…Te vio desnuda desde
tu estrella, te dijo no, por eso se convirtió en un igual a ti y tú te
convertiste en igual al sexo que domina. Sin palabras, como un eco cansado, así
es tu cuerpo visto por Él, te domina y sabe te domina. Tendida como una red,
acostada como una maja, desnuda igual a ti, así te vio y él se cuidó de las
formas femeninas… no tuvo de otra y te desnudó y lo hizo por él contigo, para
abrazarse siempre, para estar en uno solo como el vaivén de las olas: van y vienen
cada oleada, el viento las deshace… la sombra avanza sobre la luz, como un
eclipse. Entonces la toma… te toma, acostada no lo rechazas, más bien te
adentra con sumo amor de hijo, así le copias el perfil y te desdora para
someter al que lo expía. Y lo enseñas a morir cada veintiocho días y no muere y
se abandona al silencio y se queda quieto. No predica el orgullo por ser
hombre, más bien adosa en sus sentidos la nostalgia del útero: ahora desea… en
otro sentido es como plasmarse: Tú que también eres mujer, mujer descubierta
apenas a las doce, cuando le hervían por dentro las hormonas; tú, la única lo ha querido, la única ha estado junto a él,
la única… lo abrazas, y en silencio le llora junto al madero… ¡Ah, la única!
Entonces, como no se atreve a nombrarte con sus letras: mujer; deja se le
entierre en el alma… es como ella, es su igual y por ende cándido ser penetrado.
El alma se le hace un ovillo, ya dice: no es orgullo, no es estar en un pesebre
de rosas, no es lo mismo ser que pensarlo, porque para ser, se requiere le
endosen en sus sentidos, como una más, el papel de amante insatisfecho, ni más
ni menos, una más para, así hacer contigo lo que se hace con cualquier mujer,
pero en control sináptico de ideas, es decir no dejarse llevar más por el
axioma para permitir entrar en el alma: lo se lleva desde la sangre, o sea
retomar su sombra, lo acompañará toda la vida: ser deseante para no ser tragado
por la otra… endosa los sentidos, y sintiéndolo, pensándolo, en control de… Se
atreva a llamarte: madre; pero antes no se puede, antes de llegar a sentirla
nada más para virar de una cuadra a otra, para endosarle la cuenta a los
fantasmas… Y estás dispuesta a jugar todos los papeles: de puta, de mártir, de
madre, de diosa, de fantasma, de hombre, de mujer, de dadora, todos los papeles
y si se inventaran otros también los jugarías… ¿Por qué? No se sabe y ahí es
donde entra Él con toda su carga de hombría para desligarte de lo tuyo… pero
también a él lo devoras y no se da cuenta del juego que juega si no es por el
avance de la “ciencia” del orgullo de ser fantasma. Entonces, un día, él se
levanta y se convierte en dios, en El Señor de… para así sientas: hiciste algo
del dolor de parirlo junto al fogón y de pie, y Oh, descubrimiento, querías
convertirlo en dios para arrodillarte frente a Él para rezar tus malos ratos,
para quedarte sola, para enfrentarte tú misma a tus dolores del alma… son más
fuertes: el ardor de tus rodillas cundo te hincas a rezar el padre nuestro de
esta vocación del tiempo cristiano, pero así lo has hecho en todos los tiempos
prioritarios, así ha sido en esta gran vía del “saber humano”, así lo han
escrito todos los sabios, así lo dicen todos los libros de la tierra. Entonces
llega la hora cuando te enfrentas a ella, a lo absoluto, a lo que te permite
pensar el ellos, a ella; la misma te nombrará, ella a la misma; no le importa
seas la santa de la película… y lo haces, te haces un ovillo, y piensas: se
trata de un dolor como el de cada luna… porque con ella no haces tratos, y te
envuelve el dolor como un espasmo por todo el cuerpo, y sientes este dolor es
más profundo y sientes la vida se te va… como se te ha ido en otras veces, y
así, entre lamentos te ven estregarte al diorama de la tierra, así te entregas
por fin a lo desconocido, lo único desconocido para ti: la muerte ignota…
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