La canción
suena, yo le sonrío a ella mientras escucha, pero pienso: esta perra quién sabe
qué buscará oyendo esa canción. Voy y le doy un beso, ella sonríe dulcemente…
cree que no me doy cuenta de su trampa, de lo que trama. Sabe que lo sé y, aun
así se atreve a reír con dulzura como si no supiera yo que la canción que suena
la repite en su pensamiento y esa canción excluye todo encanto de dulzura
acerca de… pero el disco acaba de terminar, entonces me dice: dale a la que
sigue. Le doy un beso en la mejilla y me digo: me equivocaré y pondré la otra
canción que me recuerda a… ella no se dará cuenta. Después del beso, voy, de
manera cautelosa, tratando de recordar el número de canción que lleva la que yo
quiero oír… son veinte pasos desde donde ella se encuentra hasta el toca
discos. Los asumo con parsimonia, aunque por dentro esté yo hecho un guiñapo
por la furia, así: con furia, pero templados mis movimiento, le doy vuelta al
cursor para buscar la melodía que a mí me gusta, pasando por alto, la que ella
me indicó que yo pusiera. Ya estoy con la mano puesta en el cursor y, desde
allá, ella afanada en no sé qué cosa, me grita: es la número 154… esa es la que
quiero. Yo contesto: sí, mi amor. Enseguida le doy de volteretas a la manija
para llegar a donde supongo está la que me gusta que es la 301, entonces ella
se acerca por mi espalda, me besa en la espalda, yo sigo entregado a mi furia
por la maldita canción que escuchaba, me volteo y le doy una palmadita en su
mejilla, ella vuelve a sonreír con esa risa que me mata. Entonces, quita mi
mano del cursor, la jala hacia sí y la pone en su trasero, yo la abrazo, le
sobo las nalgas duras y ponientes, en lo que lo hago le busco el cuello y le
digo: quisiera ser el de la canción. Entonces ella me contesta: Ay querido,
para eso se requiere estar conmigo a toda hora. Me sorprendo y me pregunto a mí
mismo: ¿acaso no estoy contigo a toda hora? De nuevo se me queda viendo y me
musita al oído, en donde andabas, te caché, te quedaste pensando por un instante:
¿en quién pensabas? Ya lo sabes, le digo; no es necesaria tu pregunta, solo que
quiero dedicarte una canción. No, dice ella, yo estoy oyendo mis canciones, no
es tu hora, al rato que yo termine de oír podrá escuchar la que quieras, ahora
no. Entonces, la canción que escuchas ¿no es para mí? No, dice ella, la canción
que escucho tiene qué ver conmigo misma ¿Acaso nunca me has visto sola, cuando
estoy a solas?
Me doy por
vencido, giro y pongo al 154.
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