Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

viernes, 26 de octubre de 2012

Consolador



Como el mago bate al mimbre, así rueda desde abajo… sube, lo enternece; imagina un… para, así, sea como el vate. Entonces vuelve en sí. Estaba sola. No quería, pero el zumo entre que vuela y aterriza, cobra un pasmo; vio la escena, luego el… entre cadenas. Atada a su propia mano, endulzada con semilla. Quiso un bardo, lo contuvo. El tequila es redondo como un grumo de arena perdido entre las sienes. Se sirvió: macho y hembra… tequila con cerveza… estaba sola; rueda sin fin como un trago sobre trago, pero ahora es al otro día. Lo toma con la mano, el vaso frío, la cerveza bien caliente. Entonces lo resuelve. Y del plástico hace una maroma, de la mano va que vuela, del tinte toma nombre y se resuelve, es el jaspe, es el aroma... la textura. Jadea. El cisne se retuerce, las manos en frenesí… si no fuera palo, estaría en otro axioma; por ejemplo el que habla de la suerte: un entremés, bocadito en la maroma no es lo mismo pero el embalse está que surte para dos de un solo cuerpo… lo repite. Vuelve al bajo y estridente como un cuerno suena el cierzo. No escatima nada. La aureola luce sola, hinchada la semilla… entonces vuelve, toca, hurga, al ras de yema con el púlpito en las manos: una lengua hechiza. Un corno inglés, una camisa… se la plancha, se la endosa… va rodando desde el ombligo una corona, cruza al basto se enternece y aterriza en su semilla. Arriba sigue en ciernes… Se va… regresa, y no está para nadie, ha tocado el cuerpo en ala rota, se ha escanciado, sobre el talle dos coronas, una de embalse, la otra de aroma. No se sostiene va que vuela; sin soltarla, con la otra mano lo recoge de la cornisa ¡Quiere ver su propia yema! Y lo hace, en son de azúcar, lo menea con aguante, no hay ninguna prisa; roza el cuello, lame el susto que camina entre sus dedos, se embadurna de… y lo imagina… ¡Va de nuevo! No hay ni sombra de copete, solo el bardo se menea como el pistilo a su corola. El zumo la enternece. Cuerpo en timbre, cuerda para rato, manos locas, cuello de cisne, alabastro de rocola; no se agita, más bien por todo el cuerpo late el… cuello de correa. Lo ve de espaldas, le recorre el brazo, las ingles intactas; es hasta arriba, a dos manos la cabeza, una encima de la otra, endosadas como cartas, sin abrir el estilete lo hunde otra vez y cabecea y lo mueve y lo unta y lo toca… y es suave. Entre más saca la pila, más escarnio. Se voltea y va que vuela… llega… se siente honda, no hay convite que se ofrezca, no hay salvedad en esta especie… lo imagina y con esto tan caliente, por fin albahaca. Suena: “el jarabe no es de palo”… y se endiosa, se ve al espejo con esto tan tierno entre manos de caribe. Se amalgama y arrejunta y se endosa los sentidos, todos a una, se ve las nalgas. Otra vez en la hecatombe y nace un grito que jadea, salta desde sus labios un suspiro, dos en honda cabellera… ya la rueca se menea en manualidades de tormento, pero en tanto, desde la hondonada saca un resto… abre las piernas, su pupila se entreabre y cierra la semilla, no es de aroma es de tacto y unos ojos y de dedos y camisa y de otra cuerda y de plástico entre manos y de sueños imaginación redonda como el… torno de su talle, como el torno de su busto al aire, como el torno de sus manos, como el torno de sus dedos ¿Y entre manos? ¡Una camisa! Y pierde la cuenta, otra vez en la cumbre de cereza, lame el bordo de su aureola y lo muerde. Un embalse en todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies le recorre una maroma; son piratas a la vista, no hay órdenes qué cumplir, se basta sola, de su mente, arrobada como está, nacen los meandros, nace el cuello, nacen las manos, nace el cuento, y ve su estola, junto a la estola esta su braga, junto a su braga luce el… No lo requiere. Necesita otro de ojos. El embeleso se la lleva; del plasma surgen con colores, el olor es de la sombra, más abajo, sin cordones de por medio una maroma, sin estoques dos venidas, sin embalses las corolas; ahora se recuesta. Saca la mano del volumen, ya es tardía la amapola. Va y se sirve un vaso frío… del tequila ni su sombra. “Las aureolas siempre vuelven”. Se hace mohína, se envuelve en sí, y del tequila da su resto, no hay estoque en la barbilla… luce sola, luce cumbre… va que vuela.  

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