Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

viernes, 31 de agosto de 2012

Tu cuerpo



Mediana; curva al viento, languidece tu ensalmo de cuatrera. No eres sino la ensoñación que tiende el tacto entre mesuras de antaño. Te ensombrecen los ojos, igual a una canción dicha sin aspaviento. El símil de empuñadura somete tu cáliz para ser otra vez nombre… y si se dice, resurges de la naciente ola arrojada en pos de una quimera. No eres sino el tacto que amalgamas con tu respiración… que a veces falta. “Mediana”, dijiste y no cumpliste la palabra. Así me quedé con la respiración abierta, un nido de ríos sin destino. Después de la curva hay un corsé perfecto para anidar tus humores de nostalgia, no eres sino la pasión que te domina. Después, como a las siete hubo un descuido entre lastres de madera, hendidura al vacío para heredar su cumbre de corbeta. No cumpliste la palabra de heredar otro nombre y otro olfato, como si te pesara ser diadema. Al rato, después de que te fuiste, ensoñé en un báculo de anciano que dormía, entonces no eres sino un misterio en desolación, igual a una espía. Luego te conocí con una sensación de vacío en el plexo solar, como un escote tus ansias de inicua primavera, no eres sino la palabra que se dice: escote abierto y hondo, empuñaduras de dios en una suerte de gato boca arriba. En tu palabra endiosas al que te mira… y si apareces no eres sino la ensoñación volviendo al nombre: palabra que te viste en un sentido. No eres sino la imaginación que se destierra, igual a la nube; cae y moja para sentirse en una cumbre de ensoñación: sola palabra. Tu página en blanco es igual a la vida vestida en un corsé de sueños de armadura, no eres sino la casta: ríe de sí misma, con el pulso templado de entremeses de palacio. Te sumes en la desesperación, te sales de ella, te vuelves contra ti, no aguantas la diadema de tu nombre, así te vistes para aguantar los nombres que te avistan desde ayer… no eres sino el correo revisado en cada hora… Cuando comienza el verano rindes culto a tu ser de primavera, porque asiendo al trance en un ovillo, no eres sino un dedal que se resiste. Con la imagen te dejas ver. Como el idioma: naceduras de dios en un establo. No eres sino la dadora del tiempo y del idioma. De la cárcel del tiempo: el reloj, de la cárcel del idioma: la palabra. De la cárcel de ti: tu cuerpo.

jueves, 30 de agosto de 2012

Nueve besos


La sonrisa apenas un susurro sin nada entre las piernas. La esculcas como un ladrón a su bolsa y no obtienes nada. ¿Por qué conservas al mundo en un escudo que lame la carne de Iris? Eres la ensoñación: clepsidra en llanto al cielo del sueño en un obstáculo. Como la creación insaculas al nido del huevo que te avista. El fusil de horno embiste a tu sacro molde como un simio. No eres sino la dadora, la insomne: aguja que se mete en el colchero, su igual: agujero de dos, uno insacula y el otro lo penetra. Has tomado de la “mort” en tu vaso predilecto, lo he tomado contigo como un escape del cuerpo que atosiga. ¿Qué hay más allá sino el cuerpo insatisfecho… sino  la muerte atosigando en otro espacio? Y la locura desde afuera, esa “alma” que no sabe de nada mas: escape a la medida. La “mort” desune al que sabe recrearse con el cuerpo, no hay más allá ni más acá, solo tus piernas: introito de la creación, sublime como un néctar… azúcar de misterio y de soles contados en un bolsillo de arena. En tu recado me dices y mientes: los mil años de tu habitación no muestran al de… Marasmo de absolución de pecados inciertos como la luz de la mañana pasada en un sentido. El circo es un lance de seis pistas en trabajo discontinuo. Y el perdón, y el carisma, y la misericordia, y la… Amanecen tres espías como diciéndole adiós a un ciervo de cuernos alados. Entonces se amanera el regocijo con el miedo. Ya en esta situación, todo comienzo es un galgo purulento que rabia sus secretos naturales: al alma, el espíritu, dios, él y los mitos de cada hora como si fuera Magdalena dando a luz otra vereda de insalvables juramentos. No hay sino el cuerpo que enternece, adentra, avizora, se mueve, se enaltece, jura y perjura dos enconos de cruz a la medida. El cuerpo silente como un ovillo, sabio y hondo como la luz en la ventana, entregado como los aromas a la hora de piercing. Si te vas con el alma, es a la muerte a la que esperas, no hay solución para esa gloria futura como el esquema inscrito desde el pedestal de este clavo en la pared,  adentrando, entre imágenes, días solitarios, días de ensoñación a la deriva, días sin nota, sino el cuerpo danzando en veintiocho días menguados o gloriosos, a mediodía o en crepúsculo, pero al fin entregado en posta como la carta que llegaba hace treinta años: dicha y sin seña. El cuerpo es una carga nupcial, se eleva, se carga, se deduce. Muere y revive; después del candor, enciende una eternidad de ruidos, dilemas, canciones para cantar el amor. Se duele en la caída y grita de espasmo en la hora del escarnio, vacilación de nueve meses al incendiarse en inciertos arenales. El mar es inhóspito, la tonada lo escancia, el aroma lo distiende, amar es un grito neuronal a la herencia que camina entre meandros de sabia de él mismo, como un genoma lo explica, así se explica a sí mismo. En su tardía explosión de mil colores se agolpa en tres cuellos alzados y a la deriva. Es un cuerpo pudibundo, execrable, de hábito solemne, de costumbres primerizas, pero en el momento de la exhalación: de una mirada o de un roce de yema, se mete a la otra vida, la de estar en le herencia biológica hasta siempre. Entonces, la muerte así, se parece a un árbol que camina, se enciende al atardecer y suda cuando el sol levanta sus vapores… No seas muerte, nunca lo eres, pero no lo descubras… no la descubras a deshoras, cuando la página llama a estertores de silencio entre cuellos de cisnes alados al amanecer, sin una guía, mas que el amanecer con su ignoto juramento de sol, de imanes, de direcciones inscritas en el dogma del horario… él mismo  se volvió dolor, él mismo esquema del tiempo hechizo y vuelto sangre sideral escurriendo entre lentas agonías de dios, entre venas, cardos sin destino, almanaques endiosados en el clavo en la pared, colgado en un sentido… Y la sonrisa así, vuelve a sonreír para dentro, se carga de exhalación, se voltea, no encuentra apremio, sino en la virtud de amar al viajero que camina entre carnes, al extranjero que llegará, al que expande su ola en ciertos días de abdomen primerizo…

miércoles, 29 de agosto de 2012

Eyaculación fem


… Desierta y deshecha en lago abierto, te ves a la deriva. De tus orillas nacen crismas de dios en un abismo tendido en cada ola del aire vuelto cimbra del amanecer que se destempla. Hay en tu clímax naceduras de habitáculo sin ruido. La noche cierra su balcón hacia el espacio del agua que no mide su extensión sin un abrazo. Sobre el césped hay letargos en respiración. El hielo se expande sobre mis pulmones, hace maromas de circo y al fin abarata su vida sin impuestos. El delfinario está desierto, duermen con maromas de teatro hechizo para mentes “lúcidas”. Lanzas al desierto mil colores y al instante saltan mil imágenes de ruido: aplauso del respetable para el lanzamiento, cada cual distinto, como si fueras tú misma quien nace, al influjo de los siete días creacionales. No pretendes atender al que te llama, sólo la inicua soledad de “a veces” te hace llorar, igual al iceberg que se ve desde la punta del idioma. No consumas al ladrón de avispero y te visita en la mañana, esto te vuelve en ti; así te adhieres al humo habituado desde que te conoce. Lo hilas, tiendes el papel, sacas el musgo seco, lo envuelves, lo chupas para sentir, y desde entonces comienzas a probar de la estaca de la vacilación que te consume… sacas el cerillo y lo enciendes, chupas con fruición como si el aire, vuelto humo, fuera a desaparecer del aire, habitáculo del miedo. Se expanden tus pulmones, te expandes a él, igual a un molusco cuando va por el semen que lo habitará por nueve meses. No hay ruido en la habitación sino el ruido de “eses” que haces al aspirar. Entonces un hilillo de luz se desprende desde la comisura de tus labios, se alargan para reír a destiempo de reloj, igual a una quimera… ríes y ríes con respiración aprisa. Te olvidas de él, de ti y de tu síntoma. Sólo está tu risa como un orgullo puesto en desván por media hora, sólo tus cejas bien peinadas, tu escote abierto, tus pestañas quebradas, el rímel seco, tus labios de hombradía y tus cachetes arrebolados. Miras en derredor y la contestación a tu risa descuella como una adormidera; si fuera de carrizo, empuñaría una habitación por si se ofrece. Aspiras una vez más y se termina, lías otro para empotrar en tus ancas los nervios azotando desde afuera como si fuera yegua con el sexo puesto en una esfera para el potro  ardiendo en tu cuello en la propia aspiración de su semilla, te dejas entrar, el cigarrillo en tus labios luce hondo, sacas la lengua y lo moja el hilillo de luz con cerveza que corre hacia fuera. No hay exhalación que te consuma, más bien lo consumes a él como si fuera una cierta vacilación entre tu sexo, que explota en risa, una vez más… a la salida. Hinchas los pulmones, exhalas el aire de veneno, metes la mano hacia abajo… ríes y ríes… Entonces, como venido desde arriba, sientes el choque de espermas entre el numen, tus piernas chorrean, dejas el cigarrillo y te concentras… el agua va en pos de la gravedad del silencio, sobre tus piernas.

martes, 28 de agosto de 2012

La viga...


…Tus ojos ruedan como nostalgias hechizas, van de pos en pos por sobre tus mejillas. Vueltos carne se voltean para ver tu trasero que aflora en sus… y meto la lengua entre tus ojos desvaídos, meto mis dedos entre tu carne caliente como tus lágrimas y embuto el corsé perfecto para que mames desde afuera, síntoma de algo usual de tus manos. Mientras ruedan tus ojos, yo veo tu trasero hasta afuera, concito un barullo de estaciones como los terrenales rodando sobre tus nalgas. Entonces, con brío, amenazo meter al potro entre tus nalgas primerizas y redondas… por tus mejillas ruedan escrotos en pareja sinodal: un cuenco de palomas adentradas hasta el paladar de tu cieno entre mi lengua. No nace la lágrima de un entre-mes: son a deshoras, caléndulas amantes del sueño que pinta tus ojeras. Lo has prometido: no esculcar la imagen desde el sueño, más bien hacerlo a solas, cada quien en uso del cuerpo ajeno, misterios del palacio imperial que se tuerce en un bombillo, cuerpo emanado de la exhalaciones de tu cuerpo, cuando enhiestas la calle desde el barullo de tus piernas. Meto otra vez la lengua y un amargor la recorre entre tus pliegues, meto mis ojos entre tu… huevo que se arredra en un silencio igual al que se escucha cuando lloras de dolor porque encabritas al escucha, como un moderno lance de probetas en cauce hasta el ombligo en espera sacrosanta… ruedan por tu espaldar, ruedan por tus mejillas, el lance perfecto del idioma es la sangre sideral que mana y se puebla de olores y fantasmas. El candil es un retazo de miel a la medida, el potro arde y tú lo esperas somnolienta ya, después del nácar. No sé como decirte lo demás… es igual a la espera, como de ti y de tus ojos y de tu… embravecido en ola nocturna metida hasta el tuétano. No discordas al sinodal, espía de palomas envenenadas por tus lágrimas, no enderezas al de adelante sino para meterte en un ovillo, para dentro de diez horas, otra vez: sinuosa como espiral de silencio en un olvido. Entonces, desde tu espaldar se distiende otra vez la curva de palacio, se sueltan en ambages las palabras, se corren los visillos del rímel de tu abrazo… No hay testigos en la habitación, sino tus ojos en agua rodando por tus mejillas: misterios de una feria nupcial, como tu nombre dicho en tus labios, parodiando una tormenta desde adentro hacia fuera. La habitación corre el visillo de la luz escueta como tu “no” escapa del ruido de la sábana cubierta como el óleo en que escribes tus ansias desechas por detrás del talante de los nervios. No hay ruidos en la habitación sino la almohada rodando por las esquinas de tus oídos que muerden la rosa del tiempo, metida en un fantasma del “ayer”. Mohína ya no escapas, te mueves sin cesar, mientras lamo de tus… que escurren desde tus nalgas como la luz que se tuerce en el bombillo del palacio…

El riel


Permanece intacto, un cúmulo de…  arderán en un solo de maracas, al son que le toquen estas manos insomnes desde la luz que corre, cae y vuelve a correr. No tiene principio ni fin, sino la memoria trastocada para convertirlo en el riel de esta ciudad agotada de latas de cerveza por la calle. Una guitarra suena desde el pretil, da a esa calle; un cigarrillo se distiende, una copa se escancia, un grial se agota, una maravilla reina desde la posta, un vaso da la medida y una ganzúa aprieta la empuñadura para dar al traste con la sinagoga que se expande. Sigue y sigue desde la memoria ignota; un silencio se adentra y otro más, como muchos tonos del son de la noche pasada desde lejos, la memoria sueña y se ríe de él, pero no, nadie puede reír a deshoras, nadie puede unirse al equívoco de no saberlo desde antes; elucubrado corre por la venas,  incendia las neuronas de un sentido que amenaza ser visto desde fuera. Ya en el trance de ser visitado por las horas templadas desde el amanecer, no sale el sol sino es por el de ayer y el de antier y el de pronto al mediodía de hoy, entre horas, amagan al bienestar de una noche bien-dormida en el zaguán; no hay síntomas en la habitación, no hay en el marasmo esta dolencia de ayer, antes de tomar la pastilla para dormir… el pretil ahora es un vació hasta este amanecer que contempla la ausencia de él… como estará después de la de hoy a las nueve como la de todos los días; sin embargo permanece intacto desde el desván que cuelga del clavo en la pared, vertical como la luz desde el riel de su medida…  le dará la medida de su luz si se apropia de su sentido de memoria que cuelga del talante, instantes embravecidos como el cúmulo de instantes atesados en la rendija del mediodía… El riel es la medida de la luz: su guía.