Te sientas… alzas desde tu cubil, la espera de
tu orgullo, no hay en esta hora, más que síntomas de respiración; en el caudal
de tu nombre, va inserto tu cuello de armadura; si conviertes a tu religión, al
que te da la mano, entonces has dado el paso gigante de pose por si acaso.
En tu frente hay laureles de insidia por el
triunfo de los pecados terrenales; por en medio de las hojas, se ven los
trances del tiempo, en una hora caudalosa para mejor ocasión… la ciencia es el
orgullo de la razón que te asiste a toda hora, en tu mirada ves la flecha
lanzada de antemano.
A la sinagoga dan salida calles en desventura,
en su interior hay sillas vacías; nombres nuevos pululan en pos de las
personas, unos salen y otros entran, todos, arrepentidos de decir el nuevo
nombre… los nuevos nombres que nombran lo antes innombrable.
Tú te desvives por parecer intacto por la hora
nona, sin embargo, el cadalso ha sido testigo del nacimiento de los nuevos
nombres que pululan; han caído en desolación los fantasmas, nuevos dioses se
aprestan a salir, mientras te arrumbas en la esquina de todos los que habitan
esta hora desamparada de los objetos que vagan sin nombre… quien quita y te
apoderes de uno de esos nombres y des auxilio a los provocadores de sueños en
tactos indeseables. Y te abalanzas como no queriendo para subir hasta el cielo,
y te encumbras cual papalote para pasar a tomar el lugar del que circula en
este lado del mar, en tercera medida de su nombre, y te nombras solo y te
endilgas el nombre de tu nombre y repites la escena del fuego que arde sobre sí
mismo, sin saber que hay en su rescoldo cuentas por pagar… te izas y te vas, y aquí
en la tierra hay sucedáneos que sucumben al clamor de los incordios.
El fuego se ha quedado solo de ti; no hay en
sus rescoldos más que la savia de tu mano, de tus recuerdos, del recuerdo de
tus voces, del recuerdo de tus laceraciones exprofeso, de tus gritos a
deshoras, de tu blasfemia, para poder así, transitar hacia lo hondo del tiempo
que queda por seguir, pues desde el instante en que salvaste a tu creador,
incubaste al Nuevo que vendría en tu nombre a pedir por todos los pecados.
Te leíste de corrido todo.
Fuiste a las mismas fuentes.
Y regresando desde allá, sucumbiste al espejo
dador de todas las imágenes, pues te convertiste en sueño de todo embaucador
con palabras salidas a deshoras.
Ahora todo está hecho. En este tiempo que
calcina y que no sabe… no se sabe nada de él, encierras en tu puño un vómito de
sangre, encierras en tu corona, los dolores de… cuando fuiste concebido en
sueños como el cuento del que no se sabe su autor, pues es sabido: nada puede
salir, si antes no ha sido nombrado.
Ahora eres el fantasma de tu novela no escrita
por ti, pendiente de que otros, vengan a decir lo que de por sí ya es escándalo,
en la denostación de todo otro nombre sin prisa de ser llamado en mansalva.
Y surtes de luces a tus ojos, de luces
desorbitadas que merodean a los viandantes; en la esquina de donde te
arrodillas, hay otros al lado de ti, comulgando sus temores… los mismos que ves
en ti a la hora del cadalso.
No muere el insomne, muere la sombra detrás del
plenilunio. Has oído las plegarias, sabes a lo que te atienes, sabes el camino
que buscas, sabes de las mentiras que dijiste, sabes de mejor ocasión para
negar al que te dio la sombra, así, con todo esto, sabiendo lo que te arredra,
sometes a todos al dictado de las palabras dichas para inventar otros… años de
cordura a través del loco de la calle que grita y se desgañita por maldecir los
otros nombres, los otros distintos de tu nombre, pues es nombrando como alzarás
la capa y verás lo que hay debajo de ella y sortearás los caminos, y
pernoctarás bajo el techo humilde del miedo, el mismo que no sabe decir, porque
su vacío es igual a su angustia y a su saber y a su rastro de vida en esta
vida.
La inmortalidad ha llegado a colmar tu
angustia; ya no eres quien se atreve a merodear los muros del templo como un
idiota; ahora eres el nombre sacado de la chistera, eres quien da la mano a
toda provocación para rectificar los caminos de salvación, pero el nombre nuevo
solo salva a uno; es colmando la angustia como se accede a lo eterno y he ahí
que lo has logrado, has avanzado hacia el cielo: hablarán de ti, te escucharán,
vencerás después de muerto, pero la soledad será tu cruz, la que inserte en
cuentas colgantes, uno a uno tus pecados.
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