…Tus ojos ruedan como
nostalgias hechizas, van de pos en pos por sobre tus mejillas. Vueltos carne se
voltean para ver tu trasero que aflora en sus… y meto la lengua entre tus ojos
desvaídos, meto mis dedos entre tu carne caliente como tus lágrimas y embuto el
corsé perfecto para que mames desde afuera, síntoma de algo usual de tus manos.
Mientras ruedan tus ojos, yo veo tu trasero hasta afuera, concito un barullo de
estaciones como los terrenales rodando sobre tus nalgas. Entonces, con brío,
amenazo meter al potro entre tus nalgas primerizas y redondas… por tus mejillas
ruedan escrotos en pareja sinodal: un cuenco de palomas adentradas hasta el
paladar de tu cieno entre mi lengua. No nace la lágrima de un entre-mes: son a
deshoras, caléndulas amantes del sueño que pinta tus ojeras. Lo has prometido:
no esculcar la imagen desde el sueño, más bien hacerlo a solas, cada quien en
uso del cuerpo ajeno, misterios del palacio imperial que se tuerce en un
bombillo, cuerpo emanado de la exhalaciones de tu cuerpo, cuando enhiestas la
calle desde el barullo de tus piernas. Meto otra vez la lengua y un amargor la
recorre entre tus pliegues, meto mis ojos entre tu… huevo que se arredra en un
silencio igual al que se escucha cuando lloras de dolor porque encabritas al escucha,
como un moderno lance de probetas en cauce hasta el ombligo en espera
sacrosanta… ruedan por tu espaldar, ruedan por tus mejillas, el lance perfecto
del idioma es la sangre sideral que mana y se puebla de olores y fantasmas. El
candil es un retazo de miel a la medida, el potro arde y tú lo esperas
somnolienta ya, después del nácar. No sé como decirte lo demás… es igual a la
espera, como de ti y de tus ojos y de tu… embravecido en ola nocturna metida
hasta el tuétano. No discordas al sinodal, espía de palomas envenenadas por tus
lágrimas, no enderezas al de adelante sino para meterte en un ovillo, para
dentro de diez horas, otra vez: sinuosa como espiral de silencio en un olvido.
Entonces, desde tu espaldar se distiende otra vez la curva de palacio, se
sueltan en ambages las palabras, se corren los visillos del rímel de tu abrazo…
No hay testigos en la habitación, sino tus ojos en agua rodando por tus
mejillas: misterios de una feria nupcial, como tu nombre dicho en tus labios,
parodiando una tormenta desde adentro hacia fuera. La habitación corre el
visillo de la luz escueta como tu “no” escapa del ruido de la sábana cubierta
como el óleo en que escribes tus ansias desechas por detrás del talante de los
nervios. No hay ruidos en la habitación sino la almohada rodando por las
esquinas de tus oídos que muerden la rosa del tiempo, metida en un fantasma del
“ayer”. Mohína ya no escapas, te mueves sin cesar, mientras lamo de tus… que
escurren desde tus nalgas como la luz que se tuerce en el bombillo del palacio…
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