Mediana; curva al
viento, languidece tu ensalmo de cuatrera. No eres sino la ensoñación que
tiende el tacto entre mesuras de antaño. Te ensombrecen los ojos, igual a una
canción dicha sin aspaviento. El símil de empuñadura somete tu cáliz para ser
otra vez nombre… y si se dice, resurges de la naciente ola arrojada en pos de
una quimera. No eres sino el tacto que amalgamas con tu respiración… que a
veces falta. “Mediana”, dijiste y no cumpliste la palabra. Así me quedé con la
respiración abierta, un nido de ríos sin destino. Después de la curva hay un
corsé perfecto para anidar tus humores de nostalgia, no eres sino la pasión que
te domina. Después, como a las siete hubo un descuido entre lastres de madera,
hendidura al vacío para heredar su cumbre de corbeta. No cumpliste la palabra
de heredar otro nombre y otro olfato, como si te pesara ser diadema. Al rato,
después de que te fuiste, ensoñé en un báculo de anciano que dormía, entonces
no eres sino un misterio en desolación, igual a una espía. Luego te conocí con
una sensación de vacío en el plexo solar, como un escote tus ansias de inicua
primavera, no eres sino la palabra que se dice: escote abierto y hondo,
empuñaduras de dios en una suerte de gato boca arriba. En tu palabra endiosas
al que te mira… y si apareces no eres sino la ensoñación volviendo al nombre:
palabra que te viste en un sentido. No eres sino la imaginación que se
destierra, igual a la nube; cae y moja para sentirse en una cumbre de
ensoñación: sola palabra. Tu página en blanco es igual a la vida vestida en un
corsé de sueños de armadura, no eres sino la casta: ríe de sí misma, con el
pulso templado de entremeses de palacio. Te sumes en la desesperación, te sales
de ella, te vuelves contra ti, no aguantas la diadema de tu nombre, así te
vistes para aguantar los nombres que te avistan desde ayer… no eres sino el
correo revisado en cada hora… Cuando comienza el verano rindes culto a tu ser
de primavera, porque asiendo al trance en un ovillo, no eres sino un dedal que
se resiste. Con la imagen te dejas ver. Como el idioma: naceduras de dios en un
establo. No eres sino la dadora del tiempo y del idioma. De la cárcel del
tiempo: el reloj, de la cárcel del idioma: la palabra. De la cárcel de ti: tu
cuerpo.
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