Mar adentro, desde
donde se ve al risco, y a sus pies, el agua en vertical, hay una marea que
comba al viento, lo curva hacia arriba y con ello dibuja los contornos de una
silaba hecha de sueños de ayer; mar adentro, desde donde las aves de alta mar
planean, mirando siempre hacia la orilla, hay algas que se ondulan al paso de
las mujeres de la calle, de esta calle, de esta orilla, de este aire del norte,
ondulando los árboles cuyas raíces se enraízan hacia donde viene el viento.
Allá, dentro de este
mar, se menean incesantes los barcos que llevan los cuerpos hacia los lares de
tierras submarinas… caracolas vacías de su adentro, rojas en su almenar, como
rojo es tu hospicio donde lloran los duendes a media noche, donde los ojos de
los hombres posan su vista al paso de ondulaciones por la calle, pasan del
rojo al rosa pálido como la calle; más, si es una calle vacía a las dos de la
tarde, cuando los demonios duermen la siesta, pero ello no impide que renazcan
en el deseo de estos hombres por arribar al risco: tu almenar, para beber de
ahí el cuerpo de esta agua, agua latente como si esperara su igual: introito,
para lanzar chisguetes de agua blanca que enloquece a los hombres cuando se
ahogan de tanta vastedad de este mar adentro.
Los marinos se atan
al palo mayor; así como lo dice el poeta, pero el bergantín, se ata a la ola
que comba el aire y abate desde lo alto las velas de papel, incendiadas por
este viento curvado del océano.
En las profundidades
de este mar en calma, con combas a los lados del barco, hay sinuosidades que se
avistan sin catalejo, pues el aire se vuelve imagen en la comba del agua, como
si se ayuntaran con este espasmo de aire y la caracola se abriera, y las algas
bailaran y los cormoranes abrieran sus alas y las gaviotas desnudaran las ondas
de la nube y tú, aderezaras con el meneo de tu falda… y lo que hay debajo de la
falda, para engarzar aromas del mar adentro combado en un sentido.
Tu sexo: caracola
abierta después de hacerlo en muchas veces, se entona con una canción de viento
venido desde alta mar, como los cuervos, anunciando la muerte para más de un
vigía… aletea entre manos el nido de gaviota dejado en el litoral, por si
faltase, a la hora de enviar el cuerpo hacia el mar, un alma vigía que endosara
las caracolas de labios rojos que se esparcen desde abajo, hacia las
sinuosidades de las algas, meneadas por
un suave vaivén de olas combadas por el viento que adentra entre su nido, este
molde de aire que sopla sin rumbo.
Mar adentro, desde tu
axila, resuma un vuelo de cormorán hastiado de lamento, mar adentro, desde tu
nácar, los moluscos tienden caminos hacia fuera: infinito que se pierde entre
este mar ––ahora–– en calma, con solo las combas de… no hay palabras para nombrar
los sucesos pasados después de la mar en calma, pues mar adentro, después del
risco, después de las profundidades de la orilla, se ven a los barcos alzar la
proa hacia otra orilla: estero donde el mar se acaba y comienza su balanceo,
como los pasos de la calle que van hacia algún lugar… aprisa porque comienzan
los trajines de la hora, de esta hora: las dos del sueño, cuando el sol
inclinado convierte a las sombras en cortos mensajes de los holanes de tu
falda.
El mar termina en
esta calle vacía de las dos de la tarde, termina y terminan los pasos de las
mujeres de la ciudad, termina el trajín de caracolas… aun en las hondas cuerdas
del mar profundo, las caracolas se abren para dormir la siesta de los… antaño,
había en estas caracolas númenes en desventura, por si el mar entraba hasta
hacerse profundo, en la hondas curvas de olandas torceduras… crímenes de
mujeres solitarias, asaltadas por hombre solos saliendo de su madriguera para
encender en sus corolas, cual barcos de alta mar, abriéndose paso en puerto
cerrado al arribo de barcos lanzados hacia fuera por el ventarrón venido del
norte que todo lo corre hacia la tierra; hombres navegantes, pleonasmos del
mar, pues ayer bajaron de su estío: barco a la deriva, que no dejó ningún
rastro para encontrar a su especie entre caracolas abiertas del mar abierto del
aire abierto del risco abierto, como si fueran a encallarse delante de la ola
arrojada por el mar, como arroja a las algas que mueren solas esperando el
vaivén de olas nacidas desde el mar adentro, combadas por el aire que las… Las
mujeres solas, ondean solas sus faldas por este viento del norte que sopla en
derredor de ellas; no aceptarán al barco hastiado, aceptarán al mar en su
estero, amainado en cumbres de árboles que cuelan el agua salada, para ensalzar
al dios de todos los hombres que cruzan la frontera del estero, para lanzar las
ondas de la nube en altazor: voz del navegante salida del estero.
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