Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

lunes, 17 de septiembre de 2012

Altar



Los mira a través de sus pestañas. Como ángeles caídos dos que se aman. Habla sola y asiste como fantasma a la noche de vampiros. Voy a la otra orilla del espejo, les dice, mientras menea con sus manos el escalpelo. Se mueve la casulla, la voltea y ella lo invita al goce, lo tiene con él. Por un instante lo piensa, se menea incómodo para izar otra vez el alma hacia arriba. No tuerce el cuello largo como un invite, más bien se arrellana. Ellos siguen la guía del cuerpo enluzado por los que babean. Se siente acompañado en esta escena de la… no termina en el coito de pareja, sino en la espera de nueve meses, piensa. Entonces ella le alarga la mano y lo toca. Me gusta ver el coito como finalidad de los nueve meses, le avisa y agrega: no es tan fácil, es separar las carnes como un mero roce de estatuillas para así, la raza avance, termina y cierra los ojos, mientras se oye el jadeo de ellos. Piensa para sí: es un simple roce de esculturas de carne viva para traer a este mundo lo brotado de la fuente… falo que te vuelves nombre de él para endosar la vida con ese coño pues luce esplendido, si no fuera porque tiene un fin: el roce. Se adelantan ellos y le dicen: no es necesario siempre, nos dejó también musculatura de palacio para ser en el cuerpo como dos buscándose para estar contentos en esta aburrición de la vida, tómate una copa y sentirás como el cuerpo avanza entre cumbres, entre meandros, entre luces, entre mansalvas, entre corbetas puestas al día como elegantes flores para la media mañana de hoy, cuando saldremos a pasear al parque de la laguna, para ver cómo se aman ellos al son de la familia que tanto quieres, mientras vemos la cara de ella y de los que ríen sin dolor, pues no les llega en sumun de los días. Él se violenta, mueve sus lentes de vista cansada para ver bien el estoque de semilla, le ve el cúmulo de serpiente entre las piernas, se santigua, piensa otra vez en el fin de los días terrenales, en lo pasado de este movimiento aprisa, en lo bien servido a él entre su oído, el jadeo de ella para dejar salir toda esa humedad  lo consola, por ser carisma de dos se alimentan a la salida del sol cada mañana, pero es con el encargo para los nueve meses, se dice para sí mismo… los ve como miraría dios a su creación, entregados a esta labor, no es sino el sueño de toda primeriza: placer sin dolor del espasmo de los nueve meses, y después el paraguas se abre en las entrañas para dejar salir el producto tan grato en su caminar por naceduras del deseo… no miente sino es por el don de ser mirado. Ella le dice: reza un padrenuestro para endosar mi cuerpo ante él, pues mira también y se recrea en esta escena, mandada en un suspiro de vida para seguir el potro dondequiera. Piénsalo… ¿Cuántos lo hacen cada noche y como Onán la riegan en el polvo? Si no es así ¿cómo daría el mundo para todos? Entonces él se mete un carrujo de lío entre las manos, se lo mete a la comisura de sus labios y embebe el deseo que lo muerde en Motolinía como un sarcófago al fin de los días terrenales. No sabe el pobre,  se pierde, piensa ella. Es un divagar por nada entre este mundo, le dice él. O será la forma de ahorrarse bocas, piensan los dos, mientras siguen en corredera de ella y la de él aún le falta. Se lía otra copa en son de obleas, y el sinuoso menearse de ella le hace sacar de su arzón la cuarta de caballo hecho de risco de toro para endosar el primer tirón por toda la espalda y ablanda la carne y se sube como un ovillo de fantasmas, al sentir el putazo,  se lo dio con la verga de toro embravecida. A mí no me ganan, se dice, y se manda otro tirón de a peso sobre el lomo, y entonces amenaza cuajar en el estío del camino dejada la cuarta, un soplón de sangre para al rato. Entonces siente como se le endura la verga al son del putazo que se dio; por toda la corredura de la espalda siente un vaho subiendo como discordia, lo siente y corre al espejo para ver su cara, lo hace y se ve, hasta adentro tiene la cereza del pastel, la verga dura, el emplaste tieso y se imagina la verga del toro estirada como un bejuco, tan tieso como su miembro; lo embota de nuevo a la nacedura de sus nalgas… ¡Empotra de nuevo! Y Lanza el chisguete para dejar de ser maroma. Va sobre ellos y pujan y pujan como si fueran, ahora, una colmena; no se puede ser así, les dice, mientras se ha borrado de sí el pudor, pues su verga cuelga chorreante fuera de la sotana. Ella le enseña las nalgas. Él siente pero no siente nada ya, se lo promete y vuelve a la cargada sobre las nalgas de ella, siente el chirrión cómo se viene en una salida. Golpea con el fuete y desde su nalgar sale entre cumbres unos labios de herida como para enseñar otra vez. Como un oso polar entre sus fauces, después de la caza, siente una placidez en su cabeza, va bajando hasta su torso, sus piernas y sus brazos, ellos se siguen meneando. Él se levanta con toda esta quietud, ya lo invade y va hasta su curul. Se entroniza, reza y reza para, así el mundo avance. De entre sus labios santos sale un murmullo de voces latentes como un ruiderío. No hace nada. En el umbral del templo ellos terminan, se voltean y sueñan y sueñan, como chiquillos, él va y los cubre con su lienzo. Ellos siguen durmiendo.

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