Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

sábado, 30 de marzo de 2013

Isla mujeres (frgmento)

Esta consumida. Lo hizo en dos horas y media. Of the record se venera. Luce su espigado cuerpo en aras. Ahora estancia altiva después de haber viajado por todo el teorema de una carne sola. Ahora no mide, no cuenta, no relata. Sola asiste a ser en el latido suave, acompasado. Se ha ido el pleonasmo del tardío beso no llegado… tampoco pedido ni esperado. Ruega un silencio para su estadía, ríe tímida. Otra vez se sueña, se acurruca en ciernes de tormenta ida. Ahora se mide en toda la extensión de la palabra. Se comide, sueña que es pasada. Se ensueña, se barrunta para ser ensalmo de un espanto horrible. Su pensamiento luce vacío… nada asiste al sueño que la acecha. No moja en numen su pensar. Simplemente está. No relajada. No soñada. No satisfecha: suspendida. Él no está, se ha ido. Ella quieta. Nunca soñó estar así: suspendida. Cada vez es distinto. Cada mes en plenilunio. Cuando no hay nada que la asista se recuesta en sí misma al olvido. Se olvida para sí misma. Se rememora en el instante ido. Y en el clímax de la venganza… podría ser una venganza su estadía. Regalo de nada, de todo para ser vidente. Suave es otra imagen sólida, actuante. En remilgo no permite menos que un beso en la espalda. Nada. No piensa. Como duende sin rumbo se sueña aturdida. Guarda su tesoro en el olvido. No está triste, solo ida. En barrunto de tormenta –como aquélla– se dice a sí misma que sueña. Pero no sueña. Simplemente se deduce. Estará en la carretera de… como a las… se dejará ir como en bastiones. Luego el cenote que tanto la obsesiona… laguna negra de acecho en la tornada. Le hará la parada sin escarnio. Se subirá al auto de colores. Irá de meta en meta… línea de tormenta y baile a las diez. Sin importarle el qué dirán. En compás de su propio rumbo –ahora– se busca. La opinión de los demás no le basta, ahorita ni la de él, en llamada de auxilio. Escuchará la voz del instinto. Cuando él le diga: “Habla. Estarás en niñez prevaricada. Hoy soltera como abasto, a lo mejor me eliges. Pero es mejor así. Que detones en tu voz la mía. Te pondrás de hinojos ante La Pareja de Estocolmo. Mantén la calma. Lo sé. No soy nadie en tu vida. Me aseguro de que me tomes en cuenta para el viaje que pernocta en emergencia. Lejos del calor de la carretera. Piénsalo. La hacemos entre los dos… si al fin ya hemos compartido todo, podemos compartir lo demás. Estarás con una bata Hindú de flores blancas… rojas si tú lo quieres. Lo haremos a como nunca has querido, deja probar mi propia inocencia en medida de saliva. Acude a mi llamado en do menor, a lo mejor ondeo mi cabeza y la tomas con las manos entre tus manos. Iremos en motor batiente como a las doce. Estarás acurrucada en una colcha suave en el asiento de atrás. Luego el cenote que me has platicado. Detrás habrá quedado la laguna negra de Estocolmo. Habrás aumentado un cobre enseñado. Estarás como una ojiva en su cenáculo. Esperarás en la carretera al paso del país de un solo avión. Luego, como si fueras neutra alzarás la mano en un ademán altivo. Te enroscarás en tus manos como ahora que asientas. Te sentarás a meditar sobre el marasmo, lo único que te endulza; sabrás remendar instante sobre instante. En generación de amigos te adentrarás al numen de tus sueños. Ya no mirarás tus senos; columpiar una imagen y tu árbol empedernido, será la seña que persigas como si fueras niña. Ese mismo día empezaré para ser espía de tu sueño amodorrado en entrecejo. Si lo permites te pasaré la mirada por entre pliegues de estulticia. Mientras despiertas, meditaré sobre el vigía que me acecha, diré una oración a la palestra, mi razón la ciencia de mi orgullo pisará un áspid sobre la fauna silvestre del campo inerte a la hora del cenit. Te encontraré desde la falda hindú hasta tus pechos dorados en aureolas profundas y escasas. Dilataré las venas a 120 kilómetros por hora en la hora del espasmo violento y sacro… me habrás quitado la barba cerrada, me habrás robado mi sombra de ermitaño; una tolvanera anunciará –afuera– la cercanía de Xpugil… muy lejos de Ixhuatlán, en la cercanía de tu carne muerta como ahora. Adentro, un frío de soledad desierta como la carretera que quieres cruzar sola. ¿Por qué no permites mi acompaña? ¿Por qué me encierras en este misterio de salir en verano?... y solo. ¿Y si te encuentro? ¿Por qué condenarme al resquicio de una venganza alegre? En parte estaré contigo como ahora. Desde aquí te digo: ¿por qué me entregas al dilema de tú o el olvido? Esperaré a que te encuentre entre los pliegues de la colcha. Erguida, como siempre, pronunciaré las silabas de alcázar como si fueras la Torre de Babel. Enseguida de tu nombre irá una coma, por si faltaren los puntos suspensivos. Ahora luces alegre como cuando tomo el matraz del incendio; en cirrus cumulus nimbus, esconderás un ademán de insulto. Quizá baje la escalera de mármol entreabierto. Te detenga el paso hasta tu talle y te diga: “¿Quieres ir?” O me reclames por revelar al público nuestros secretos. Desde el balcón nadie se había dado cuenta. Así frente a frente no podremos fingir lo que tanto predicamos en silencio, entre manos- cómplices. Anoche dormía yo en el hotel de espacio abierto. Mientras me frotaba lo pensé. Me tengo que volver común con tu… nada de iras, nada de marasmo, nada de estuco; todo en su haber intenso de edición tardía. Habré dejado todo: mis miradas desde el balcón, mi mirada perdida entre tu talle y tus Manos Nórdicas. Te veré con tu coca cola presta ¿Y “La chispa de la vida”? Ausente como siempre. De nuevo a tu espaldar embejucado y violento… entregado. El hombre que te mira cuando pasas, se atreve a insinuar como la Pareja de Estocolmo, sí, la misma pareja de la que tanto hemos platicado. Será un juego en el que tú estarás en la Cordillera de los Andes. Entumirás tus huesos al lunetario del ensalmo, en tercera llamada estarás a como siempre has estado: rumbosa y con estilo. Ya te veo como si estuvieras clamando venganza por no haberte esperado. En tu columpio de estaca estarás como en tu casa ¿Regresarás? Quizá no… a lo mejor nos vemos en los cenotes de colores, lejos de la laguna de Estocolmo… Catemaco que te vuelves chisme. Ahora sigues como ida. Estás ausente de ti misma. Lo sé… compartiste conmigo la elucubración de tus caminos perdidos. Enviaste el sobre sin remitente, sin destino. Me sonríes entre cejas. Me dices: “No lo divulgues”. Allá en la sombra del gato triste, la que te platiqué, allí mismo bajaremos los cristales del auto. Te soplará el ventarrón caliente en plena cara. Bajaremos los pies al xhashcaab tan blanco como la arena de… y tan frío en los pies ruborizados. Piénsalo, te preguntará: “Quién te enseñó a caminar”. Tú le dirás que es natural, que es un don de Dios. Así mejor para que la plática no se alargue más de lo convenido. Ella te lo agradecerá, mientras duerme la siesta que se antoja después de hacerlo así de violento y despacio. Si se enamora, le dirás que sí pero de cuando, nada. Así no perdemos su amistad… no creo que quieras irte a vivir a Estocolmo, por más que lo confundes con Catemaco. Inconforme contigo misma… no es la misma barba de candado, es otra cosa. El lenguaje es frío y visceral, nada de arrumacos, mucha ceremonia para dos entregas. A lo mejor se vuelve un misterioso dilema de sobre con saliva. Haremos una relación promiscua…

miércoles, 20 de marzo de 2013

Salamandra



¡Mátala, mátala! Decía entre sueños y yo la oía despierto cantar su canción de noche. No había machetes a la mano y su canto sonaba igual cada noche.
Un día, me dijo: Ya la maté. No la soportaba más, era una mezcla de horror y náusea, pero yo la seguía oyendo en las noches y viéndolas como se apareaban y como se nos quedaban viendo cuando lo hacíamos y su canción llegó a aburrirme, pues era opaca y monótona, salvo que siempre estaban en la ventana y no se dejaban ver cantando, solo era viable verlas cohabitando o cazando arañas sobre el techo. Otro día, se levantó bruscamente de la cama, fue por la jeringa llena de veneno y alzando la cortina de la ventana la vi como echaba un chisguete del veneno en contra de la más grande. Cayó al suelo y se retorcía, ella entonces tomó otra jeringa y la llenó de ron de la botella de donde yo bebía… no moría, entonces ella le vacío la jeringa de ron en su piel blanca y transparente; me volví hacia ella y le dije: Mátala de una vez.
––No ––dijo, mientras se levantaba de la cama e iba hasta la cocina por el cuchillo filoso y nuevo.
––No la vayas a cortar con ese cuchillo, me da asco ––Le dije.
––No lo quiero para cortarla ––me dijo–– estos animales saben de sexo; la he imaginado lamiendo mis pies y las he visto comerse el papel de baño empapado que tiras en el sesto después de hacerlo.
Yo traté de hacerme el desentendido pero no pude. Así, amaneció y el día se fue despacio por entre los vientos del sur de la primavera de ese año… el año de su recaída.
En la noche de ese día, me fui temprano a la cama; puse el climatizador y apagué las luces; de inmediato comenzaron a cantar sobre el rumbo de la ventana… la luz de la calle se colaba hasta la habitación, y en la penumbra, se veían sus cuerpos pasar y pasar adheridos al cristal de la ventana, yo me las quedé viendo alelado. Me impresionaba que les gustara la oscuridad y el eco de su canto entre la penumbra, acaso reflejado su cuerpo a través del ventanal; ya sabía yo que el canto era de la hembra llamando al macho para acoplarse.
Antes de seguir debo decir que ella odiaba las películas pornográficas; llegó a decirme que eran las mismas de la pantalla, acoplándose sin orgullo, igual a como lo hacían ellas. Un día, estaba yo frente a la pantalla, viendo una película porno, en el fondo musical se oía a Edith Piaf, cantando La vida en rosa… debo decirlo… la escena era bella, la mujer era esbelta y el hombre la hacía gemir de placer… ya se sabe: en esos tiempos todo era así: superficial; pero la voz de La Piaf, me extasiaba, hasta que hubo un momento en que solo veía a la mujer y escuchaba la canción; imaginé una escena triste, imaginé una escena malsana, imaginé un trueque del productor: a cambio de la canción, la escena triste de los cuerpos… De pronto ella entró a la habitación, se sentó a mi lado, y se quedó viendo la película; dos minutos después lloraba, le pregunté por qué lloraba y me dijo que le producía una enorme tristeza la escena de cuando ella se postraba en la cama para lamer el falo del hombre, en ese instante la voz de Edih, sonaba melancólica… por estar tan embebidos viendo y escuchando, no nos dimos cuenta de que en ese instante, en el ventana se deslizaban los enamorados; ella me dijo: ¿Ves como escuchan la canción y de seguro ven la escena de la pantalla?
Yo me quedé callado, no podía encontrar la relación de ellas apareándose sobre el ventanal hacia la calle, lo voz de Edith Piaf y la escena de los pornófilos: ellos y nosotros… no alcancé a terminar, ella fue y apagó la pantalla… se quedó como alelada escuchando el canto de la hembra… por enésima vez en esa noche.

jueves, 14 de marzo de 2013

Habemus papam



Te sientas… alzas desde tu cubil, la espera de tu orgullo, no hay en esta hora, más que síntomas de respiración; en el caudal de tu nombre, va inserto tu cuello de armadura; si conviertes a tu religión, al que te da la mano, entonces has dado el paso gigante de pose por si acaso.

En tu frente hay laureles de insidia por el triunfo de los pecados terrenales; por en medio de las hojas, se ven los trances del tiempo, en una hora caudalosa para mejor ocasión… la ciencia es el orgullo de la razón que te asiste a toda hora, en tu mirada ves la flecha lanzada de antemano.

A la sinagoga dan salida calles en desventura, en su interior hay sillas vacías; nombres nuevos pululan en pos de las personas, unos salen y otros entran, todos, arrepentidos de decir el nuevo nombre… los nuevos nombres que nombran lo antes innombrable.

Tú te desvives por parecer intacto por la hora nona, sin embargo, el cadalso ha sido testigo del nacimiento de los nuevos nombres que pululan; han caído en desolación los fantasmas, nuevos dioses se aprestan a salir, mientras te arrumbas en la esquina de todos los que habitan esta hora desamparada de los objetos que vagan sin nombre… quien quita y te apoderes de uno de esos nombres y des auxilio a los provocadores de sueños en tactos indeseables. Y te abalanzas como no queriendo para subir hasta el cielo, y te encumbras cual papalote para pasar a tomar el lugar del que circula en este lado del mar, en tercera medida de su nombre, y te nombras solo y te endilgas el nombre de tu nombre y repites la escena del fuego que arde sobre sí mismo, sin saber que hay en su rescoldo cuentas por pagar… te izas y te vas, y aquí en la tierra hay sucedáneos que sucumben al clamor de los incordios.

El fuego se ha quedado solo de ti; no hay en sus rescoldos más que la savia de tu mano, de tus recuerdos, del recuerdo de tus voces, del recuerdo de tus laceraciones exprofeso, de tus gritos a deshoras, de tu blasfemia, para poder así, transitar hacia lo hondo del tiempo que queda por seguir, pues desde el instante en que salvaste a tu creador, incubaste al Nuevo que vendría en tu nombre a pedir por todos los pecados.

Te leíste de corrido todo.

Fuiste a las mismas fuentes.

Y regresando desde allá, sucumbiste al espejo dador de todas las imágenes, pues te convertiste en sueño de todo embaucador con palabras salidas a deshoras.

Ahora todo está hecho. En este tiempo que calcina y que no sabe… no se sabe nada de él, encierras en tu puño un vómito de sangre, encierras en tu corona, los dolores de… cuando fuiste concebido en sueños como el cuento del que no se sabe su autor, pues es sabido: nada puede salir, si antes no ha sido nombrado.

Ahora eres el fantasma de tu novela no escrita por ti, pendiente de que otros, vengan a decir lo que de por sí ya es escándalo, en la denostación de todo otro nombre sin prisa de ser llamado en mansalva.

Y surtes de luces a tus ojos, de luces desorbitadas que merodean a los viandantes; en la esquina de donde te arrodillas, hay otros al lado de ti, comulgando sus temores… los mismos que ves en ti a la hora del cadalso.

No muere el insomne, muere la sombra detrás del plenilunio. Has oído las plegarias, sabes a lo que te atienes, sabes el camino que buscas, sabes de las mentiras que dijiste, sabes de mejor ocasión para negar al que te dio la sombra, así, con todo esto, sabiendo lo que te arredra, sometes a todos al dictado de las palabras dichas para inventar otros… años de cordura a través del loco de la calle que grita y se desgañita por maldecir los otros nombres, los otros distintos de tu nombre, pues es nombrando como alzarás la capa y verás lo que hay debajo de ella y sortearás los caminos, y pernoctarás bajo el techo humilde del miedo, el mismo que no sabe decir, porque su vacío es igual a su angustia y a su saber y a su rastro de vida en esta vida.

La inmortalidad ha llegado a colmar tu angustia; ya no eres quien se atreve a merodear los muros del templo como un idiota; ahora eres el nombre sacado de la chistera, eres quien da la mano a toda provocación para rectificar los caminos de salvación, pero el nombre nuevo solo salva a uno; es colmando la angustia como se accede a lo eterno y he ahí que lo has logrado, has avanzado hacia el cielo: hablarán de ti, te escucharán, vencerás después de muerto, pero la soledad será tu cruz, la que inserte en cuentas colgantes, uno a uno tus pecados.

lunes, 11 de marzo de 2013

Serpientes



La serpiente se mueve entre su propia curvatura; alumbra en ciernes un deseo de pareja. Es primavera, cuando las serpientes se aparean. Resbala en tientos de su cuerpo cuando avanza a su encuentro; hoy en la noche, más bien la madrugada, sintió recorrer por toda su piel, la nervadura de cielo entre espasmos de culebra que cuenta con un compañero que la visitará a la hora exacta, cuando el cúmulo de calor inunde a través de sus poros esta vacía sensación de escueta melodía que ya no da más, y se espera con ansia que siga sonando porque el roce de su cuerpo ante el suelo que la acosa, pasa sin rostro, más que el que ve y mira a través de su lengua, esta vez, sin el… sentido del aire que ventea, pues el macho asistirá a la hora, cuando entre sus fauces estén los aromas que ella despide ahora y acuda bien despierta para cuidar de que sea él el único que ascienda hasta el cuello de ser matriz de su escarpada luna abierta, en son de salir de su especie y entronizarse en otra más serena, de entre al apareo con su cuerda.

Sale y se va reptando; el suelo donde se arrastra, le parece la caricia que le espera el roce de cuerpo con cuerpo que haga salir de ahí el falo que endiose… lo que de por sí ya la tiene al borde de la exaltación, porque ha de ser, en este trance, hacer una curva de culebra es como provocar al macho que acude todos los días a la esquina de la cuadra, montículo guarecido por la sombra en que arrostrarán por sí mismos sus cuerpos para probar, que, del pecado original solo queda esta cuerda de zapato, para postrar al que diere la mano y en su apretón, colmara lo que es: sierpe ondulante por La Calle del musgo, al lado de parque El Montecillo de venus que se tiende en un quebranto por más que aceche la cuadra de machetes de dios, por si faltare a la hora del encordado alguna mueca que suelte amarras para sortear esta mancuerna de… arrestadas en su basto porque requieren de pagar la cuenta de las generaciones, y así, dar al traste con la maldición de ser pecado al hecho de que se acuesten juntos y se soben y se acaricien cual más, para llegar al circulo de espera para dejar que los meses se levanten entre este encuentro y el que vendrá a cuidar de la prole, antes de que el otoño avance, pues ha de ser, no se cuadra la quiebra de caballos por ser silencios en el mascullo del placer, ya que el veneno se guarda para mejor ocasión, y cuando estén espalda con espalda, sortearán los peligros para que nadie ensanche más allá de donde ve la lengua, otra marisma que no sea la de su propio cuerpo.

El sol alumbra tenue, es media mañana, ni fría ni caliente, ideal para el encuentro de los amantes, pues ella soñó desde siempre, estar con él, en una mañana como ésta, al alojo del matorral al que encienden los espías a la hora cuando los amantes aprovechan la sombra del sol, dejada por el matorral y fuera de la vista de los enemigos: todo el mundo, cuando una pareja se endiosa en sí misma, espalda con espalda para volver a merodear a gusto, con la entraña hastiada, encender el veneno en otra criatura que embalse entre sus carnes lo que es necesario, porque no hay primavera sin invierno y el que ha pasado ha sido tibio en la entraña de la tierra que guardó para esta ocasión, la simiente preparada exactamente cuando el sol inclinado y macilento, por ser huraño para esta hora de la mañana de sol que apenas avanza, encienda en sus cuerpo lo que de por sí ya es cuaresma.

Avanza, repta, se alegra, pues él la alcanza, la lleva hasta la esquina sorteando el degüello del deseo, y la acaricia con todo su cuerpo, rozando el lugar con su abdomen que ya iza entre sí el falo-cuerpo, sin vista para ser en uno solo, por un instante la vista de pareja, a fin de entronizar en ella su herencia de olvido, pues nada lo mueve sino estas ganas de estar a su lado y vaciar en ella su esperpento de culebra.

Lo hace, la recorre y ella abre la vulva, él saca su falo y antes de meterlo, enrolla su cola para empezar la idea de romance, pues él le apura para estar a tono con el dicho del día: no importa quien sea, sino más que sentir el roce del encuentro, para pardear este día en descarga de colores para cuando acuda el sol, otra vez a calumniar la idea de que se busca lo mejor de la especie…