Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

sábado, 29 de septiembre de 2012

Juego



Eres la bella como la voz escanciada en el sentido… voz maestra; enseña  el cobre, y te columpias entre el espacio de Calabria, entonces conduces la ceremonia del cuerpo, en andaduras de zapatos llenados con pisadas. No eres la luz inocente, tampoco el cardo dominante, menos la ensoñación de un día de fiesta; más bien te enternece el paso de los días a la espera de una frase nueva para el haikú celebrando la agonía… para el verso de aquel haikú hablando de pájaros en la enramada. Eres bella como un rompe-niebla en el Ajusco al mediodía; de entre tus piernas nacen aguas en veredas sin saber de su destino. No te contoneas, caes como un aguijón en el blanco del veneno, sabes a plasmadura, una palabra ignota, lleva el mensaje de la “u”:  embelezo de solemnidad para mañana. Sabes del amor, pegado a la muerte como si fuera una tentación, y te domina; no hay en ti más preñaduras de insomnio en la garganta, amaneciendo hastiada de cerveza por ser sábado por la noche. Ayer estabas alegre al mediodía, no es ninguna novedad estar alegre a cualquier hora, salvo tu alegría era por el beso dado por el tercero de la tarde. Mañana, cuando sea domingo y estés con la luz inocente de tus ojos puestos a las doce como las manecillas del… estarás al punto de goce por la esperada salida de la tarde a mirar el parque abandonado de los domingos. Te gusta la soledad del pie pateando una lata perdida entre la acera, te gusta la soledad del vaso de agua metido hasta el escancio, te gusta la soledad del soldado de punto, te gusta la soledad del agua de Marte; sí, te gustan estas soledades, menos la mía cuando exiges te diga alguna palabra al son de tu mirada. La luz se duerme en la sombra del  cobijo, así me duermo en tu soledad de gata paseándose por el dosel a las tres de la tarde. Hoy, la tarde del día de hoy, cuando sean las cuatro, la hora de la siesta, iré al camposanto a dejar una rosa a la tumba de tu padre, El amado en el recuerdo… yo, aunque sufro de tumba-fobia, la pintaré con una brocha comprada ex profeso a las nueve de hoy mismo, una vez y termine con este texto… son las ocho con cuarenta… la pintaré del color de la Barbie, para, así, haga juego con el mote que te pusieron en la colonia cuando llegaste; así, esta tumba será la más brillante, pues compraré, también pintura rosa-metálico, la pondré con la brocha de aire más suave del camposanto: el soplo del viento. No es un capricho, es un juego para estar a solas con el muerto más amado en tu recuerdo, con el beso que le diste cuando estaba en su caja de regalo para la tierra a los cinco años, los que tenías cuando lo besaste, e hiciste lo hecho por nadie: acostarte debajo del ataúd, dentro de las cuatro velas, para hacerle guardia y no estuviera solo a las tres de la mañana, la hora de la extrema soledad de los muertos insepultos… ninguna canción puede contar lo sentido por ti, ahí acostada debajo de la caja… del cajón con los restos de tu padre, ningún cuento puede contar esa hazaña, ningún poema puede versar sobre esta lozana experiencia de una niña de seis años, ninguna novela puede narrar estos detalles… pero ahora estoy solo con tu cuerpo, tu cuerpo escanciado como la voz en mi sentido. Por eso hay veces, cuando te llamas muerte, hay veces, cuando te llamas diosa, hay veces cuando te llamas duende, hay veces cuando te llamas Aurea, cúspide, Esfinge, Sagrada, Puta, madre… Pero no hay veces con nombres desechos en la escritura, ante el tamaño de tu fuerza escondida entre tus brazos hechizos como sangre. Eres La bella como esa voz tomada desde mi oído… sentido llamando a los otros sentidos, en el lamento gris de adentro… te habitan los fantasmas de ayer al mediodía, te avasallan los muertos de hoy, los mismos a las cinco de la tarde, la hora de tu rezo… y los que pasan por la calle con el nudo de corbata como para colgarse en cualquier salida de… El baño espera, lo he preparado, la matrona está en su sitio, como siempre, he dejado los botes de afeites y perfumes, me he desnudado para escucharte cómo te afeitas, como suenan en la madera la caída de los frascos de…
Como cae tu nombre desde La bella adornada de costumbres.

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