Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

sábado, 19 de enero de 2013

Manualidades



La luna juega a las escondidas contigo; juega a estar ausente de día y en presencia de luna llena, la luna se te esconde… aprendiste a vivir con ella entre milenios; sorteaste su luz de luna llena a través de monedas rodando del naipe, sacaste de entre él, el dos de bastos, para decir que tú juegas a la luna.
A ratos, cuando se mete con la nube, tú la ves como candado a tus… nueces quebradas en otoño por ser la estación de las verdades. La luna es una estación de viajes a las otras lunas, las que enternecen el otro lado de la espiral del hoyo negro que está al oriente de la vía láctea. Tu vía, esta que transcurres entre sueños, no es la predilecta de estas lunas; tu vía es la vía dolorosa del pecado que nunca cometiste, el pecado que merece una oración eterna y de rodillas, pues tu hombre: Dios en una palabra, te exige el pago de ese pecado que solo en tu mente y en la de él existe. Más no es pagando como se terminan los pecados; entre más oración, más suerte de industriosas cadenas, pues la oración embebe de colores la imaginación de las espías… más cuando están solitarias, ocupadas en manualidades para el cuerpo de ellas solas. Transcurre en el horizonte, se mete por ahí mismo, nunca hiende de lado, nunca viste de verde, nunca se deja ver la cara oculta, nunca trastoca su camino y, mil historias se tejen a su alrededor, mientras a su lado, se tuercen las memorias; así, ser lunático no tiene nada qué ver con el amor, pues ella endiosa a los fantasmas de su hora, con sueños de demonios embaucados por esa luz de tenue fulgor, entrada de noche en su cuarto creciente.
Las canciones que te cantan, teniendo a la luna como tema, te dejan absorta, no haces caso, o pretendes soslayar la mirada cuando la ves saliendo roja por el horizonte de la tierra, siempre al oriente, siempre… no importa donde estés: de el lado de la luna… es demasiado, ensalzar a esta redondez de luna con canciones hechas ex profeso para aludir lo inolvidable de tu…
Un día, cuando el lunático y tú coinciden en luna llena, sales de la habitación oscura con el rostro iluminado por cosméticos de la tierra; sales y te vas a correr la calle… recorrer en la calle el tramo de la vida. Desde hace tiempo, los lunáticos se cuidan de salir en noches de luna llena, pero los borrachos que beben en ese día, se emborrachan con tu voz salida desde el cubil de tu herradura: la luz saliente de la luna.
Las canciones de luna llena no te asombran, sales a verla y no te deja estupefacta la exclamación: ¡Qué luna llena!. Soslayas al intruso y tú, hastiada, te vas por los caminos de oscuridades, por el lado… la cara oculta que nunca da el rostro, porque sale a merodear a ver que encuentra entre los telones de los parque apartados del camino de los viandantes, reservados, precisamente, para ese día. Tú lo sabes muy bien: en noche de luna llena todos los gatos son pardos; en noche de luna llena todas las siluetas son redondas, más si se trata de las tuyas: tus redondeces que pardean entre la penumbra, ya que siempre hay una mano adolescente lanzando piedras al arbotante, para así, dejar que ella sola alumbre, para así, dejar que reine la penumbra. Un arbotante erguido, solo sirve para sostener cuerdas con zapatos de niños oxidados por esa luz de luna, un arbotante olvidado, sirve para colgar de él los calzones enjutos por donde se cuelan las sensaciones del cuerpo, de los cuerpos sin nombre; ajustados en la hora precisa, cuando ella recorre el horizonte, sin la mirada cuerda de tus ansias, pues en día de noche de luna llena, vas temprano al mercado, merodeas por donde venden frutas verdes, las compras y en la noche, avanzas por entre palacios de los que solo dejan ver su silueta postrada hasta decir basta. No hay en esos altillos más que hombres viendo siluetas en el parque cercano, el parque de todas las cuadras, pues en cada esquina hay un parque para posar tu zapatilla izquierda, a modo que deje ver más allá de la pierna con media de costura en el talón y entremeses de guardas… llaves de guarda en el bolso de mano; precisamente sacadas a esta hora, para campanearlas, como huella dejada al osado que sigue tus pisadas. Cuando en la madrugada regresas a tu cuarto te duermes, pero cuando te asalta el día en plena calle, antes de llegar, se sometes al dilema del lápiz labial, no importa que dentro de poco, te sientes a la mesa a devorar las frutas verdes del mercado de ayer. Luego, subes a la azotea a colgar los calzones de la batea, pagar así los pecados de la noche de luna llena, pero no se pagan; de ahí de la azotea, bajas a tu altar, donde están las fotografías de ellos y rezas la oración de todos los días… si acaso, el sueño asiste a eso de las cuatro de la tarde, te duermes y te vuelves a maquillar para jugar manualidades en tu cuerpo solo, como tú sola, como ella sola, como el lunático solo.

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