Mediana; curva al
viento, languidece tu ensalmo de cuatrera. No eres sino la ensoñación que
tiende el tacto entre mesuras de antaño. Te ensombrecen los ojos, igual a una
canción dicha sin aspaviento. El símil de empuñadura somete tu cáliz para ser
otra vez nombre… y si se dice, resurges de la naciente ola arrojada en pos de
una quimera. No eres sino el tacto que amalgamas con tu respiración… que a
veces falta. “Mediana”, dijiste y no cumpliste la palabra. Así me quedé con la
respiración abierta, un nido de ríos sin destino. Después de la curva hay un
corsé perfecto para anidar tus humores de nostalgia, no eres sino la pasión que
te domina. Después, como a las siete hubo un descuido entre lastres de madera,
hendidura al vacío para heredar su cumbre de corbeta. No cumpliste la palabra
de heredar otro nombre y otro olfato, como si te pesara ser diadema. Al rato,
después de que te fuiste, ensoñé en un báculo de anciano que dormía, entonces
no eres sino un misterio en desolación, igual a una espía. Luego te conocí con
una sensación de vacío en el plexo solar, como un escote tus ansias de inicua
primavera, no eres sino la palabra que se dice: escote abierto y hondo,
empuñaduras de dios en una suerte de gato boca arriba. En tu palabra endiosas
al que te mira… y si apareces no eres sino la ensoñación volviendo al nombre:
palabra que te viste en un sentido. No eres sino la imaginación que se
destierra, igual a la nube; cae y moja para sentirse en una cumbre de
ensoñación: sola palabra. Tu página en blanco es igual a la vida vestida en un
corsé de sueños de armadura, no eres sino la casta: ríe de sí misma, con el
pulso templado de entremeses de palacio. Te sumes en la desesperación, te sales
de ella, te vuelves contra ti, no aguantas la diadema de tu nombre, así te
vistes para aguantar los nombres que te avistan desde ayer… no eres sino el
correo revisado en cada hora… Cuando comienza el verano rindes culto a tu ser
de primavera, porque asiendo al trance en un ovillo, no eres sino un dedal que
se resiste. Con la imagen te dejas ver. Como el idioma: naceduras de dios en un
establo. No eres sino la dadora del tiempo y del idioma. De la cárcel del
tiempo: el reloj, de la cárcel del idioma: la palabra. De la cárcel de ti: tu
cuerpo.
Paraíso.
Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...
viernes, 31 de agosto de 2012
jueves, 30 de agosto de 2012
Nueve besos
La sonrisa apenas un
susurro sin nada entre las piernas. La esculcas como un ladrón a su bolsa y no
obtienes nada. ¿Por qué conservas al mundo en un escudo que lame la carne de Iris?
Eres la ensoñación: clepsidra en llanto al cielo del sueño en un obstáculo.
Como la creación insaculas al nido del huevo que te avista. El fusil de horno
embiste a tu sacro molde como un simio. No eres sino la dadora, la insomne:
aguja que se mete en el colchero, su igual: agujero de dos, uno insacula y el
otro lo penetra. Has tomado de la “mort” en tu vaso predilecto, lo he tomado
contigo como un escape del cuerpo que atosiga. ¿Qué hay más allá sino el cuerpo
insatisfecho… sino la muerte atosigando
en otro espacio? Y la locura desde afuera, esa “alma” que no sabe de nada mas:
escape a la medida. La “mort” desune al que sabe recrearse con el cuerpo, no
hay más allá ni más acá, solo tus piernas: introito de la creación, sublime
como un néctar… azúcar de misterio y de soles contados en un bolsillo de arena.
En tu recado me dices y mientes: los mil años de tu habitación no muestran al
de… Marasmo de absolución de pecados inciertos como la luz de la mañana pasada
en un sentido. El circo es un lance de seis pistas en trabajo discontinuo. Y el
perdón, y el carisma, y la misericordia, y la… Amanecen tres espías como
diciéndole adiós a un ciervo de cuernos alados. Entonces se amanera el regocijo
con el miedo. Ya en esta situación, todo comienzo es un galgo purulento que
rabia sus secretos naturales: al alma, el espíritu, dios, él y los mitos de
cada hora como si fuera Magdalena
dando a luz otra vereda de insalvables juramentos. No hay sino el cuerpo que
enternece, adentra, avizora, se mueve, se enaltece, jura y perjura dos enconos
de cruz a la medida. El cuerpo silente como un ovillo, sabio y hondo como la
luz en la ventana, entregado como los aromas a la hora de piercing. Si te vas
con el alma, es a la muerte a la que esperas, no hay solución para esa gloria
futura como el esquema inscrito desde el pedestal de este clavo en la pared, adentrando, entre imágenes, días solitarios,
días de ensoñación a la deriva, días sin nota, sino el cuerpo danzando en
veintiocho días menguados o gloriosos, a mediodía o en crepúsculo, pero al fin
entregado en posta como la carta que llegaba hace treinta años: dicha y sin
seña. El cuerpo es una carga nupcial, se eleva, se carga, se deduce. Muere y
revive; después del candor, enciende una eternidad de ruidos, dilemas,
canciones para cantar el amor. Se duele en la caída y grita de espasmo en la
hora del escarnio, vacilación de nueve meses al incendiarse en inciertos
arenales. El mar es inhóspito, la tonada lo escancia, el aroma lo distiende,
amar es un grito neuronal a la herencia que camina entre meandros de sabia de
él mismo, como un genoma lo explica, así se explica a sí mismo. En su tardía
explosión de mil colores se agolpa en tres cuellos alzados y a la deriva. Es un
cuerpo pudibundo, execrable, de hábito solemne, de costumbres primerizas, pero
en el momento de la exhalación: de una mirada o de un roce de yema, se mete a
la otra vida, la de estar en le herencia biológica hasta siempre. Entonces, la
muerte así, se parece a un árbol que camina, se enciende al atardecer y suda
cuando el sol levanta sus vapores… No seas muerte, nunca lo eres, pero no lo
descubras… no la descubras a deshoras, cuando la página llama a estertores de
silencio entre cuellos de cisnes alados al amanecer, sin una guía, mas que el
amanecer con su ignoto juramento de sol, de imanes, de direcciones inscritas en
el dogma del horario… él mismo se volvió
dolor, él mismo esquema del tiempo hechizo y vuelto sangre sideral escurriendo
entre lentas agonías de dios, entre venas, cardos sin destino, almanaques
endiosados en el clavo en la pared, colgado en un sentido… Y la sonrisa así,
vuelve a sonreír para dentro, se carga de exhalación, se voltea, no encuentra
apremio, sino en la virtud de amar al viajero que camina entre carnes, al
extranjero que llegará, al que expande su ola en ciertos días de abdomen
primerizo…
miércoles, 29 de agosto de 2012
Eyaculación fem
… Desierta y deshecha
en lago abierto, te ves a la deriva. De tus orillas nacen crismas de dios en un
abismo tendido en cada ola del aire vuelto cimbra del amanecer que se
destempla. Hay en tu clímax naceduras de habitáculo sin ruido. La noche cierra
su balcón hacia el espacio del agua que no mide su extensión sin un abrazo.
Sobre el césped hay letargos en respiración. El hielo se expande sobre mis
pulmones, hace maromas de circo y al fin abarata su vida sin impuestos. El
delfinario está desierto, duermen con maromas de teatro hechizo para mentes
“lúcidas”. Lanzas al desierto mil colores y al instante saltan mil imágenes de
ruido: aplauso del respetable para el lanzamiento, cada cual distinto, como si
fueras tú misma quien nace, al influjo de los siete días creacionales. No
pretendes atender al que te llama, sólo la inicua soledad de “a veces” te hace
llorar, igual al iceberg que se ve desde la punta del idioma. No consumas al
ladrón de avispero y te visita en la mañana, esto te vuelve en ti; así te
adhieres al humo habituado desde que te conoce. Lo hilas, tiendes el papel,
sacas el musgo seco, lo envuelves, lo chupas para sentir, y desde entonces
comienzas a probar de la estaca de la vacilación que te consume… sacas el
cerillo y lo enciendes, chupas con fruición como si el aire, vuelto humo, fuera
a desaparecer del aire, habitáculo del miedo. Se expanden tus pulmones, te
expandes a él, igual a un molusco cuando va por el semen que lo habitará por
nueve meses. No hay ruido en la habitación sino el ruido de “eses” que haces al
aspirar. Entonces un hilillo de luz se desprende desde la comisura de tus
labios, se alargan para reír a destiempo de reloj, igual a una quimera… ríes y
ríes con respiración aprisa. Te olvidas de él, de ti y de tu síntoma. Sólo está
tu risa como un orgullo puesto en desván por media hora, sólo tus cejas bien
peinadas, tu escote abierto, tus pestañas quebradas, el rímel seco, tus labios
de hombradía y tus cachetes arrebolados. Miras en derredor y la contestación a
tu risa descuella como una adormidera; si fuera de carrizo, empuñaría una
habitación por si se ofrece. Aspiras una vez más y se termina, lías otro para
empotrar en tus ancas los nervios azotando desde afuera como si fuera yegua con
el sexo puesto en una esfera para el potro ardiendo en tu cuello en la propia aspiración
de su semilla, te dejas entrar, el cigarrillo en tus labios luce hondo, sacas
la lengua y lo moja el hilillo de luz con cerveza que corre hacia fuera. No hay
exhalación que te consuma, más bien lo consumes a él como si fuera una cierta
vacilación entre tu sexo, que explota en risa, una vez más… a la salida.
Hinchas los pulmones, exhalas el aire de veneno, metes la mano hacia abajo…
ríes y ríes… Entonces, como venido desde arriba, sientes el choque de espermas
entre el numen, tus piernas chorrean, dejas el cigarrillo y te concentras… el
agua va en pos de la gravedad del silencio, sobre tus piernas.
martes, 28 de agosto de 2012
La viga...
…Tus ojos ruedan como
nostalgias hechizas, van de pos en pos por sobre tus mejillas. Vueltos carne se
voltean para ver tu trasero que aflora en sus… y meto la lengua entre tus ojos
desvaídos, meto mis dedos entre tu carne caliente como tus lágrimas y embuto el
corsé perfecto para que mames desde afuera, síntoma de algo usual de tus manos.
Mientras ruedan tus ojos, yo veo tu trasero hasta afuera, concito un barullo de
estaciones como los terrenales rodando sobre tus nalgas. Entonces, con brío,
amenazo meter al potro entre tus nalgas primerizas y redondas… por tus mejillas
ruedan escrotos en pareja sinodal: un cuenco de palomas adentradas hasta el
paladar de tu cieno entre mi lengua. No nace la lágrima de un entre-mes: son a
deshoras, caléndulas amantes del sueño que pinta tus ojeras. Lo has prometido:
no esculcar la imagen desde el sueño, más bien hacerlo a solas, cada quien en
uso del cuerpo ajeno, misterios del palacio imperial que se tuerce en un
bombillo, cuerpo emanado de la exhalaciones de tu cuerpo, cuando enhiestas la
calle desde el barullo de tus piernas. Meto otra vez la lengua y un amargor la
recorre entre tus pliegues, meto mis ojos entre tu… huevo que se arredra en un
silencio igual al que se escucha cuando lloras de dolor porque encabritas al escucha,
como un moderno lance de probetas en cauce hasta el ombligo en espera
sacrosanta… ruedan por tu espaldar, ruedan por tus mejillas, el lance perfecto
del idioma es la sangre sideral que mana y se puebla de olores y fantasmas. El
candil es un retazo de miel a la medida, el potro arde y tú lo esperas
somnolienta ya, después del nácar. No sé como decirte lo demás… es igual a la
espera, como de ti y de tus ojos y de tu… embravecido en ola nocturna metida
hasta el tuétano. No discordas al sinodal, espía de palomas envenenadas por tus
lágrimas, no enderezas al de adelante sino para meterte en un ovillo, para
dentro de diez horas, otra vez: sinuosa como espiral de silencio en un olvido.
Entonces, desde tu espaldar se distiende otra vez la curva de palacio, se
sueltan en ambages las palabras, se corren los visillos del rímel de tu abrazo…
No hay testigos en la habitación, sino tus ojos en agua rodando por tus
mejillas: misterios de una feria nupcial, como tu nombre dicho en tus labios,
parodiando una tormenta desde adentro hacia fuera. La habitación corre el
visillo de la luz escueta como tu “no” escapa del ruido de la sábana cubierta
como el óleo en que escribes tus ansias desechas por detrás del talante de los
nervios. No hay ruidos en la habitación sino la almohada rodando por las
esquinas de tus oídos que muerden la rosa del tiempo, metida en un fantasma del
“ayer”. Mohína ya no escapas, te mueves sin cesar, mientras lamo de tus… que
escurren desde tus nalgas como la luz que se tuerce en el bombillo del palacio…
El riel
Permanece intacto, un
cúmulo de… arderán en un solo de
maracas, al son que le toquen estas manos insomnes desde la luz que corre, cae
y vuelve a correr. No tiene principio ni fin, sino la memoria trastocada para
convertirlo en el riel de esta ciudad agotada de latas de cerveza por la calle.
Una guitarra suena desde el pretil, da a esa calle; un cigarrillo se distiende,
una copa se escancia, un grial se agota, una maravilla reina desde la posta, un
vaso da la medida y una ganzúa aprieta la empuñadura para dar al traste con la
sinagoga que se expande. Sigue y sigue desde la memoria ignota; un silencio se
adentra y otro más, como muchos tonos del son de la noche pasada desde lejos,
la memoria sueña y se ríe de él, pero no, nadie puede reír a deshoras, nadie
puede unirse al equívoco de no saberlo desde antes; elucubrado corre por la
venas, incendia las neuronas de un
sentido que amenaza ser visto desde fuera. Ya en el trance de ser visitado por
las horas templadas desde el amanecer, no sale el sol sino es por el de ayer y
el de antier y el de pronto al mediodía de hoy, entre horas, amagan al
bienestar de una noche bien-dormida en el zaguán; no hay síntomas en la
habitación, no hay en el marasmo esta dolencia de ayer, antes de tomar la
pastilla para dormir… el pretil ahora es un vació hasta este amanecer que
contempla la ausencia de él… como estará después de la de hoy a las nueve como
la de todos los días; sin embargo permanece intacto desde el desván que cuelga
del clavo en la pared, vertical como la luz desde el riel de su medida… le dará la medida de su luz si se apropia de
su sentido de memoria que cuelga del talante, instantes embravecidos como el
cúmulo de instantes atesados en la rendija del mediodía… El riel es la medida
de la luz: su guía.
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