Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

jueves, 13 de diciembre de 2012

Tatuajes



Caminaba por la ancha calzada, su figura se confundía con la arboleda del centro de la calle; en su bolso de mano, las tintas y el lío para soportar el dolor en una suerte de humos plagados de volutas, como si el aire fuera a ser el último destino; él la esperaba con las agujas puestas, mientras se liaba su propia fardo de cigarrillos para estar a tono con ella que pronto llegaría. Se hizo a un lado cuando pasó un hombre corriendo, no pudo soportar la mirada y su punto fijo en el mismo lugar: ambos voltearon, un instante al mismo lugar sin que se dieran cuenta… cada uno a lo suyo; estaba urgida, de esa urgencia que no distingue a la persona sino solo desea para ser entrada para dar las buenas noches así como si nada; caminaba aprisa mientras sentía desde su entrepierna bajar la humedad similar que la acosaba todos los días; su cuerpo: invitación al deseo, como si todos supieran que era eso lo que ella buscaba, como si todos supieran: no había en su camino, sino despertar de letargos desde la mañana, sino desesperación por lo mismo a esta hora, sino miramientos a ver quién se arriesga. Metió la mano a su bolso, pero no encontró la soledad precisa para pensarlo, ahora estaba urgida pero, acostumbrada a estos menesteres, por decir, bajo control para encontrar un buen alojo a su cuerpo pasado por suertes de lastres en ocasiones insalvables, ya llevaba varios moldes en la piel, dibujados en parte, por estar a como estaba ahora… era dejar ir al deseo por entre los meandros del sentir a la aguja por su piel abriendo surcos para depositar la semilla del color y así estar a tono cono los brazos que se abrían después de hacerlo, dejarse consentir con el deseo aplanado por el… pues haciéndolo así, de esta misma manera, es como encontraba alivio para tanta humedad ahogada en sus destierros para ver al hombre, convertido en galeno para esos dolores de fantasmas… camina, pero su prisa no descuida su paso ondulante por esta soledad tan sola que necesita ser abastecida: elefante que cuida las formas aunque su sed atenace su garganta. Ve la entrada de la casa a lo lejos, siente cómo a su paso se desvían todas las miradas, ninguna se abstrae, todas a una, hombres y mujeres tienen qué ver con ella y su paso, entre zapatillas que dan a su torno el paso que guía a su piel hasta el lugar. Llegando se desnudará, sentirá cómo la aguja le hiende la piel, lo hará después de fumarse dos cigarrillos; una vez embotados los sentidos reirá y reirá viendo como el pulso del hombre comulga con los colores, las formas y la forma de abrazar su piel con los dedos, para encabritar al demonio vuelto olor desde sus ingles… le ha dicho por teléfono que lo quiere en ese mismo lugar; el chorro de luz debe aluzar a su simiente como si fuera el sol, saliendo de su ocaso. Él abrirá el pliegue, azotará con el zumbido de la máquina y escupirá color en ese lugar, señalado por más de una razón, pues de seguro habrá tiempos venidos desde…

Está a punto de abrir la puerta; antes de pulsar la cerradura, lo ve; no azuzará al hombre providente, antes debe pasar el tiento del dolor de las espinas: aguja por toda su piel, la que va desde su ombligo hasta la pared de enfrente. Siente, antes de entrar como las agujas la envuelven, cómo los chorros de… se confunden con la sangre que brota del surco, como si se intercambiaran sangre por color; será una hazaña más, será ocasión para soportar, bien lo vale, lo que vendrá después… vale los minutos de escarnio para calmar esto que la enerva desde adentro, como si fuera cueva de ladrones escondiendo tu tesoro para mejor ocasión. El dibujo está comenzado hasta ahí, siente el deseo de que llegue más allá, de que toque con su punta filosa La ilusión de abril; terminado el asunto él la envolverá en el aire, pues no se puede estar pegada a algo después de hacerlo, quizá él llegue hasta ahí y el dolor impida que siga el intermedio, quizá se someta al dolor y se embriague con su cuerpo pegado al suyo en cuestión de abrazos solidarios, a fin de pernoctar una agonía más. Cuando despierte del sueño del dolor, cuando vaya al baño a lavarse las huellas dejadas por la aguja, entonces dejará que él la abrace así como quiere ser abrazada… ahora no, ahora no es tiempo de abrazos, está demasiado urgida y el lance de él le parecería, precocidad de adolescentes para ausencias del amor; por eso debe ser así, por eso debe permanecer así de calma por el premio que vendrá después; no lo quiere levantado de la cama antes de tiempo, quiere verlo abrazarla por detrás, desde su cuello, sentir la vaho de su olor, sentir esos brazos… enjambres en colmena para después de hacer el amor, se dejará penetrar mil y una vez, antes de despertar al placer de sentirlo por detrás como se abraza a su espalda para copiar mejor el dibujo que le tiene preparado para esta ocasión.

Antes de entrar saca un cigarro y lo aspira, el aire se vuelve contra ella, siente cómo su risa va resbalando por toda la acera, siente como si en la comisura de su boca rondaran abejas sedientas de miel, siente sobre ella al hombre que amenaza con horadarla antes de entrar. No, son sus sueños, no, son sus deseos adelantados. Voltea hacia la calle y ve la banca en el parque cercado, va y se sienta, cruza las piernas y se deja ir, se termina el primer cigarrillo, saca el otro y lo enciende a la vez, sin dejar apagar al anterior, vuelve a ver hacia la puerta y ésta se ha abierto… él también lleva un cigarrillo entre la comisura de sus labios, en su mano derecha blande la máquina que horadará su piel, un cosquilleo le va subiendo por su piel…

Ahora ríe a carcajadas, han pasado las horas, han pasado los untos de color; está acostada sola en su cama, no siente nada ya, sabe que dentro de una horas, cinco a lo sumo, sentirá otra vez llegar lo mismo de ayer…

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