Yo dicto, él escribe;
son como una maroma y su payaso ¿Somos? Se desvive en servirme y yo sin él me
muero, pero cuando está de malas, no soy quien para salvarlo, es más, si se
muriera sería feliz por otro rato. Si me domina estoy con él, si él domina está
conmigo; son dos vidas viviendo, juntas viven y uno sin el otro muere… y me
gusta, porque yo dicto y él escribe…
Ha estado desde el
principio de los tiempos, he estado después de él, es decir, primero fue él y
después fui yo. No había en aquel principio mas que sombras sin cuchillo, no
había en aquellas sombras más que pasos dolientes pero sin caída, no había en
aquella… más cursor, el mismo me mira.
Ahora, pasado el
tiempo, hemos juntado una miseria para dos encuentros; entonces lo veo enfermo
y lo desprecio, lo veo en pie y lo quiero, lo veo entre sombras y lo amenazo,
lo quiebro entre líneas y se descalza de lo poco lleva de mí.
Mientras escribe
suena un eco de mí en su memoria… pensé traicionarlo y no se pudo: puso uno a
uno sus pasos en sobre-aviso y de ahí para acá se compuso la niebla del
entremés, de esta fiesta por cumplirse.
Me sirve del mismo
vaso donde toma, soy su espejo y él es mi retrato, no asistimos nunca juntos a
las fiestas de cumpleaños, tampoco vamos juntos a la playa, pues a mí me
obsesiona eso y a él le obsesiona lo otro; así, los cuerpos desnudos de la
playa nos enternecen uno a uno, pero nunca juntos, volveríamos locos si
asistiéramos juntos a ver esos cuerpos campeando por la arena del mar, tan
amplia como mis sentidos.
Yo lo hago bailar y
él me da la sensación de respiro; cuando desespera me reza, cuando se siente
solo me abraza, cuando piensa me observa, yo me hago el desentendido para, así,
no valga una misa si se muere. Antes me era más fiel, por su temor a la muerte,
hoy la desafía; lo sigo como perro a su dueño… y me mantiene a raya como si sus
dedos fueran el fusil campeando sobre este horizonte negro de lámparas en
desbandada.
Él ve pasar por la
calle a las muchachas, yo lo observo por si acaso comete pecados a la vista…
porque entonces vendrá hasta esta habitación a rezarme un padrenuestro, lo
salve de todos sus demonios.
Él es valiente contra
el frío, contra la muerte, contra el demonio, contra Dios, contra todo, sólo le
teme a eso: a perderme, lo sé porque yo lo vi crecer mientras dormía.
No asiste al
camposanto, porque no le gustan las flores de muerto, sí asiste a la salas del
Médico forense a ver cómo destazan los muertos de carrera, se embebe igual ante
la flama de la vela, ante una sesión de escalpelo en pleno pleura. Entonces
toma su fusil y dispara a cada lado de donde sopla el viento, como si al
hacerlo me disparara en pleno plexo. Nunca me da la cara, más bien yo se la doy
a él, nunca me dice una mentira, más bien su vida toda es una mentira… vive
así, porque me ama, y yo sin él me muero. Cuando camina por la calle ve a las
caras de las personas, pasando a las nueve frente al Portal del chuzo, luego
recorre su vista por todo el cuerpo y observa cada movimiento al son de sus
pasos y sus manos de viandante… campean por todo su bajadura desde palacio.
Como no me teme, ni
teme a la muerte, ni teme al demonio, sus puntos cardinales los marco yo, así,
para orientarse, no necesita observar el acimut pues toda la planicie la
observa sobre mis hombros, pero en las fiestas permanece mudo, no mira ni
tampoco come de lo que le sirven…
Cuando él se muera,
su polvo será depositado en el drenaje de la ciudad, dice: debe ser así, porque
es el único ciclo que él ignora.
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