Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

sábado, 23 de junio de 2012

Pecado



Ardía, como un hogar hecho de palos. Soñaba sin cesar en cada aroma de su cuerpo, era una fiesta sin fin en el infierno. Se quejaba del placer que le causaba, tanta soledad abastecida; los galgos rabiosos sobre la piel eran la copa en la mano derecha. Tenía una gota del demonio ese brebaje hecho de granos. Tú, la que soñabas con el cuento, no sabías de qué encontrar, cuando se envuelven los dedos en tres hojas de… las hojas eran de María y Juana, pero la copa era de absenta. Te fuiste como a las cinco de la mañana, desnuda, hacia la playa; te metiste a lo hondo de la arena y te seguí. Era una madrugada sin luceros, las olas estaban calmas: se arrodillaban en el médano, para dejar su venida de espuma. No hubo en la sequía, tanta canción de medianoche… pasada la medianoche de aquel día insatisfecho, con hojas y absenta.
Te arrodillaste en ti, igual que las olas y bebiste de esa espuma; cuando estuvimos en la morada del nacimiento de los soles, nos fuimos caminando hacia la… el cauce era de arena, la cama de cemento y el erial de luces en arbotantes, se mecía detrás de tus pechos puestos como un dogma en sol levante.
Amanecía ya; en eso, un policía de punto quiso acompañarnos; tú le dijiste que sí, pero que bebiera de la copa; alebrestado ante tanta… la emoción lo ganó para siempre: tú te fuiste con él y, yo desnudo, deambulé entre las páginas de neón como un cursor en la pantalla blanca… La copa de absenta seguía ahí; entonces lié papel arroz entre mis labios, entresaqué las plumas que volaban entre el papel de pan, pero tú no quisiste. La quincena estaba bien pagada, la hora de los adioses estaba aún lejos, pero de pronto, sacaste un fajo de billetes… no supe más de mí.
Al día siguiente, en la reja, te dije del dinero. ¿Acaso no sabes contar?, preguntaste. Sí, contesté, sí… solo eso, solo sé contar.
Entonces el policía de punto encendió el hogar. ¡Fuego!, gritaste; al momento lo encendió y tú te moviste del lugar, se encerraron en lo hondo de la escollera que da al poniente, yo ya estaba fuera, yo ya estaba con el palmo hecho de nances, yo ya estaba de plano en algún lugar, excepto que no había alcohol para las venas… el fuego ardía como un hogar hecho de palos, la piel quemaba de tanta rojedad en los cachetes, los dedos abrazados de tanto abrazar…

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