Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

domingo, 21 de octubre de 2012

Veedora



Es el paso del espejo… mi paso frente al espejo; de cualquiera de la calle, de cualquiera de la sala… no, de la sala no; deben de haber miradas perdidas  viendo la escena de verme frente al cristal; me refleja en esa zona de… cuando estoy sola no lo veo, basta… me basta cerrar los ojos para entrar a la ensoñación. Allá es distinto, son los ojos: me ven e imagino las miradas, solo imagino, es… son mis ojos: me ven en el espejo de la calle… pero más, lo otro… no, no me atrevo… es como estar sola ante el girasol: sale de día y se mete de noche. No puedo eludirla… no puedo eludirlo. Sobre todo en mis posaderas, las veo retratadas por un instante. A solas no soy quien para decirme: me gustas. Requiero de los pasos por la calle, requiero el paso por entre la soledad vespertina, requiero reunirme con las miradas. Entonces, cuando sucede, un líquido suave y perfumado resbala por mi entrepierna, y los mil ojos que ven no sienten lo que yo siento, más  entre la imagen: me devuelve la ventana del cristal… el auto estacionado por donde paso.
Ninguna imagen prisa más a la otra, es el sentido de… me ve mientras lo hago asustada de terminar en tanto… en tanto: escama de vuelos salidos de inframundo me vuelan por el escote: él ve y escucha, yo meneo mis dedos; es lo mismo cuando miro al paso… mi paso por la calle; el calor me invade es como una medusa suave y perfumada y honda. No es el escalpelo que hiende mis carnes, no, es la pluma cuando besa esa parte suave donde yo mismo toco con la mirada a través de la tela para endiosar a los veedores de la escena. Aunque siempre es el mismo paso por esa “ventana”; la novedad radica en el son de mis ojos de luz en ciernes para “tocar”, como quisiera esa parte íntima. ¿Y me lo preguntas? No, no lo haría así, nunca lo haría; mis ojos no se comparan a los de nadie, mis ojos son como el viento: me hiende la herida, la suave brisa pasa y se queja y duerme entre mis… Y siento la ropa íntima, siento el vestido cayendo sobre mis pechos dormidos, siento esa bestial hacedura de cuentos pintados; si me rayaran con el escalpelo, quizá sería infeliz, comparando esa herida parte de mí…  aspira a la eterna mirada de deseo de él… no es la mía, pero me da rabia si esconde la cara a la hora, el minuto, el instante, cuando se arroba para vaciar en mí esa ventana.
Pasar por delante es como si me viera por fuera, como si viera mi cuerpo como ellos lo ven, para de ahí rezumar un viento de pelvis, una aireada de cadera, una mano escurre por encima del muslo, donde habito en el instante de la mirada, y me pregunto ¿Será el amanecer lo que endiosa esa mirada? Y me respondo: no, es el pastel de bienvenida a este mundo, es el encanto de… por no decir sirena.
Las he visto a ellas, las he observado haciendo lo mismo, y me digo: a lo mejor es la mirada de una misma, pero qué objeto tiene si no lo tienes entre manos como caderas latentes embrionarias. Entonces paso lento y es la primicia de lo que me espera, para saber con seguridad… en lo oscuro nada se mueve sino mis dedos metidos y lamidos y chupados y vueltos al mismo lugar sin mecer en el púlpito una voz… me sacaría del silencio… al lado duerme ella. Pero no es tanto para romper el silencio de su respiro, es más el escalpelo, a rasas se mueve y enciendo mis ojos y los cierro y meneo y meneo y hurgo y penetro y se parece tanto, pero sus ojos los miro a través de los míos; cerrados como una bisagra, rompen el negro punzón y me lastima. No hay sino esas otras miradas, no hay sino el instante del vuelo de mis posaderas al penetrar en ese latente ruido de lances y de aromas. Entonces me duermo en un latido y hay para más, en esta terrible soledad de insomnio, en esta terrible noche de…  espera a la mañana y luego al atardecer para entrar en mi cuerpo solo como un trance, como una de baño, como esculcarme mientras me… no hay miradas en el horizonte, no hay sueños naciendo después de mí, no hay, en esta hora, cuando me veo, nadie a la vista pero todos ven, como si fueran solitarios numeres de dioses en concierto…  de almas en desolación por lo sufriente de mis pasos; mueren al verme tocar esa parte donde se colman todos los pasos y esas miradas, las siento en el mismo lugar y siento a mis posaderas caminar por entre el espejo que ven mis ojos, y veo y vuelvo a ver y entonces camino hacia el lugar del encuentro… pero no, no están ahí las miradas.

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