Quiero ver mi lado
oscuro, dijiste y agregaste: no es lo mismo hacer que decir; descubre en mí las
palabras que te llevan por los pasos perdidos… por cierto, yo los inventé.
Camina por entre los pliegues de hormigas que devoran mi piel al contacto de
tus manos, mira cómo enciendo las hogueras de azúcar para atraer al comedor de
alpiste en la mañana, y en el tarde, comedor de… rendidas en un plato de
lentejas. Tú me pagas y yo me desvisto ante esos ojos que estarán latentes por
si acaso, veré en sus ojos la vergüenza de su deseo y yo, alelada, te sentiré
dentro de mí como esas miradas cohibidas, que se arrodillarán ante la pared,
para ver de reojo aquello que los humilla ante mí, la poderosa por poder
hacerlo frente a ellos y verlos así rendidos, mientras tú me penetras por
doquier, sin que haya en sus miradas más que miedo y dolor y placer contenido,
por aquello de ser primerizos y ni el alcohol, puede con tanto arrobamiento de
estas mis entrañas poderosas, que se dejan horadar, esta vez sin el sabor
anacrónico del… asunto escondido para dentro de nueve meses. Ellos así lo hacen
y, cuando están a punto de llegar, mil imágenes de parto acuden a su memoria
por tratarse del mandato de su dios, para salvar el pecado de desear por el que
ellas se postran día y noche ante el arrobamiento. A mí me verán como animal,
rugiendo mis deseos al ímpetu de tus entradas en combate, de tus rumiajes de
toro que no lame sino de la escoriación de mis fantasmas; hechos esta vez, de
simple deseo sin que masculle dentro de mí, más que el ansia de llenar mis
oquedades. Comenzaremos a media noche. Los llevaremos por los caminos de la
ciudad, les daremos del mismo licor, nos guardaremos de que no haya entre ellos
sino vergüenza por ser como son: encontrados en el mismo camino, evasión para
muertos en vida que comulgan con el dios de todos los pecados.
Ya cuando el alcohol
suelte amarras para reír, ya cuando el alcohol, les hable en sus oídos y digan
de qué hablan esos demonios, nos iremos por el camino de la lozanía, la
inocencia, el punto crucial, las naceduras de sus sueños, de su primigenio
altar a la vida con que se entregan, a sabiendas que no es de ellos hacerlo
como animales en concierto, pues ella, la mujer que va, la que hemos visto
desde lejos y que esa noche nos acompañará, lo hace como animal pero a solas;
no permite que otros se enteren de este misterio que encona los ojos de tanto
desear verse por fuera, pues no hay espejo que le devuelva a sus ojos apagados,
neutros, sin brillos, a la hora cuando ella, en suprema función para iniciados
se entrega a sí misma… y ella quiere ver, pero le da vergüenza no encontrarse
en otros ojos a la hora cuando ella está en lo suyo… esconderán los ojos de los
nuestros, los nuestros buscarán sus ojos y se embaucarán con ese miedo y deseo
a la vez de mirar y ser mirados… se mojarán, de eso segura estoy. ¡Descubre en
mí esos pasillos oscuros que yo no alcanzo a ver!, pues me he perdido entre
telones por entre los círculos del embalse que está al sur de mi cuerpo… espejo
de mí misma que no refleja este espejo delante de mí.
Nos fuimos por la
estación, los hallamos asegún ella lo planeó. Ella una indígena dada al alcohol
y bebedizos de cantil, ellos, los otros, hombres deseosos de pensar y pensarse
ellos mismos como si fueran al mismo tiempo veedores y vistos en el escenario
de la piel; el alcohol comenzó a hablar, yo, me concentraba en hacerlos reír,
ella iba callada; entre ratos la aludía con suprema frialdad ¿Acaso te has
arrepentido? No contestaba, pero rumiaba para sí… después me lo dijo, la escena
que vendría después.
A las once con
treinta minutos, bien calculados, nos dirigimos al monte hecho de miel, nos
dirigimos a la casa de uno de ellos, yo llevaba el dinero para todos, ella,
incluso lo había pedido por adelantado; llegamos a la casa de papel, nos
introdujimos, sacamos el colchón de aire, lo extendimos en medio de la sala,
nos sentamos, ella se sentó sobre mis piernas y de inmediato, comenzó a
arrancarme los labios con sus labios, su lengua con mi lengua sus piernas con
las mías; nos izamos, caímos como rueda en medio del colchón, ellos reían, de
pronto ya estábamos desnudos. Un silencio se levantó de pronto, de pronto sólo
se oían los chasquidos de nuestros besos, de pronto miré y ella estaba desnuda
sobre la sábana que cubría al colchón. Las miradas se comenzaron a esconder,
las risas: muecas en salvación, los músculos de los rostros, imanes para mirar…
y era… erizos en la piel… pudor en tentación; tanto el silencio que comenzó a
oírse el chasquido del agua saliéndole de ahí, enroscándose en mí; ellos quería
ver y no ver, ellos quería irse y no irse, ellos veían escondidos de sí mismos el lugar.
Ella se volteó, la
hundí, ellos salieron corriendo del lugar… no había zona oscura, le dije al día
siguiente, no había oscuridades que horadar.