Paraíso.

Paraíso Tabasco, México. Playa, pantanos, comida, diversión, pezca...

martes, 20 de noviembre de 2012

Camino.



…Siente la tela ceñida a su estuche; va y sabe, llegará y será, dentro de un instante, cúmulo de carne para bestias en aliño. No sabe de la jeringa escanciada en sus venas, no sabe de su alegría pasada por agua maría, pesa en sus talones lo de ayer a las ocho: sintió… lo sintió adentro de su cuerpo y supo no había explicaciones a la mano; ahora es la madrugada, está puesto otra vez para ser en su demonio otro le endose la cuenta para postrar la lengua entre sus pábilos de ensueño, como si fuera un oso salido de su pose de hibernación. Camina aprisa, la tela apretada le comulga un santo para ser estrella al poniente; mientras camina, se ve a sí mismo con sus carnes a la vista, el pinchazo de hace un rato lo hace sentir como recién bañado y salido del amanecer de escualo para ir en pos del naciente paso entre meteduras del cuerpo, pues él, el que lo espera, es el mismo de todos los días, pero esta vez, nuevo por ser en el nombre del polvo entre venas, el héroe que lastime y arda y cunda y lacere y goce y lo haga gozar, más allá de donde se posan sus nalgas a la hora del introito. Se menea y siente las miradas en sus nalgas, siente el meneo de sus nalgas… siente la plenitud de sus sexo como si fuera un pistola a punto de salir en busca de un alción para después de hacerlo.
Como a las nueve de ayer estaba puesto; los veinte que frisa le alcanzan para eso y más, sobre esta calle impávida saliendo de la oscuridad al son del sol… acecha desde el instante, y en tórrido romance se va entre espinas dejadas por el día de ayer en el borracho de la esquina, pues estará en punta a eso de la diez de hoy, para iniciar de nuevo el paso de la calle cuando ve de reojo los pasos pululantes para mejor ocasión.
La carcoma lo postra a caminar en esta calle risueña como un baldón a las ocho de hoy mismo en que, salidos desde el cuarto e hinchadas de veneno, las venas surgirán para ver otra vez eso que le endemonia el cuerpo por ser señal de mezcla de sangre y carne y olor y sueño y sentimiento y más, por ahora no señalado por ser como la palabra… la mosca rodante por todo el glande: su lengua, rodará de arriba abajo hasta sacar desde adentro lo que tanto lo aloca: chisguete de punta en lanza como si fuera un sueño hecho realidad en su abdomen. Luego le escanciará ––también––, entre sus venas, un tumulto de hechuras para un rato; la jeringa estará dispuesta sobre la mesita del cuarto, la vela empotrada en su propio cebo, hinchará de veneno la sangre para ser el poder de los ojos y el barrio de los cuerpos lanzándose al vacío desde esta ladera, del vientre que lacera… abajo la carne augusta, más arriba el ombligo, más abajo el abismo de su lengua, maroma de un día en cuerda desde el campo lateral de las entrañas.
Ahora camina por esta calle angosta como el principio, como el camino a la gloria según San Juan, como las estrellas que aún titilan hasta arriba, como su camino hacia él, dentro de un instante, como las laceraciones de su cuerpo, hechas al son de una fiesta del carnes laceradas al gusto de la carne. Camina aprisa y siente entre sus piernas… la matadura de sus nalgas… goza por adelantado de los fuetazos que le dejará ir entre las nalgas, goza al verlo enhiesto para ser entre sus manos la cadera ondulante a fin de comulgar con los demonios de… se siente ya, después de hacerlo con lo que viene enseguida: pinchazo entre las ingles a fin de rematar lo que durará por doce horas de sueño hasta volver de nuevo, en la noche, a ser ––primero–– la danza de sus manos por el cosmos de su cara para ensoñarse lo que es obsesión de un tiempo acá: el cuerpo de ella, metida entre neuronas, la cara de ella, aderezada en el lucero de pinturas hechas en abanico para cuando haga falta una manita de gato… siente, vuelve a verse en ella escurriéndole la lengua desde el cuello por toda la espina dorsal hasta la necedura de sus nalgas, lo hará con él más abajo y se dejará hacerlo hasta que la carne hastiada reviente en mil colores de golpes dejados como si nada, entre poros manando sangre ahíta, dolor austero, para recordar que estuvo ausente por un día de sí y que bebió y tomó del vaso y la jeringa, entre lenguas y venas y sacras laceduras de fuetes en canal para comerse entre lobos, lo que suena igual a siempre: el deseo insatisfecho de cada noche, pues no hay nada que apague el… plasma de olvido para solo doce horas, las que median entre la salida y la entrada del sol en tiempo normal pues es invierno. Camina y camina; el ansia de llegar se le atraganta, los pasos se le acortan, no sabe en qué hora entró, el camino se le hizo interminable como el idioma, como la sangre que ahora le escurre de su espalda, como el silencio a las once de la noche, como el zumbido de abejas, como los fuetazos que sonaron llegada la hora… ahora camina, sigue caminando… llega de regreso a su casa, se mete: no hay señales a la vista.    

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