Como
al espejo, te adhieres a la imagen: Introito de dos en amalgama. No sucumbes:
Besas al ritmo del reloj: pulsas cada instante del cuerpo lento y sideral. Más
allá del cuerpo, la estatura de tus médanos: alma en ristre, cuerdas de violín
como tus dedos; tu lengua en creciente, tus ojos latentes, como el silencio,
está más acá de los oídos. No hay en tus... Más que nácar. Aroma vestido
en un sentido. Meneas el cuerpo, los pétalos se resisten. Ella lo sabe. Ella
también. Se dicen sí sin un lamento. No falta, sobra decir lo nombrado.
Entonces elucubra en un sinuoso golpe a los sentidos. Desde adentro: el espejo se viste en dos aromas. Luego del beso, resbala la mano; exangüe hoja cayendo: cae y
roza en el mismo lugar. Como el espejo se viste a sí mismo: Así la viste: desnuda
y vertical. Lídice encomia a su espalda…
A sí misma… Vuelve. Cada tacto es una goma: borra al anterior. Nada persiste.
“Sino este cuerpo mío y tuyo”, le dices, mientras lengua con lengua se
avizoran... Te contoneas. Sientes el
cosquilleo, de la mirada aluzada por la espalda. Entonces tomas un
caramelo, la visitas a deshoras, como el espejo en cara suave para dentro de…
Diez segundos a lo sumo. Garganta agradecida, como si fuera tan profunda, pero
no, aquí no hay de eso. Te vuelve a visitar con la lengua caliente y la mirada.
Te tocas el glúteo izquierdo con la misma mano. Ella segrega y lanza un
chisguete a punto. Va el vaho que vuela. Lo sientes. Es primeriza, con eso tan
caliente. Entonces te das la vuelta para empotrar esta tu imagen: La pupila de
ella. Se dilata. Es como un felino ante su presa. Sólo le falta ronronear. Pero
no. Alcanza a verte los senos, a veces te los mamas sola. La imaginas a ella
haciendo lo mismo. Te sientes un palomo jugueteando con el pico. Le darás al
rato de comer en los labios. Así, cuando la vasca avance, será la salida; es lo
que cunde en este juego. Mientras, se deben de mojar los labios y las bragas para… Está en su luna Te dices. Porque a mí no me falla, agregas. Cae otra hoja y da en el blanco; la
lengua se transforma, lame al labio, lo muerde, insacula desde adentro lo que
expele; ya no roza: afirma y transfiere. Entonces acudes presta a calumniar al
propio espejo, te adentras en ti misma, como un torzal te prendes. Entonces tejes
en tu propio cuerpo: El de ella: manualidades para la tarde, no así como
culebra, sino al espejo abierto… En fauces entreabiertas. La colmas y la
traduces. Entras en ella con ojos muertos Sales de ella con la mano primeriza… Y te contesta alzando el cuello para recibir lo
que es suyo: desde adentro…
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