…Siente la tela ceñida a su estuche; va y
sabe, llegará y será, dentro de un instante, cúmulo de carne para bestias en
aliño. No sabe de la jeringa escanciada en sus venas, no sabe de su alegría
pasada por agua maría, pesa en sus talones lo de ayer a las ocho: sintió… lo
sintió adentro de su cuerpo y supo no había explicaciones a la mano; ahora es
la madrugada, está puesto otra vez para ser en su demonio otro le endose la
cuenta para postrar la lengua entre sus pábilos de ensueño, como si fuera un
oso salido de su pose de hibernación. Camina aprisa, la tela apretada le
comulga un santo para ser estrella al poniente; mientras camina, se ve a sí
mismo con sus carnes a la vista, el pinchazo de hace un rato lo hace sentir
como recién bañado y salido del amanecer de escualo para ir en pos del naciente
paso entre meteduras del cuerpo, pues él, el que lo espera, es el mismo de
todos los días, pero esta vez, nuevo por ser en el nombre del polvo entre
venas, el héroe que lastime y arda y cunda y lacere y goce y lo haga gozar, más
allá de donde se posan sus nalgas a la hora del introito. Se menea y siente las
miradas en sus nalgas, siente el meneo de sus nalgas… siente la plenitud de sus
sexo como si fuera un pistola a punto de salir en busca de un alción para
después de hacerlo.
Como a las nueve de ayer estaba puesto; los
veinte que frisa le alcanzan para eso y más, sobre esta calle impávida saliendo
de la oscuridad al son del sol… acecha desde el instante, y en tórrido romance
se va entre espinas dejadas por el día de ayer en el borracho de la esquina,
pues estará en punta a eso de la diez de hoy, para iniciar de nuevo el paso de
la calle cuando ve de reojo los pasos pululantes para mejor ocasión.
La carcoma lo postra a caminar en esta calle
risueña como un baldón a las ocho de hoy mismo en que, salidos desde el cuarto
e hinchadas de veneno, las venas surgirán para ver otra vez eso que le
endemonia el cuerpo por ser señal de mezcla de sangre y carne y olor y sueño y
sentimiento y más, por ahora no señalado por ser como la palabra… la mosca
rodante por todo el glande: su lengua, rodará de arriba abajo hasta sacar desde
adentro lo que tanto lo aloca: chisguete de punta en lanza como si fuera un
sueño hecho realidad en su abdomen. Luego le escanciará ––también––, entre sus
venas, un tumulto de hechuras para un rato; la jeringa estará dispuesta sobre
la mesita del cuarto, la vela empotrada en su propio cebo, hinchará de veneno
la sangre para ser el poder de los ojos y el barrio de los cuerpos lanzándose
al vacío desde esta ladera, del vientre que lacera… abajo la carne augusta, más
arriba el ombligo, más abajo el abismo de su lengua, maroma de un día en cuerda
desde el campo lateral de las entrañas.
Ahora camina por esta calle angosta como el
principio, como el camino a la gloria según San Juan, como las estrellas que
aún titilan hasta arriba, como su camino hacia él, dentro de un instante, como
las laceraciones de su cuerpo, hechas al son de una fiesta del carnes laceradas
al gusto de la carne. Camina aprisa y siente entre sus piernas… la matadura de
sus nalgas… goza por adelantado de los fuetazos que le dejará ir entre las
nalgas, goza al verlo enhiesto para ser entre sus manos la cadera ondulante a
fin de comulgar con los demonios de… se siente ya, después de hacerlo con lo
que viene enseguida: pinchazo entre las ingles a fin de rematar lo que durará
por doce horas de sueño hasta volver de nuevo, en la noche, a ser ––primero––
la danza de sus manos por el cosmos de su cara para ensoñarse lo que es
obsesión de un tiempo acá: el cuerpo de ella, metida entre neuronas, la cara de
ella, aderezada en el lucero de pinturas hechas en abanico para cuando haga
falta una manita de gato… siente, vuelve a verse en ella escurriéndole la
lengua desde el cuello por toda la espina dorsal hasta la necedura de sus
nalgas, lo hará con él más abajo y se dejará hacerlo hasta que la carne
hastiada reviente en mil colores de golpes dejados como si nada, entre poros
manando sangre ahíta, dolor austero, para recordar que estuvo ausente por un
día de sí y que bebió y tomó del vaso y la jeringa, entre lenguas y venas y
sacras laceduras de fuetes en canal para comerse entre lobos, lo que suena
igual a siempre: el deseo insatisfecho de cada noche, pues no hay nada que
apague el… plasma de olvido para solo doce horas, las que median entre la
salida y la entrada del sol en tiempo normal pues es invierno. Camina y camina;
el ansia de llegar se le atraganta, los pasos se le acortan, no sabe en qué
hora entró, el camino se le hizo interminable como el idioma, como la sangre
que ahora le escurre de su espalda, como el silencio a las once de la noche,
como el zumbido de abejas, como los fuetazos que sonaron llegada la hora… ahora
camina, sigue caminando… llega de regreso a su casa, se mete: no hay señales a
la vista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario