Como un adagio,
sometes al dilema los colores del arco-iris. Muy de mañana, asoma el sol entre
tu carne primeriza… pecado de Onán: asiste solo a ver se comulgue en ella y
luego te avisa. El mensaje va en los ojos de avispa; se adentran sin saberlo
hasta la comisura de tus dos ojeras. Luego en silencio, como si nada, el
cerebro se despinta de tus colores… no pasa… sola ilusión en autoconsuelo, como
una higuera se muere ahíta de su igual, sin una coma de ensoñación que se
destuerza, así te mueres frente a él. Eres oblea insaculada como culebra, eres
el arma de dios, eres diadema al sol, eres el viento, eres la santa de cuerpo
indemne deslizándose en pos del nácar. Tu cuerpo supura de este dolor, de esta
calumnia, de esta cereza endemoniada, como tus dos naranjas, en plenilunio. Te
sueño llena en hora ingrata. Te sueño abeja sin su carcoma. Te sueño igual a
una quimera… quimera en llanto igual a una sirena: canto de imagen. Ingrata
nube de ácida niebla. Cuando caminas apenas sueño. De pronto el bardo que me
confunde saca de adentro su piel de arena. No sabes lo hondo de ser sereno, no
sabes nada de ser marasmo: te desmoronas… Ante ti, Lilibeth predice sus
juramentos: mi carne sola. Tú eres la del miedo incesante por la carne, la de
humores predilectos, la que tiene el incienso entre los pliegues… la de
almizcle entre las venas. No supones al que te avista, lo miras de frente y te
ataque en tus mieses de verano en
primavera, te arrebate de un frenesí en solitario, te descubra haciéndolo
como hada, te penetre sin hacerlo más que sola. Eres la predicadora de mañana,
la que encubre sus notas en un salmo de David y casa sola. Por eso no hay
nostalgia entre tus cardos, no hay marasmo entre tus venas, no hay síntoma de
respiración entre tus fauces. La madre de ël
se adhiere a tus deseos de carcoma. En tus deslices hay de la falta, en ti sobra
la Hécuba y te descubra. Por si faltara, el sol languidece ante tus sueños de
pupila… introito de dios hasta la misa: él te colude a que te vayas al
infierno. Mas no pregunta por tu falda primeriza, no cuenta un rosario de
tormentas, no sacude al báculo en guía. Eres ensoñación en la fatiga, eres la
madre de Él y de Ël en su púlpito de
misa negra. No amaneces sin el sueño de una noche predilecta, más bien te
asomas al son de tus meneos incesantes como tus aromas. No eres niña, no eres
mujer, no eres demonio, no eres dios: eres la pregunta. Y la respuesta no llega
sola, se entremete a ser como un idioma: gusta en un sin fin de juramentos. No
te quedas en el solo decir, desear o ser paloma: la diéresis te asusta y te
atrae como si fueras Él tentado en el desierto, o blasfemando en la cruz como
un idiota que no sabe ni su nombre, arrepentido de ser… No eres respuesta. De
tu carne primeriza se desprenden todos las calcas del día, todos los mapas, los
ideogramas… las cuadriculas, las guías. Un fantasma recorre tu pradera: son mis
ojos cansados del letargo sideral, de ser abasto en curul de fantoches y de
ciervos alados, como si una mañana los deseara el viento, por ser almizcle… la
cera de la abeja te sirve de nido y se desboca sin decir una palabra en tus
aromas. De tus jugos habla dios una palabra. No escatima nada para decir el
nombre de ella, como deseante, como deseada, como madre de Ël y sin palabra en los labios… una Hécuba que se deshace. No
lamentas lo que se pierde, cantas el día de tus días, aprendes de tus letargos
como si fueras ninfa de luz y sangre… no conoces tus lunas, las ves en
desolladero… como te sientes en tu luna, pero rehaces el idioma con sólo
aletargar tu carne insatisfecha… Eres la mariposa desde el norte, eres la
dadora de todos los sueños, te metes a idiotizar los cantos nuevos. En un
nacimiento de heliotropos te sacas un premio, en un pedestal de goma borras tu
día de ayer. Así te cuelgas de los aromas, de los almizcles, de los hechizos
soles, del numen, de la carcoma, de dios, de nadie…
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