Yaces inquieta. Te
veo y siento el pinchazo en pleno… No hay, en la habitación, más lumbre: tu
hogar se hace añicos, como si fuera la bandera plasmada por el viento a media
asta. Entonces meneas tus dedos primerizos sobre la hechura del molde donde
habita, entonces meneas frenéticamente… un soliloquio igual a un mechón te
adorna en la frente. Meto mis manos entre la cubierta y toco el baldón como
semilla. Dulce gabana se mete en tus sentidos. La mengua es de azúcar tendida
entre serenos. Dulce tu leche; mana entre tus muslos, chorrea hasta tus nalgas
y hechizo lo meo y lo lamo en turno de metales y un miembro endurece al
vaso-introito-metedura-sarcasmo-silencio. Desde el espejo veo tus piernas,
desde mis dedos se meten las hojas del escarnio, nos volvemos “unas” solemos
hacerlo como un falo, y tú sueles hacerlo como el néctar; no hay salidas de la
habitación, meto la lengua hasta el pliegue de tus labios, lo huelo, lo
amalgamo y te caes en una corrida, y te levantas con un brío, y te pones de
nudillos y lamo otra vez desde el nacimiento de tus nalgas y recorro el arco
con su semilla; endurece como un… el potrillo de tu nombre embelesa a quien lo
mira de cerca, se iza, se endurece, lo toco y ensamblas la nuca como una
mordida suave y profunda. Entonces jadeas, y el intenso jadeo es como un
acicate para el miembro, que sale otra vez y se mete donde debe. No hay sombras
en la habitación más que tu cuerpo y tus piernas y más acá de tus muslos el
cierzo a la deriva. Hay un suculento plato de joyas en la mesa de centro, alzas
la pierna y por detrás el brío como un macho, la poner arriba de la mesita y
entonces toco tus dos senos y capullo, mientras, meneo mi lengua entre corolas,
la endemoniada caracola luce roja como un sol a las seis, y sale el numen y lo
leo con mi sabor hecho ceniza, lo recojo igual al agua, pues mana entre tus
piernas; lo hago con especial sentimiento de engarce, pues somos tan fieles
como perros, y no hay entre tu piel y mi piel mas escaños que la horadura de tu
nombre, el mío, dices, y te lo digo al oído mientras muerdo tu orejar y lo
chupo igual a una semilla de mango abierta como… un espasmo me acompaña, las
teneduras de tus muslos son un demonio: endulza lo que toco, tus nalgas se han
vuelto misántropos, no acuden en pleno vocerío de armas, como si un ciento de
potros te siguieran de cerca, ves la pantalla y miras mi cara, aún no es el
momento de angelical sonrisa de venida, y te mueves y cierras los ojos y dices:
más rápido, y no lo alcanzas; entonces metes la mano entre los dos pubis y
tocas el tuyo, esculcas como si buscaras un rodillo… no, lo metes hacia ti y
entonces la cumbre se avizora, estás en un lamento, aun con tus nudillos
encierras al cómplice de abajo, y la saco y me bajo con la lengua puesta, pues
viene un derramo de hojas húmedas y las alcanzo hasta beberme la sombra de tus
nalgas. Permaneces, ahora estática frente a mis ojos acerados, te hundes sola
en mirar violento, te sacudes de toda sensación de afuera, estás centrada en tu
clítoris que mana desde tus dedos: amalgamas de un cuento y el vocerío de tu
labio abierto como una guía. Entonces te volteas y miras hacia atrás, no lo
comienzo hasta entrar en tu cuello, hasta enderezar mis ganas, hasta tenerte
adentro igual a un mísero sueldo de a peso, por hora, de salario; pienso en tu
goteo y me llegan hasta mis manos tus genitales, calzones mojados desde anoche
que lo hicimos, no comienzas el dogma hasta ver en tus propios ojos, lo ves en
los míos. En el supremo alfanje ya sabes lo mío y lo tuyo; piensas: pide y se te os dará.
Entonces la nave comienza su llegada al puerto donde los marinos pierden el
tiempo en cada estación, te subes en el mástil, lo endechas de surcos, de
lamentos, de gritos de monedas, de espasmos como juego, de ensartas de péndulos
de tentación; entonces te bajas y chupas como del agua de tu río, te lo tragas
y pides más, no has llegado, más bien has abusado del nombre que te enrima, más
acá, hay caballeros a tu disposición… ahora, frente al espejo la otra danza de
dedos sobre el columpio, los botes de afeites se mueven como nunca y aluzas
otra vez el cosmos de tu cara… pues no ha de ser sino en favela, como desde el
risco de tus labios… como se tiende hasta el vacío, el aroma derramado en tus
mejillas, hartas de volverse aroma, hartas del cosmos, hartas del incendio
hasta la hora, cuando los marineros desesperan para entrar al mote de decirse:
vamos, la espera la sido larga, pero ya en camino, las velas hinchadas merodean
al palacio del mar, levantándose temprano.
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