Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

jueves, 4 de octubre de 2012

La señora



Me oyes, me citas en voz baja. Soy quien te preside cuando estás de buenas. No importa él, tú, estés presente. ¿Te acuerdas de cuando te vestías de mí con tu mujer al lado? ¿Te acuerdas cuando le pedías que te besara como si fueras ella, como te beso yo? Ahora estás de buenas. Vas rumbo al escote, vas rumbo volando al lugar donde superas las miradas sobre tu cuerpo… tu falo está erguido y no se bajará hasta quitarte la ropa, la llevas puesta, las bragas entre tus carnes pisan donde te… entonces sientes por todo el cuerpo el deseo de masturbarte pero te aguantas… Es Lilith, tu devoradora, ahora te preside como un calcañal para matar la idea de santo, te la inventaste a fin de lograr este deseo, lo has dominado para sentir la ropa dentro de ti, sobre de ti, al filo de tu piel, entre tus piernas, al roce de tus ingles, entre la comisura de tu… y más acá este falo tieso busca dentro de ti mismo para endosar la idea de… eres casto y risueño. Y caminas. Las zapatillas grado cinco pisan por la acera, te contoneas como lo haría ella, salvo, tú eres tú y no hay un señor a quien inventar para confesar este deseo, y te muerde desde adentro y desde afuera. Miras en derredor y no sabes a cuál escoger, te parecen símiles en desbandada, huyen de tu mirada, pero no te das cuenta: pasas desapercibido porque eres una más en redondel de la esfera del parque de calles abandonadas. Quieres ser como ella, quieres sentir lo mismo ella siente, quieres tener lo de ella, pero no, no lo tienes mas que este escote duro y tieso; te lo mandaste hacer para empotrarte como un mariposa en alfileres, desde su alas de hojas como si fueras una puta tirada en medio de la calle. Quieres ser como ella, pero no sabes arrodillarte después de hacerlo, no sabes inventarlo después de que se lo engulle, no sabes rezar una oración para después del ensalmo para quitarte los miedos desde arriba; ella sí, ella sí sabe hacer todo eso y más, sabe del ayer, y sabe de hoy, no elucubra para mañana porque conoce todos los días del calendario, se conoce en cada palmo como se conocen todos lo minutos del espacio, todas las horas del dial en esta hora cuando da vueltas, a como las das tú, antes de llegar al lugar del encuentro.
Llegas, la sala está vacía, te alzas en tu silla apartada desde ayer, te sientas, cruzas las piernas y te llaman dos ojillos como fantasmas salidos desde ti para endiosarte en cualquiera que llegue primero… No sabes arrodillarte después de hacerlo, no sabes rezar una oración, no sabes inventarlo como lo inventa ella para postrarse y adorarlo desde adentro… y no sabes que no sabes, por eso te atreves a vestirte con las mejores prendas de ella, y tus carnes son como si fueras ella, pero no hay en tu entraña nada pidiendo devorar semillas, como el árbol plantado a la sombra del pedrerío de la entrada de tu casa. Sientes el roce de la tela, sientes el roce de tu piel con las piernas cruzadas, sientes el roce de tus bragas con tu… entonces llega quien esperabas… pero no se dirige a ti, se dirige a ella, a Lilith; esperaba igual a ti sentada desde donde se ve el horizonte de la calle. Oyes el susurro de sus voces. Piensas: hablan de dinero, de cuánto vale el rato de ella una vez cerrada la puerta, piensas: hablan de cuánto tiempo es el precio de la espera, te das vuelta… le das vuelta a cada pensamiento y dices: nada vales frente a ella y te da por arrojarte a sus pies para endiosarla, pero no sabes, ella no es eso lo que quiere ahora, no sabes, ella se adelanta al cambio de partida, según la sombra del sol alumbrando a cada hora… por fin se levantan, caminan por el pasillo, el mismo da a cada puerta en este zaguán metido hasta tus ojos después de lo que verán al mediodía… te levantas y entras al cuarto posterior, los ves en lontananza, a través del vidrio polarizado la ves a ella y lo ves a él, entonces cuadras tus pupilas, volteas y te ves a ti mismo en el espejo de cuerpo entero, lo hacen y tú con vista panorámica en los sentidos… lo haces otra vez. Te sales del espejo, te cambias las ropas y sales al pasillo, bulle de voces, ríen y ríen en la espera. Vas al mostrador. Pagas la cuenta de los dos y sales a la calle otra vez… la sombra del sol camina hacia el oriente.  

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