Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

martes, 1 de enero de 2013

El ave en la heladera



El ave congelada es un túnel al espacio. Camino por entre heladeras paralelas, salvo, una pared entre túnel y túnel; camino aprisa, corro, me detengo, el ave congelada vuelve desde su cubil: la heladera; yo vuelvo desde mis pasos corriendo por este túnel primerizo: es la primera vez que lo recorro, volteo y no hay nadie sino mis pasos dejados en la humedad del piso donde piso. La pared que divide a este túnel del otro, es transparente, veo a los otros corriendo… a mi lado no hay nadie, salvo esta humedad, a ratos charco, invadiendo los huecos entre los rieles… sí, en medio del túnel hay unos rieles, es como un pasaje del tren de la ciudad de los muertos, la ciudad a las doce diez minutos del día solitario; vengo desde la superficie de las calles solitarias, ni un alma, transitando en este día tan solitario, con los sentimientos de la noche, ni un borracho, ni un transeúnte, ni compradores, ni vendedores: la ciudad está abandonada; por eso me he metido a este túnel: espacio para videntes, por eso me he bajado desde la heladera hasta el horno de microondas, por eso camino, corro entre ratos para dejar pasar a mis pasos de esta latitud: estancia de la calle, hasta esta otra estancia: la del callejón, salvado por la pared transparente que… donde miro, mientras corro, a los otros, del otro lado de la estancia; vuelvo a voltear, nadie me sigue. Salvo estos pensamientos en esta ciudad ––arriba–– abandonada.
Los que corren en paralelo lo hacen curvando este espacio hacia el otro espacio, corren y miran hacia mí, como si fuera yo un aparecido de la noche, de esta noche de violenta soledad, de esta oscuridad de abajo de la tierra donde no penetra la luz de arriba de la calle; he dejado atrás los pasos venideros, he dado un salto, pero no alcancé a lanzarme hacia delante, me lo impidió esta instancia de los pasos muertos dejados en la ladera de la estación de trenes salidos a deshoras, caí en el mismo lugar: este presente de pasos corriendo hacia el… no puedo decir su nombre, no lo puedo nombrar: aún no existe y acaso nunca existirá, salvo en la ilusión pasajera como los pasos dejados hacia atrás; hacia delante es como ver hacia atrás: solo fantasmas en la respiración acompasada, solo penumbra por venir y esto otro que me mira entre ratos, voltea desesperado para verme si aún estoy… sigo aquí corriendo, con una sola obsesión: los pasos dejados en mansalva.
Voy solo, muy solo, igual al de junto, igual a la soledad del túnel, igual a la soledad de esta humedad no concebida: hecha por… y los pasos van secándose a mi paso, la humedad se levanta desde lagos inciertos, como barcos a la deriva que zarpan a la mar, a invadir otros espacios, mis pies ––descalzos–– no resbalan por esta humedad de aves abandonadas a su suerte en la heladera de esta instancia abandonada por todos, salvo por mí que la recorro en compañía de los otros que van en soledad con su resuello como guía. De pronto, de entre la oscuridad que está delante, veo a dos búhos dar un vuelo rasante; la imagen me da miedo, los búhos son aves cazadoras en la oscuridad, pero solas, nunca se acompañan de otro búho para saldar la cuenta entre papeles abandonados… no sé que hacen esos búhos en esta soledad de pasaje abandonado por trenes detenidos, en la inmaculada sombra de cuerpos que yacen en medio de la calle, arriba de donde corro, son cuerpos dejados a su suerte por el que heló al pájaro en la heladera, son cuerpos sin nombre… recuerdo que fui a buscar hielo para la copa burbujeante, recuerdo que salí a la calle para entresacar de la heladera al público estacionada en la maraña de los pasos de la noche anterior, entresacar los hielos para la copa, pero no encontré, no hallé la heladera: en su lugar estaba el ave congelada, en su lugar el horno de microondas a fin de salvar pasos para esta estancia; no veo, al otro lado del callejón, sino ojos que ven desesperados para tocarme mientras… quizá en el momento, cuando logremos encontrarnos, cuando ya no haya más paredes que nos separen, alzaré los brazos para abrazarlo y decirle de esta soledad de cuerdas de guitarra, de esa soledad del pájaro de la heladera, que yace en medio de la calle setenta y dos, esquina con la cuarenta y cinco, la que está en el lugar donde la noche anterior había botellas de licor para los viandantes, le diré de adonde vengo, él quizá me diga lo mismo: Vengo del mismo lugar, provengo desde la calle… la esquina donde está el pájaro congelado en la heladera, dejada desde la noche anterior… quizá agregue: en las otras heladeras había aves congeladas, todos los pájaros de la ciudad se congelaron por esta lluvia de… por toda la ciudad hay pájaros moribundos, nosotros estamos aquí porque logramos vernos a través de la pared del túnel… de los callejones por donde corríamos: solo así, entre dos habremos encontrado el camino para volver al otro lado de la ciudad. El futuro se construye entre telones de voces que se van tejiendo, una vez quedada atrás el ave muerta de la heladera… por fin salgo a la superficie, no hay otro túnel paralelo, pero al lado del último escalón hay una heladera con los dos búhos que volaban delante de mí; veo hacia los lados: la gente camina y no ve hacia los lados.

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