Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

martes, 16 de octubre de 2012

Marinero



Yaces inquieta. Te veo y siento el pinchazo en pleno… No hay, en la habitación, más lumbre: tu hogar se hace añicos, como si fuera la bandera plasmada por el viento a media asta. Entonces meneas tus dedos primerizos sobre la hechura del molde donde habita, entonces meneas frenéticamente… un soliloquio igual a un mechón te adorna en la frente. Meto mis manos entre la cubierta y toco el baldón como semilla. Dulce gabana se mete en tus sentidos. La mengua es de azúcar tendida entre serenos. Dulce tu leche; mana entre tus muslos, chorrea hasta tus nalgas y hechizo lo meo y lo lamo en turno de metales y un miembro endurece al vaso-introito-metedura-sarcasmo-silencio. Desde el espejo veo tus piernas, desde mis dedos se meten las hojas del escarnio, nos volvemos “unas” solemos hacerlo como un falo, y tú sueles hacerlo como el néctar; no hay salidas de la habitación, meto la lengua hasta el pliegue de tus labios, lo huelo, lo amalgamo y te caes en una corrida, y te levantas con un brío, y te pones de nudillos y lamo otra vez desde el nacimiento de tus nalgas y recorro el arco con su semilla; endurece como un… el potrillo de tu nombre embelesa a quien lo mira de cerca, se iza, se endurece, lo toco y ensamblas la nuca como una mordida suave y profunda. Entonces jadeas, y el intenso jadeo es como un acicate para el miembro, que sale otra vez y se mete donde debe. No hay sombras en la habitación más que tu cuerpo y tus piernas y más acá de tus muslos el cierzo a la deriva. Hay un suculento plato de joyas en la mesa de centro, alzas la pierna y por detrás el brío como un macho, la poner arriba de la mesita y entonces toco tus dos senos y capullo, mientras, meneo mi lengua entre corolas, la endemoniada caracola luce roja como un sol a las seis, y sale el numen y lo leo con mi sabor hecho ceniza, lo recojo igual al agua, pues mana entre tus piernas; lo hago con especial sentimiento de engarce, pues somos tan fieles como perros, y no hay entre tu piel y mi piel mas escaños que la horadura de tu nombre, el mío, dices, y te lo digo al oído mientras muerdo tu orejar y lo chupo igual a una semilla de mango abierta como… un espasmo me acompaña, las teneduras de tus muslos son un demonio: endulza lo que toco, tus nalgas se han vuelto misántropos, no acuden en pleno vocerío de armas, como si un ciento de potros te siguieran de cerca, ves la pantalla y miras mi cara, aún no es el momento de angelical sonrisa de venida, y te mueves y cierras los ojos y dices: más rápido, y no lo alcanzas; entonces metes la mano entre los dos pubis y tocas el tuyo, esculcas como si buscaras un rodillo… no, lo metes hacia ti y entonces la cumbre se avizora, estás en un lamento, aun con tus nudillos encierras al cómplice de abajo, y la saco y me bajo con la lengua puesta, pues viene un derramo de hojas húmedas y las alcanzo hasta beberme la sombra de tus nalgas. Permaneces, ahora estática frente a mis ojos acerados, te hundes sola en mirar violento, te sacudes de toda sensación de afuera, estás centrada en tu clítoris que mana desde tus dedos: amalgamas de un cuento y el vocerío de tu labio abierto como una guía. Entonces te volteas y miras hacia atrás, no lo comienzo hasta entrar en tu cuello, hasta enderezar mis ganas, hasta tenerte adentro igual a un mísero sueldo de a peso, por hora, de salario; pienso en tu goteo y me llegan hasta mis manos tus genitales, calzones mojados desde anoche que lo hicimos, no comienzas el dogma hasta ver en tus propios ojos, lo ves en los míos. En el supremo alfanje ya sabes lo mío  y lo tuyo; piensas: pide y se te os dará. Entonces la nave comienza su llegada al puerto donde los marinos pierden el tiempo en cada estación, te subes en el mástil, lo endechas de surcos, de lamentos, de gritos de monedas, de espasmos como juego, de ensartas de péndulos de tentación; entonces te bajas y chupas como del agua de tu río, te lo tragas y pides más, no has llegado, más bien has abusado del nombre que te enrima, más acá, hay caballeros a tu disposición… ahora, frente al espejo la otra danza de dedos sobre el columpio, los botes de afeites se mueven como nunca y aluzas otra vez el cosmos de tu cara… pues no ha de ser sino en favela, como desde el risco de tus labios… como se tiende hasta el vacío, el aroma derramado en tus mejillas, hartas de volverse aroma, hartas del cosmos, hartas del incendio hasta la hora, cuando los marineros desesperan para entrar al mote de decirse: vamos, la espera la sido larga, pero ya en camino, las velas hinchadas merodean al palacio del mar, levantándose temprano.

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