Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

domingo, 16 de septiembre de 2012

El camino



En el rincón dormido, arrestas con ella tu monte en una cesta. No das, la enredas por caminos de dios, tan solo como un… así como entre timbres de postales se van hasta el cadalso. La añoras como a ella misma, la besas con supremo embalse de aromas y de nido bravo para dentro de nueve días; pernoctas como si fuera el nenúfar que tiene entre las piernas. La besas a ella y ella te besa en insomnio de risas para el rato. Tu ensoñación como líquido entre venas, se insacula del nombre y te mira. No eres axioma vestido entre el silencio de los puntos suspensivos, eres la dadora del bien… como una “cualquiera” se viste en su lamento. Por la enredadera del mar, te arrostra entre tinieblas, la rozas, la esculcas, la tiendes, la vistes de capullos y entremeses de ayer a la hora nona. En tu gemir y el de ella se va el rezo de la tarde… dios te ve a escondidas y te atreves a decirlo sin  embauque al miedo de mansalva. Después y antes: esos ojos rojos de llanto por ella y por ti, como el Supremo enroscando a su bien y lo empupila. Más allá, entre los cardos, ella se aleja por un instante; lo ya hecho está a la vista, no hay testigos en la habitación, sino tus ojos cuelan su embalse, como si fuera venida desde el tuétano al ombligo. Bajas la carrera de ella y ella te baja desde arriba como dadora, también, del secreto de tu nombre. La límpida luz aluza entre ojos de dos: dan y se miran, no entromete al centinela del basto, más bien conduces y te dejas seducir, con una maniobra de dedos entre miembros. No lo sueñas a él, sueñas con ella presente como si fuera nenuco dormido entre calambres. Enseñas a Él como si fuera idiota metido entre caminos desconocidos, igual a su nombre… no da para más, ni idioma, ni sangre, ni sueño, ni arisco, ni préstamo de esquemas. Como dos nenúfares se embalsan al pie con un idioma, así se enroscan en néctares y en saliva y en resuellos y alaridos… son el cúmulo de lo faltante en él a la hora del concierto. La imagen te somete en sus pezones, lánguida voz soñando el dedo metido, y lo sonsaca en la hora de la comisura del ensueño de agonía, púrpura y lo que sientes en un aroma de cardos, bebiendo del sueño a la hora del asunto entre manos. No la desdoras en el tiempo, entre dos se aman: la habitas y ella te habita, para dar de sí lo muerto, volviendo a amanecer como un valle en lo alto de la cumbre. No lo metes sólo lo ves por entre carnes pulidas y talle bajado como gozne de mentiras, entre vestidos, entre blusas, sostenes, bragas enluzadas por la venenosa fiebre del que nombra. A la hora del timbre no la encomias como si fuera goce, la encumbras hasta decir un guiño de culebra  alzada entre el viento, cual si fuera papalote, hastiado de la altura… con guiños la encumbras otra vez hasta el retiro espiritual para cuando avance la miel de tu voz y la de ella para endosar lo faltante en dos nenúfares…  mienten para decir adiós, salen de tactos para mentir, nombran nombres para colmar la idea entre manos de laceración… la cabriola de mar en ola  se muere y regresa otra vez, mas nunca del pasado... así como se viene ella entre gemidos, así mismo la palabra dicha sin plan de por medio, pero da en al blanco, cual nombre de ella ante el altar, desnuda de su propio nombre. Le prestas el anillo, la sacas del marasmo de espera, la sacias, la desdoras, la predices, y al son de dos se encomian los decires: lamentos para colmar ideas, no cuajan sino en el venir de adentro “de”, para el espejo de su cuerpo en ejercicio de teatro veloz como la rauda corriendo por la calle; mientras, el payaso da su sobrero por predicar voces purulentas de ensoñaciones y no dan sino en el…  se baña en su palabra repetida hasta el cansancio. Tú eres la dadora del turno a la “a”, la  enseñas de nuevos embloques de axiomas; nuevos aromas viven en la voz, gimes y abrazas para decir, basta, para dar de sí, para colmar de planes de viaje de bodas… la  entumición de bodas de oro, sin emascular el olor de los ojos y oídos. En el proceso sales ganona y no vale ser la única enseñoreada entre sombras, en el nombre sentado a verte caminar sin él a la hora del concierto; tampoco vale mirarse en el espejo del auto estacionado en la acera de tu paso, más bien son tus pezones y los de ella comidos en almíbares de gestos abandonados a su suerte, cual bien preciado del ombligo, la bajadera de capas de vampiro para darle forma al talle la embaucas con tus dedos, tus palmas y tus sueños. Terminan y dan un toque de femineidad a la hecatombe, ríen y ríen para pasar el rato otra vez… el diálogo entre líneas dice lo demás, no sobra ni falta nada, todo está en su sitio, para mañana cuando la luna avance sin camino, venga otra vez, se meta a llorar entre tu seno y tú la elucubres, la solapes, la tiendas, le sirvas un té, en fin, la adhieras a su bienestar de ser otra vez una cauda de dos cometas en rauda y hacia abajo…    

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