Rasgada en pos para
el hechizo, te posas en la primavera de tus pechos abiertos con puñal del
tiempo… ¡Cómo añoro la zona de tus ecos! Igual al arzón de absenta… me suenas
igual al barro hendido… dadora del sexo desdentado: tu boca primaveral. No eres
la misma: doró el deseo hacia abajo, hacia dios, hacia la muerte: viendo hacia
dentro, como si estuvieras sola con él, eres ahora quien mira al frente de ti, quien
se mira en un espejo, quien mira al que lo ve: el otro espejo; al fin, la misma:
sientes lo que ves, absorta en una piel ensartada por doquier, con espinas,
anzuelos, agujas y madreada por la insaculación de tu veneno. Abierta te
ofreces a dios con flores de naranjo. Abierta y sin pena, crees que tú eres él…
o Él te añora en un abrazo. Quieres la
cópula divina para sembrar en la tierra lo negro, encubierto de tiempo y de mano primeriza, pero
no das, adquieres para ti lo del tiempo…
te quita en el abismo: tu deseo de dar y recibir, tu deseo de tener, tu deseo
de blandir con una escena entre la pierna, pues te place prohibir para después del veraneo. La
forma del cuerpo es tu propio cuerpo, puedes dar y recibir… penetrada penetras
y devoras y sacias y deseas, como tú; igual a quien te mira hacia abajo: a Él,
te desea, según tu propio saber. Pero… ¿Qué dices de quien te miró boca arriba?
¿De quien te hizo hechiza de un cuadrado de polvo instantáneo de los tiempos?
De quien te hinchó de su propio veneno, de la mano izó hasta ponerte de
espaldas al hombre y de frente a dios. Obscena, en tu día sólo respetas a tu
igual, tu igual: la otra igual a ti: deseosa y deseante, da y recibe, da a sí misma, y en la oscuridad lo busca a
Él… de frente y de espaldas a quien no es tu igual. Así en veneno-flor, devoras
al insaciable y tú la insaciable te quedas hasta el fin con tus pechos como
gatos boca arriba. Afuera Sopla la brisa para los hombres de la tierra, tú
yaces boca bajo… el inframundo, como si tu hacedor quisiera verse en ti: solo
frente a él, con sus… Amada, el deseo no aplaza la muerte, más bien la violenta
hacia uno, el deseo se vuelca, dura un espasmo de verano, el deseo aplaza,
aplaza la vida, más no la muerte de la unión en la caída… se cae en dos
espaldas mojadas como el viento cae hacia donde va el agua, se cae en cuerpos
blandos cuando estos ya han dado todo de sí, para estar de nuevo puesto a la
vera del… porque nunca bastan dos sonrisas. Entonces te vio tendida,
desdentada, ella misma, tus dos pechos abiertos como lobos en brama; se tapó la
cara y se fue tras de Él para no ver tus dos tenazas: lo esperaban entre tus
piernas. Comulgando un deseo pronto, huyó de ti, no quiso cohabitar contigo,
pero esto lo hizo voltear hacia sí mismo, entonces se sintió tu igual, con
naranjas entre arenas de piernas abandonadas, con el sumun de azúcar
esperándolo a él allí puesta la mesa del barranco y lo hizo con su igual de
frente a los demás, porque quererlo precisaba del silencio de los que veían.
Desde sus nalgas surgió el molde de su cuerpo, primero se enjutó, después el
nácar de su piel se hizo veneno para sí mismo… y se entregó como se entrega ella
a dios: hacia abajo, como si verlo de frente fuera su imagen primeriza… no se
atrevió a verte desnuda; te convertiste por eso en una dadora, embebida por lo
dado, devorada por su ansia, inventada por el espejo, hastiada de carne entre
carnes. Lo que siente junto… espalda con espalda tú y él se fueron por caminos
distintos; él, fiel a su hechizo, tú fiel a ti misma con testigo divino de por
medio. Hiciste del cuerpo el miedo, convertiste el rito a la palabra… Ahora
estás aquí, frente a tu escondite; ya no hay quien te vea desde abajo, ahora te
ve de frente y en el tiempo abierto como a ti misma la que eres: dadora de… y
devoradora de… Te has quedado absorta, frente a ti
misma, sin ser tú sino el espejo.
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