Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

jueves, 6 de septiembre de 2012

Sión



Recostada en el sofá de la sala, me buscas como la hiedra a la pared. Cambias de piel y te enroscas al canto, te cito en el desván y no aceptas, como si estar quieta como gata en brama fuera tu ensoñación. No atisbas al loco que te avista, no sacudes tu memoria enardecida, no preguntas a Sión por tus desplantes, más bien cambias solo de piel para que enrosque tu insana pasión de primeriza… alzada en la cumbre te da salud… Moisés a la deriva. Ya cuando aguantas al simio que te hechiza, ella, la enredadera, no es sino la que te embauca otra vez, igual a una quimera. Resbalas igual a ella por el molde de la esquina, haces comparación entre tu sinuosa cadera y ella reptando, sacándose la piel, para estar otro rato con olanes puestos al aire, aromas penetrantes, veneno del colmillo que aguanta un potro con almizcle entre sus ancas. Te imaginas un galgo dormido entre tus piernas, te imaginas un vaho subiendo por el cuello, te imaginas el olor del sumun, te ensanchas como si fueras diadema, te adentras en ti… y no te animas a ser la que sucumbe a la rueda de los días. Entonces te levantas, tomas la espada, tu muslo advierte al aire que respira, tu calcañal izquierdo la aplasta con un beso… en la balanza hay dos monedas, pesan igual pero no valen lo mismo, una eres tú, la otra tu diadema puesta en un coqueteo de ultratumba. Sión no responde, te ha sacralizado igual que en la palabra… maldiciendo tus días te hace primeriza; cada vez  encuerdas a la que te viste de ardor cuando te toca el numen de primero dios o una incierta vereda sin tu nombre. Desde el visillo del sofá ronroneas un paso detrás de otro, sinuoso como la cola, cauda de luz incierta como tu día, esperada como al galgo rabioso de… Ya no sabes de él ni de mí, sólo te atreves a componer una canción de soledad, como tus carne trémula: carne con carne sola, adherida a su propia ensoñación… tus ojos cerrados, boca abierta, dedos que se menean trémulos de azúcar; como si fueras violento vuelo de avión, visto desde abajo, en la lentitud de los años que te faltan por recorrer, en el gozne te avisa si hay tormenta. Me miras y te hundes, me miras y penetras otra vez; desde tus ojos se amoldan sin prisa los sueños de telones, no hay en el instante más luz del farol… alumbra desde la cocina, abres los labios, los pones en subasta en chirrión de insaculado aroma, como si Ixión fuera el nuevo dilema buscando entre paños de carne hechiza como el viento soplando desde afuera. Hay en ti buscadoras de manos en sueño de habitación… Termino y tú no alcanzas sino al jadeo del aire… ya te falta. Terminarás cuando tu boca se vuelva aire, tu mano hechiza jubón de cuerda entre tu ladeo de cadera, tus ojos huecos, tu enseña: colmena de aluvión, tus naceduras de dios: Moisés a la deriva. Enseñas la Historia en tu vacilación: la más fuerte guarda la mentira, muere el de la verdad, el que vende nostalgia… siempre al acecho, en busca de verdades; pero no hay verdades eternas, sino la muerte en cuerpo bello, como hoy, a tu hora y en tu misma diadema: nombre puesto por él, en una extraña noche de vaho hechizo, meses que pasan y pasan iguales como tus cumbres hechas de propiedad, como la cruz alzada en el desierto por él, primero en la verdad, como si fueras ansia sigues y sigues. Tus cabellos caen hacia tus senos que empuñan sus pezones por si hubiera guerra a la vista, para enardecer un tramo de tormenta, para empotrar al que te viste desde afuera para decir una palabra: tú, la desnuda, tú, la  vestida de otra piel, Moisés en el desierto, ella alzada en la cumbre de la culebra, para dar la salud con solo verte hastiada de goznes entre piernas. Entonces Sión calla, te deja la palabra, ya no te viste de luto, él también cambia de piel, milenios de verte dormida y despierta, lo que a él le llevó milenios: conocerte; a cierto ser sólo la cauda de la luna y tu odio por no entender de luz ni de quimera, ni de cruz, ni de palabra, ni de verdades, ni de mentiras; sólo tu cambio de piel… Milenio tras milenio.   

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