero ella
no es la muerte, ella más bien se parece a un cerebro sin equilibrio emocional
por falta de estacionamiento para los… sobran al tercer día y matan por
ausencia en el quinto día… así, la muerte es la mejor acompaña para andar
caminos a las doce, pues el sol espanta a la inocente, como se espanta el
caballo rosa por la culebra venenosa, no la ve pero la huele del ambiente, la
otea… es bueno dormirse con la muerte, es bueno levantarse con ella, es bueno
llevarla en el bolsillo del pantalón… del lado izquierdo, es bueno escuchar al
hombre viejo de la casa cuando dice: déjenlo partir suavecito como meandro, no
lo molesten, es la hora de la partida…
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