La serpiente se mueve entre su propia
curvatura; alumbra en ciernes un deseo de pareja. Es primavera, cuando las
serpientes se aparean. Resbala en tientos de su cuerpo cuando avanza a su
encuentro; hoy en la noche, más bien la madrugada, sintió recorrer por toda su
piel, la nervadura de cielo entre espasmos de culebra que cuenta con un
compañero que la visitará a la hora exacta, cuando el cúmulo de calor inunde a
través de sus poros esta vacía sensación de escueta melodía que ya no da más, y
se espera con ansia que siga sonando porque el roce de su cuerpo ante el suelo
que la acosa, pasa sin rostro, más que el que ve y mira a través de su lengua,
esta vez, sin el… sentido del aire que ventea, pues el macho asistirá a la
hora, cuando entre sus fauces estén los aromas que ella despide ahora y acuda bien despierta para cuidar de que sea él el único que ascienda hasta el cuello de
ser matriz de su escarpada luna abierta, en son de salir de su especie y
entronizarse en otra más serena, de entre al apareo con su cuerda.
Sale y se va reptando; el suelo donde se
arrastra, le parece la caricia que le espera el roce de cuerpo con cuerpo que
haga salir de ahí el falo que endiose… lo que de por sí ya la tiene al borde de
la exaltación, porque ha de ser, en este trance, hacer una curva de culebra es
como provocar al macho que acude todos los días a la esquina de la cuadra,
montículo guarecido por la sombra en que arrostrarán por sí mismos sus cuerpos
para probar, que, del pecado original solo queda esta cuerda de zapato, para
postrar al que diere la mano y en su apretón, colmara lo que es: sierpe
ondulante por La Calle del musgo, al lado de parque El Montecillo de venus que
se tiende en un quebranto por más que aceche la cuadra de machetes de dios, por
si faltare a la hora del encordado alguna mueca que suelte amarras para sortear
esta mancuerna de… arrestadas en su basto porque requieren de pagar la cuenta
de las generaciones, y así, dar al traste con la maldición de ser pecado al
hecho de que se acuesten juntos y se soben y se acaricien cual más, para llegar
al circulo de espera para dejar que los meses se levanten entre este encuentro
y el que vendrá a cuidar de la prole, antes de que el otoño avance, pues ha de
ser, no se cuadra la quiebra de caballos por ser silencios en el mascullo del
placer, ya que el veneno se guarda para mejor ocasión, y cuando estén espalda
con espalda, sortearán los peligros para que nadie ensanche más allá de donde
ve la lengua, otra marisma que no sea la de su propio cuerpo.
El sol alumbra tenue, es media mañana, ni fría
ni caliente, ideal para el encuentro de los amantes, pues ella soñó desde
siempre, estar con él, en una mañana como ésta, al alojo del matorral al que encienden
los espías a la hora cuando los amantes aprovechan la sombra del sol, dejada
por el matorral y fuera de la vista de los enemigos: todo el mundo, cuando una
pareja se endiosa en sí misma, espalda con espalda para volver a merodear a
gusto, con la entraña hastiada, encender el veneno en otra criatura que embalse
entre sus carnes lo que es necesario, porque no hay primavera sin invierno y el
que ha pasado ha sido tibio en la entraña de la tierra que guardó para esta
ocasión, la simiente preparada exactamente cuando el sol inclinado y macilento,
por ser huraño para esta hora de la mañana de sol que apenas avanza, encienda
en sus cuerpo lo que de por sí ya es cuaresma.
Avanza, repta, se alegra, pues él la alcanza,
la lleva hasta la esquina sorteando el degüello del deseo, y la acaricia con
todo su cuerpo, rozando el lugar con su abdomen que ya iza entre sí el falo-cuerpo,
sin vista para ser en uno solo, por un instante la vista de pareja, a fin de
entronizar en ella su herencia de olvido, pues nada lo mueve sino estas ganas
de estar a su lado y vaciar en ella su esperpento de culebra.
Lo hace, la recorre y ella abre la vulva, él
saca su falo y antes de meterlo, enrolla su cola para empezar la idea de
romance, pues él le apura para estar a tono con el dicho del día: no importa
quien sea, sino más que sentir el roce del encuentro, para pardear este día en
descarga de colores para cuando acuda el sol, otra vez a calumniar la idea de
que se busca lo mejor de la especie…
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