Eres la bella como la
voz escanciada en el sentido… voz maestra; enseña el cobre, y te columpias entre el espacio de
Calabria, entonces conduces la ceremonia del cuerpo, en andaduras de zapatos
llenados con pisadas. No eres la luz inocente, tampoco el cardo dominante,
menos la ensoñación de un día de fiesta; más bien te enternece el paso de los
días a la espera de una frase nueva para el haikú celebrando la agonía… para el
verso de aquel haikú hablando de pájaros en la enramada. Eres bella como un
rompe-niebla en el Ajusco al mediodía; de entre tus piernas nacen aguas en
veredas sin saber de su destino. No te contoneas, caes como un aguijón en el
blanco del veneno, sabes a plasmadura, una palabra ignota, lleva el mensaje de
la “u”: embelezo de solemnidad para
mañana. Sabes del amor, pegado a la muerte como si fuera una tentación, y te
domina; no hay en ti más preñaduras de insomnio en la garganta, amaneciendo
hastiada de cerveza por ser sábado por la noche. Ayer estabas alegre al
mediodía, no es ninguna novedad estar alegre a cualquier hora, salvo tu alegría
era por el beso dado por el tercero de la tarde. Mañana, cuando sea domingo y
estés con la luz inocente de tus ojos puestos a las doce como las manecillas
del… estarás al punto de goce por la esperada salida de la tarde a mirar el
parque abandonado de los domingos. Te gusta la soledad del pie pateando una
lata perdida entre la acera, te gusta la soledad del vaso de agua metido hasta
el escancio, te gusta la soledad del soldado de punto, te gusta la soledad del
agua de Marte; sí, te gustan estas soledades, menos la mía cuando exiges te diga
alguna palabra al son de tu mirada. La luz se duerme en la sombra del cobijo, así me duermo en tu soledad de gata
paseándose por el dosel a las tres de la tarde. Hoy, la tarde del día de hoy,
cuando sean las cuatro, la hora de la siesta, iré al camposanto a dejar una
rosa a la tumba de tu padre, El amado en el recuerdo… yo, aunque sufro de
tumba-fobia, la pintaré con una brocha comprada ex profeso a las nueve de hoy
mismo, una vez y termine con este texto… son las ocho con cuarenta… la pintaré
del color de la Barbie,
para, así, haga juego con el mote que te pusieron en la colonia cuando llegaste;
así, esta tumba será la más brillante, pues compraré, también pintura
rosa-metálico, la pondré con la brocha de aire más suave del camposanto: el soplo del viento. No es
un capricho, es un juego para estar a solas con el muerto más amado en tu
recuerdo, con el beso que le diste cuando estaba en su caja de regalo para la
tierra a los cinco años, los que tenías cuando lo besaste, e hiciste lo hecho
por nadie: acostarte debajo del ataúd, dentro de las cuatro velas, para hacerle
guardia y no estuviera solo a las tres de la mañana, la hora de la extrema
soledad de los muertos insepultos… ninguna canción puede contar lo sentido por
ti, ahí acostada debajo de la caja… del cajón con los restos de tu padre,
ningún cuento puede contar esa hazaña, ningún poema puede versar sobre esta
lozana experiencia de una niña de seis años, ninguna novela puede narrar estos
detalles… pero ahora estoy solo con tu cuerpo, tu cuerpo escanciado como la voz
en mi sentido. Por eso hay veces, cuando te llamas muerte, hay veces, cuando te
llamas diosa, hay veces cuando te llamas duende, hay veces cuando te llamas
Aurea, cúspide, Esfinge, Sagrada, Puta, madre… Pero no hay veces con nombres desechos en
la escritura, ante el tamaño de tu fuerza escondida entre tus brazos hechizos
como sangre. Eres La bella como esa voz tomada desde mi oído… sentido llamando
a los otros sentidos, en el lamento gris de adentro… te habitan los fantasmas
de ayer al mediodía, te avasallan los muertos de hoy, los mismos a las cinco de
la tarde, la hora de tu rezo… y los que pasan por la calle con el nudo de
corbata como para colgarse en cualquier salida de… El baño espera, lo he
preparado, la matrona está en su sitio, como siempre, he dejado los botes de
afeites y perfumes, me he desnudado para escucharte cómo te afeitas, como
suenan en la madera la caída de los frascos de…
Como cae tu nombre
desde La bella adornada de costumbres.
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